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sábado, 12 de noviembre de 2016




DE PRISA

"Prisa de llegar tarde a donde jamás pasa nada, prisa de hablar para que nadie nos escuche, ..prisa por llegar y prisa por volver, prisa de comer para ir de prisa a trabajar y tener  prisa por salir  y regresar a casa  a comer con prisa para para besar y acariciar y amar a toda prisa...prisa por ir a cine y prisa porque se acabe la pelìcula. prisa por enamorar a la mujer de los sueños y prisa para olvidarla, y  que la historia vuelva a repetirse a toda prisa. Prisa para que se acabe el año y comience el otro, y prisa para que sea mitad de año, y prisa para salir de vacaciones y prisa para llegar al aviòn y prisa para ver el mar y prisa para dormir. Prisa para que llegue la quincena  y haya plata para pagar las cuotas del carro que ya no va tan aprisa como antes y habrà que cambiarlo un dìa de estos y prisa para que salga el nuevo celular que permitirà comunicaciones  una dècima de segundo mas de prisa" (Prisas, Fernando Araùjo Vèlez, El Espectador).


¿Qué induce al ser humano a vivir de prisa? Cada acontecimiento, grande o pequeño, pareciera contener una finalidad ineludible y única, la que nos lleva a acelerar la marcha. La energía se pone al servicio del momento y el resto carece de importancia. Las motivaciones nacen de demandas externas- el trabajo, los amigos, los compromisos, las creencias-, o de estímulos internos- un legado genético alborotado, un cerebro diseñado con determinadas conexiones-.




La prisa se localiza en los periodos de mayor energía- adolescencia, juventud, primera madurez-, en los que nos sentimos amos del universo y anhelamos  construir una fortaleza imbatible en cada acción que emprendemos. Hay que correr para vivir y los sorbos  apurados y los bocados ingeridos  a las  carreras son pequeñas molestias inevitables para llegar a la meta.



Quien vive de prisa, deja muchas veces de lado asuntos tan o mas importantes que los que motivan el afán. Lees un libro,   miras una película o conversas con alguien  y lo haces de manera afanosa, dejando de percibir las notas profundas de la historia en desarrollo, arrojas  el libro sobre la mesa o te despides  y corres a cumplir con la tarea demandante.

Hay prisas justificables. La cita con esa chica que conocimos hace poco, el bus que avanza lento; Llegar a tiempo a la reunión, ese detalle fino de cumplir con las personas que esperan.



Tan extraña la prisa. Compañera inseparable de nosotros,  seres mortales, debería tener poca relevancia. Al fin y al cabo, con o sin prisas, nos dirigimos al destino ineludible: la muerte. Por el camino, desperdigados, olvidados, tantos momentos dejados de lado por priorizar cuestiones que vistas en perspectiva, carecían de valor intrínseco.

La prisa es la señal inconfundible de estar vivos, es el azotar los caminos en busca de seguridades; la prisa, la que nos conduce a la misma sensación de vacío y sin la cual careceríamos de humanidad. Siendo mortales, la prisa es,  en la trayectoria finita de la existencia, la espuela insidiosa que nos conduce a paraísos  de escarcha.


domingo, 7 de agosto de 2016


PLACERES DE A PIE

Cuando parta
 dejadme ser,como la luna,
amigo del agua.
(Masahide)

Echarse a andar por caminos y senderos de ensueño, la vista curiosa y el ánimo encendido. Dejar atrás las últimas casas y tomar las rutas construidas por los incontables pasos de los que las han recorrido. Llegar a la quebrada, mojarse los pies, la cara, el cuello; sentir el toque frío del agua, la brisa ligera y disfrutar el aroma del monte.



Recorrer las calles de la ciudad infinita, descubrir en cada esquina el registro de culturas vivas, el olor de la cebolla, el aceite; extasiarse con la multiplicidad de rostros provenientes de las geografías del orbe, sumergirse en la marejada que enfila la proa hacia la boca del metro. A mediodía, vagar por los puestos de comida de alguno de los mercados y escoger entre las arepas venezolanas, los platos vietnamitas, las delicias de la India, la comida thai, la oferta china, las empanadas chilenas, el picante mexicano. Goce de flaneur, para quien no existe placer mas provocativo que vagar sin rumbo fijo, atento a las tentaciones que surgen a cada momento.


Percibir el sonido distante del riachuelo, su descarga constante de tambores húmedos. En algún lugar de la montaña surge ante nuestros ojos  la fuente de agua, rauda y caprichosa.  Sus aguas transparentes viajan entre los caminos de arena y piedra, de helechos a su vera, de mariposas danzantes. Los árboles fungen de torres y alamares vigilantes y en el aire surcan las aves.

Descubrir la topografía misteriosa de los barrios populares, la bella y anárquica disposición de casas y negocios, los olores distintivos de zonas repletas de inmigrantes tratando de implantar en ambientes nuevos la semilla de lugares que han quedado atrás. Observar la cotidianidad de las familias a través del bullicio de los niños que cantan y juegan en la calle, de las vecinas que cotorrean mientras hacen las compras para el almuerzo.



Tan azul, tan provocativo. El horizonte que se extiende ilimitado, la luz del sol y las gaviotas. Allí está, danzando siempre, con su falda de olas. "No He visto el mar", amigo León de Greiff, "la cantiga ondulosa de su trémula curva/ no ha mecido mis sueños...". Caminé por la playa gris, atravesé ríos que desembocaban en su lecho y recordé que "nuestras vidas son los ríos/que van a dar en la mar,/que es el morir..".

A pie he disfrutado las tardes caliginosas de ciudades agobiadas por el smog, he contemplado los arreboles de tardes que mueren en llanuras sin fin, a pie he recorrido los escenarios de parranda que se alinean en las zonas rosas de las ciudades, en las cantinas de barrios y en aceras;siempre a pie.


Porque de siempre me he adherido a la caminata como forma de compenetrarme con el mundo, con sus pliegues y fisuras. De allí se han derivado la experiencias mas placenteras de mi vida, las que me reconcilian con mi destino. Los pies, que recorren las rutas invisibles trazadas por el continuo discurrir de nuestras vidas, son el pincel minucioso que registra nuestras prisas y deseos.








sábado, 5 de marzo de 2016


HIJAS DEL SAMURAI

En la primera imagen, cinco jovencitas, entre 7 y 11 años, miran desde la cubierta del barco la bahìa de Yokohama. Por orden del emperador, viajan a Amèrica a estudiar y aprender las costumbres de la naciòn joven y pròspera, con el fin de regresar de nuevo a enseñar a las mujeres japonesas la manera como las  mujeres americanas se desenvuelven en su vida familiar. El temor  ante el reto, los recuerdos y apegos con su paìs, su regiòn, su familia. Es el año de 1871.


La segunda imagen: noviembre de 1882. Dos jòvenes, Sutematsu y Ume, observan emocionadas las costas de Yokohama desde el barco que las ha traìdo de nuevo a Japòn. Han transcurrido 11 años, y las niñas que partieron un dìa regresan convertidas en mujeres educadas en los Estados Unidos. 


Partir y regresar. Dos movimientos en apariencia sencillos. Se deja un paìs, se viaja a otro y al cabo de una dècada, el regreso. ¿Què sucediò  en el entretiempo? Janice P. Nimura dedicò un buen nùmero de años a investigar lo que sucediò con cinco jovencitas enviadas en misiòn oficial a estudiar a Estados Unidos, con la finalidad de convertirse en educadoras de las nuevas generaciones de niñas y jòvenes del Japòn. DAUGHTERS OF THE SAMURAI. A JOURNEY FROM EAST TO WEST AND BACK-Hijas del samurai. Un viaje de Oriente a Occidente y regreso-.


El periodo Edo, que comprende desde 1603 hasta 1867, fue dominado por el clan Tokugawa. El poder real residìa en el Shogun, un dictador que ejercía el control de cientos de Daimyas (terratenientes regionales),  diseminados por todo Japòn. En 1867, el emperador Komei fue reemplazado por su hijo Mutsuhito y fue declarado emperador Meiji(1868-1912). A partir de ese momento, inicia Japòn su apertura con el mundo, clausurando una polìtica orientada a mantener cerradas las fronteras a los pueblos que anhelaban comerciar con Japòn.


Las grandes transformaciones sociales se entienden mejor con las pequeñas historias particulares. Cinco jovencitas- de las cuales solo tres lograron su cometido-,  apartadas de sus mundos medievales, con valores confucionistas y la ètica samurai, se convierten en las precursoras de la avanzada del progreso. Durante 10 años conviven con familias cristianas, estudian en colegios y universidades de èlite, aprenden a vivir al estilo norteamericano, asumen el inglés como su lengua de comunicación y sueñan con regresar a Japón a influir en la vida de jóvenes  apegadas a tradiciones que desdeñan a la mujer.


¿Qué significa regresar despuès de 10 años, durante los cuales se ha realizado un proceso de aculturaciòn que las hace sentir mas occidentales que japonesas? ¿Còmo reaccionarán sus familiares y amigos? ¿Cuál será su situación familiar, laboral y afectiva en un Japón que tampoco es el mismo que conocieron en su infancia?



De la fiebre por "occidentalizar " a Japòn se ha pasado a un retorno a los valores "japoneses", lo que
significa que los sueños de estas jòvenes por atraer a las mujeres japonesas hacia  los valores norteamericanos se ven opacados  por  el ruido de voces clamando por un Japòn imperial. Sutematsu y Shige, para sorpresa de Ume, se casan con funcionarios de alto rango de Japòn. Ume regresa a Amèrica y estudia biologìa, aprende nuevas metodologìas para la enseñanza y vive otra vez la experiencia de compartir con mujeres cuyos objetivos no pasan por el hogar y la crianza de hijos. De nuevo en Japón (1892), considera que la misión encomendada por el emperador hace  ya 20 años, reeducar a la mujer japonesa para que se convierta en madre y esposa moderna, está todavía sin cumplir y ella, Ume, es la persona indicada para lograrlo.



En 1894, Japòn declara la guerra a Corea. El general Oyama, esposo de Sutematsu, es el encargado de dirigir las tropas japonesas. Sutematsu lidera a un grupo de mujeres de la èlite con el fin de recaudar fondos para el ejèrcito. El esposo de Shige, , es almirante y permanece ausente de su hogar. Se vive la euforia de la victoria, pues Japòn ha derrotado a China y emerge como nueva potencia militar. El sentimiento patriòtico destierra el interès en los valores extranjeros y Sutematsu es vista como una mala influencia para las mujeres japonesas.


Llega la primera guerra mundial, las tres mujeres continùan su empeño de abrir instituciones educativas al servicio de la mujer japonesa.  En sus encuentros, no son los logros alcanzados lo que las entretiene. En cambio, el primer viaje, el que las arrancò de su Japòn y las condujo a un paìs extraño, pervive con la frescura de aquel momento, ùnico, irrepetible.

Pasan los años, llega la vejez. En sus corazones permanece vivo el espìritu samurai. La tarea asignada por el emperador ha sido cumplida. Ellas saben que el viaje fue un recorrido fìsico y espiritual,  que la vida de los seres humanos depende en parte de los deseos propios y de  las contradicciones  sociales que rompen a su antojo  los caprichos y deseos de cada individuo. 





Pisa las nubes, 
sube la niebla;
la alondra remontàndose.
(SHIKI)