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domingo, 22 de mayo de 2011



EL REINO DE ESTE MUNDO




En LA CARRETERA, la novela de Cormac Mccarthy, padre e hijo experimentan la incertidumbre extrema ante una catástrofe que ha acabado con la mayor parte de la humanidad. ¿Qué queda de la esperanza ante un mundo agobiado por tormentas de polvo, ausencia de alimentos y combustible y la amenaza de grupos caníbales que recorren una geografía herida de muerte? El viaje hacia "el sur" de los Estados Unidos es el destino imaginario que da fuerzas a los dos personajes. Cada palabra, cada frase parecen luchar contra el vacío y la deseperanza. La desazón que produce el hecho de no contar con seguridades impregna de angustia al lector que asiste impotente a la narración del fin del mundo. Solo que el mundo se ha reducido a estos dos personajes.


Cada vez toma más fuerza la conciencia de la fragilidad del ser humano y de la posibilidad del fin de la especie, ante la irrefrenable ambición por convertir el planeta en un gran centro comercial. Ajenos a la circunstancia de que convivimos con otras especies, expoliamos los recursos naturales y creamos las condiciones propicias para catástrofes de toda clase. Y una conciencia planetaria crece al margen de los intereses corporativos, se extiende por las redes sociales, se apodera de las plazas-la del Sol en Madrid; la deTahrir en el Cairo-, marcha beligerante por las calles de Trípoli y Damasco, se enfrenta en Davos con la policía y demanda soluciones reales y equitativas.

Si bien es cierto que las protestas poseen su sello particular-lucha contra las tiranías, demanda de soluciones efectivas para combatir el desempleo, rechazo a los políticos y a los partidos- existe un sello común: la necesidad de establecer sociedades menos excluyentes, con más libertades y mejores condiciones de vida para la población. Ante el cinismo de los CEOs y los políticos, cómo caen de bien estas muestras de inconformismo y rechazo a los privilegios de los de siempre. Muchas de estas luchas carecen de organización y terminan siendo asimiladas por el sistema. Otras, reprimidas sin compasión, como es el caso de Siria. No se vislumbra por el momento una estrategia efectiva que se acomode a las condiciones contemporáneas. Lo novedoso radica en el papel que han jugado las redes sociales en las convocatorias, la participación de los jóvenes y la percepción de que es necesario replantear a nivel global el modelo económico neoliberal.

Hace mucho tiempo leí un libro, "small is beautiful.Economics as if people mattered", de E.F. SCHUMACHER, cuyo planteamiento central se basaba en una utopía: formas de producción basadas en el desarrollo autosuficiente, con el énfasis puesto en el trabajo manual. Había un fondo humanista en su concepción al considerar que los modelos de desarrollo vigentes conducen a la sobreexplotación de la naturaleza y del hombre, por lo que se requieren de modos de producción autosostenibles con la utilización de energías limpias y una atención prioritaria a las personas: "preocuparnos por la producción de bienes materiales y no por la gente es actuar motivados por la codicia, y en ese mundo perdemos todos", escribió Schumacher.

Es cierto. Hemos perdido muchas cosas, especialmente las que tienen que ver con los derechos y las condiciones de vida de la mayoría de las personas. No obstante, persiste como aquella maleza que crece entre las grietas de una edificación, la sentencia de Ti Noel, personaje de la novela EL REINO DE ESTE MUNDO, de Alejo Carpentier sobre las luchas de independencia en Haití, a mediados del siglo XVIII. Ti Noel, , al final del relato, cuando se transforma en ganso y es rechazado por la bandada, comprende antes de morir que :


...La grandeza del hombre está en querer mejorar lo que es. En imponerse tareas. En el reino de los cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre solo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo.

De vez en cuando caen bien revueltas y protestas que reclaman los dos bienes más preciados de la humanidad: la libertad y la justicia.

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