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domingo, 1 de mayo de 2011



Domingo 1 de mayo


DE MIEDOS Y HOJAS CAÍDAS

Igual que en un día soleado, cuando el cielo azul deleita nuestros ojos, y de repente unas nubes altaneras se asoman y se meten atrevidas en el lienzo delicado, desgajándose luego una lluvia ligera e inesperada, así ocurre con nuestros sueños, que en cuestión de minutos pueden ser arrasados por las contingencias dolorosas que nunca esperamos. Cuenta el Washington Post que Ra-Heem Jackson, estudiante del H.D.Woodson, en Washington, era destacado basquetbolista,
Estudiante honorífico, con una personalidad envolvente al punto de que las chicas lo adoraban y los profesores encontraban su apoyo decidido para poner orden en el salón. Soñaba Ra-heem con estudiar en Georgetown o en John Hopkins y había recibido este año una beca para su sostenimiento.

Un día se vinculó a la escuela Kevin Bjerregaard como profesor de inglés y manifestó a los pocos días a los chicos su preocupación por el recorrido que debía hacer entre the Southeast Washington School y la estación del metro Benning Road . Ra-Heem lo tranquilizó diciéndole:- No muestres miedo...Nada te sucederá si no luces asustado-. A los pocos días, Ra-Heem fue asesinado de once disparos mientras se dirigía de su casa al colegio. Una vida joven, prometedora, había sido segada en cuestión de segundos sin que hasta la fecha haya sido posible encontrar al responsable o responsables del crimen.

Las calles, escenarios por excelencia de lo público, son también callejones de intolerancia y delincuencia. Cualquier mirada, gesto o palabra se convierte en el detonante de un acto violento. Pienso en esos ríos y lagos a donde van a abrevar toda clase de animales, que terminan muchas veces en las fauces de caimanes, leones, hienas y otras hierbas.

Y en la intimidad de los hogares, en la penumbra de bares y discotecas, en el barullo de los estadios y planteles educativos,en fin, en cualquier lugar de encuentro, se desata la violencia desbocada cuyo epílogo triste es un ser humano agredido de palabra, de obra o de ambas cosas.

Nos habita el miedo. Una violencia desbocada, sin pausa, recorre como un fantasma el mundo. Los pistolocos forman parte del paisaje cotidiano, los agresores se sientan en el podio de honor. Asediados por el miedo, sufrimos además los embates de una naturaleza desbocada. Un escenario que obliga a replanternos nociones tales como la seguridad, la permanencia.

La fragilidad de nuestras vidas es a la vez el mecanismo eficaz para la superviviencia. Imagino una historia de un hombre maduro, que sentado junto a la ventana de su cuarto reflexiona sobre su pasado. El viento frío golpea las hojas de los árboles, que caen al suelo. Los recuerdos se agolpan, la sangre fluye agitada. Piensa el hombre que al igual que aquellas hojas caídas, nuestra existencia efímera nos compele a vivir sin pausa y que el mejor pasado es el momento memorable en el que nos encontramos.

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