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lunes, 2 de mayo de 2011










VENTANAS, MIRADAS, SUEÑOS




Salomé es un salón de onces situado en la Plaza de la Constitución de Guaduas. Amén de sus viandas deliciosas, que invitan al deleite gastronómico, existe, a mi juicio, un rincón tan grato que invita a disfrutarlo con plenitud: adentro, junto a las ventanas que dan a la calle, existen unos poyos donde dos comenzales se pueden sentar a conversar , teniendo como fondo la panorámica de la Plaza toda, visión tentadora que permite chismosear sin freno. Esta imagen me asaltó a medida que leía el artículo de Antonio Muñoz Molina en Babelia, sobre la exposición denominada ROOMS WITH A VIEW.THE OPEN WINDOW IN THE 19th CENTURY, METROPOLITAN MUSEUM, NEW YORK.

En Guaduas existen casas privilegiadas que permiten abarcar el movimiento de personas desde balcones cómplices, en el marco de la Plaza de la Constitución. En épocas pretéritas, desde los balcones se oteaba la vida pública y se ratificaba la condición privilegiada de los dueños de aquellas sitios. Hoy sólo queda el recuerdo pálido de épocas en las cuales las barreras sociales estaban estrictamente marcadas. Desde la atalaya privilegiada de los balcones se obtenía la visión completa de una masa dispar, y los de arriba juzgaban a su acomodo a los viandantes.

Don Alberto Hincapié, nuestro historiador, solía sentarse en el poyo de una de las ventanas de su casa a mirar sin ser notado, con la picardía del hombre que conoce la importancia de la contemplación, con un cuarto de aguardiente, muchas veces compartido con algún amigo. A ese ejercicio lúdico se debe en parte su libro CRÓNICAS MUNICIPALES.

Las ventanas son extensiones cómplices de nuestras miradas. Algunas veces la presencia del que observa apenas se insinúa tras la cortina. Otras veces, la figura se yergue altanera y sus ojos son dos ventosas pegadas a las vidas de los transeúntes. Nada más bello que observar a la mujer ansiosa que desde su ventana espía la llegada del amado. Y qué eficaz el ojo inquisidor de la mamá que vigila a su hijos. Alguien me contó una historia de ventana y espejos que deseo compartir con ustedes:


La mujer espera a su novio en la ventana. Se ha puesto una blusa delicada, de encajes. La peineta destaca su cabello oscuro, envuelto en una trenza de espina de pescado. El hombre llega junto a la ventana y se inicia la conversación que aísla del mundo. -Qué traga tan verraca- dicen los que observan a la pareja alborozada, ausente. Hsta que un día se descubre la razón de tan ferviente dedicación: la mujer, de cara a la calle, ha ubicado un espejo al fondo del cuarto. Ella sólo viste la blusa.

Una imagen que me impresiona es aquella del cuarto de hotel, al cual se mete el reflejo de las luces de neón, en películas cuyos títulos no recuerdo y que me causan una sensación de soledad, de pérdida. Dice Molina que "quien tiene un cuarto con ventana ha encontrado su sitio en el mundo". Tal vez. En Colombia, muchas casas en el campo se construyeron sin ventanas, con el fin de evitar que en las noches de violencia, un arma apagara una vida.

Hace algunos años me alojé en un hotel humilde de Magangué, en un cuarto sin ventanas. No aguanté media hora allí adentro. Preferí salir y sentarme en un parque a contemplar el ritmo acelerado de las calles, el bullicio de las gentes.




La ventana es brisa esperanzadora, prolongación de nuestros sueños. Desde la intimidad de la habitación, se despliega nuestra imaginación sobre el torrente de imágenes del mundo de afuera. Jueces solitarios de un universo en continuo devenir, saboreamos el paisaje que se ofrece a nuestros ojos. Por un momento somos omniscientes, por un momento disfrutamos de la ventaja que nos concede el marco cómplice.

Y cuando la ventana se cierra...








1 comentario:

  1. LO FELICITO DAGO ESTA MUY BUENO EL BLOG FALTA MAS CREATIVIDAD PONGALE MEJROES COLORES Y ANIMACIONES

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