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domingo, 7 de agosto de 2016


PLACERES DE A PIE

Cuando parta
 dejadme ser,como la luna,
amigo del agua.
(Masahide)

Echarse a andar por caminos y senderos de ensueño, la vista curiosa y el ánimo encendido. Dejar atrás las últimas casas y tomar las rutas construidas por los incontables pasos de los que las han recorrido. Llegar a la quebrada, mojarse los pies, la cara, el cuello; sentir el toque frío del agua, la brisa ligera y disfrutar el aroma del monte.



Recorrer las calles de la ciudad infinita, descubrir en cada esquina el registro de culturas vivas, el olor de la cebolla, el aceite; extasiarse con la multiplicidad de rostros provenientes de las geografías del orbe, sumergirse en la marejada que enfila la proa hacia la boca del metro. A mediodía, vagar por los puestos de comida de alguno de los mercados y escoger entre las arepas venezolanas, los platos vietnamitas, las delicias de la India, la comida thai, la oferta china, las empanadas chilenas, el picante mexicano. Goce de flaneur, para quien no existe placer mas provocativo que vagar sin rumbo fijo, atento a las tentaciones que surgen a cada momento.


Percibir el sonido distante del riachuelo, su descarga constante de tambores húmedos. En algún lugar de la montaña surge ante nuestros ojos  la fuente de agua, rauda y caprichosa.  Sus aguas transparentes viajan entre los caminos de arena y piedra, de helechos a su vera, de mariposas danzantes. Los árboles fungen de torres y alamares vigilantes y en el aire surcan las aves.

Descubrir la topografía misteriosa de los barrios populares, la bella y anárquica disposición de casas y negocios, los olores distintivos de zonas repletas de inmigrantes tratando de implantar en ambientes nuevos la semilla de lugares que han quedado atrás. Observar la cotidianidad de las familias a través del bullicio de los niños que cantan y juegan en la calle, de las vecinas que cotorrean mientras hacen las compras para el almuerzo.



Tan azul, tan provocativo. El horizonte que se extiende ilimitado, la luz del sol y las gaviotas. Allí está, danzando siempre, con su falda de olas. "No He visto el mar", amigo León de Greiff, "la cantiga ondulosa de su trémula curva/ no ha mecido mis sueños...". Caminé por la playa gris, atravesé ríos que desembocaban en su lecho y recordé que "nuestras vidas son los ríos/que van a dar en la mar,/que es el morir..".

A pie he disfrutado las tardes caliginosas de ciudades agobiadas por el smog, he contemplado los arreboles de tardes que mueren en llanuras sin fin, a pie he recorrido los escenarios de parranda que se alinean en las zonas rosas de las ciudades, en las cantinas de barrios y en aceras;siempre a pie.


Porque de siempre me he adherido a la caminata como forma de compenetrarme con el mundo, con sus pliegues y fisuras. De allí se han derivado la experiencias mas placenteras de mi vida, las que me reconcilian con mi destino. Los pies, que recorren las rutas invisibles trazadas por el continuo discurrir de nuestras vidas, son el pincel minucioso que registra nuestras prisas y deseos.