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domingo, 30 de enero de 2011



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MOMENTOS

Hay momentos esplendorosos en nuestras vidas, retazos de tiempo que parecieran congelar el paso inevitable de las horas. Aquella mujer que lee con fervor la carta de su esposo, quien ha debido buscar trabajo en otras tierras; el instante en que un pájaro cruza frente a nuestros ojos, exhibiendo su plumaje colorido; el paso presuroso de una mujer que nos roba la calma y que luego desaparece entre la muchedumbre; el encuentro amoroso, apasionado; una conversación que nos arranca de lo cotidiano y nos permite vibrar por un momento con palabras que congelan el tiempo y nos trasladan a paraísos ignotos; un libro que por el tiempo de su lectura nos convierte en otros mejores, distintos; La canción que al escucharse despierta tiernos pensamientos, ocultas tristezas; la contemplación arrobada de un paisaje. Esos momentos con sabor a eternidad nos embelesan y ensimisman, nos alejan del ritmo cotidiano, monocorde de nuestras vidas.

Antonio Muñoz Molina describe uno en Babelia, al visitar una exposición denominada "
The diary:three centuries of private lives" en el Morgan Library Museum de Nueva York:

A la luz de una vela Charlotte Bronte escribe con una letra minúscula en una hoja no mayor que la palma de una mano, una noche de tormenta, y para aprovechar más el papel la letra se va haciendo más diminuta todavía a medida que escribe y llena hasta el filo mismo de la hoja. Es noche cerrada, aunque sólo son las siete. Quizás ve su reflejo en el cristal de la ventana que sacude el viento. Es febrero de 1836, Bronte tiene 19 años y ha empezado a trabajar como maestra en un colegio que es un caserón helado en medio del páramo. Está agotada después de una jornada de trabajo de doce horas, entre gente ajena y hostil, que le despierta una añoranza infinita de su casa familiar y de sus padres y hermanos. Los ragos de la escritura son veloces y quebrados: casi podríamos escuchar el roce continuo y entrecortado de la punta de la pluma, que moja de vez en cuando en el tintero. El acto de escribir le parece "un refugio que nadie conoce en esta casa salvo yo misma". El cuarto, la luz de la vela, la soledad, la escritura le hacen sentirse en un arca que flota sobre las aguas de un mundo tan ajeno a ella como si se lo hubiera anegado un dilivio universal. Describe Molina Muñoz "...momentos en el tiempo, fechas exactas recién escritas al comienzo de páginas tadavía en blanco, incisiones de vida igual que una pisada en la superficie de la luna".

Al comenzar este texto, mencioné a una mujer. Yo la conocí. Su marido viajó a Nueva York a trabajar. Cada mes llegaba una carta.Ella se encerraba en su cuarto y durante horas leía y releía la misiva. Al salir, su rostro iluminado, acompañado de una sonrisa, era un sol mañanero, suave, que alegraba a todos sus vecinos. De alguna manera, todos esperábamos esa carta. Y esas palabras atrapadas en la hoja producían un milagro: la renovación del amor, la esperanza del retorno.


Carlos Rubio, en la introducción al Heike Monogatari, edición de Gredos, escribe: " En pleno dominio de los motivos estéticos hay que mencionar el de mono no aware. Este término da el color característico a la literatura de la época Heian (fines del VIII-fines del XII), en cuyos comienzos aware pudo ser una exclamación de júbilo o de otro sentimiento intenso, pero más tarde vino a significar sentimientos más tristes, teñidos frecuentemente de impotencia o tragedia. La melancolía despertada por la infidelidad del amante o la dureza del destino, acentuada por la contemplación de unas flores o de la luna son ejemplos de esta lacrimae rerum de la literatura japonesa. Según una idea de curso corriente en la época Heian, hay seis situaciones típicas en las que se puede experimentar esa sensación de aware: al observar la simplicidad de una casita o un pueblo, al escuchar la grave recitación de un sutra budista, al presenciar la tonsura de una joven que ha experimentado profundamente el aware, al sentir la suave caída de la lluvia en el otoño u otro fenómeno natural indicando que el año se va a acabar, al percibir un sentimiento igual que el sentido por gentes del pasado, y al sentir peocupación por la futura felicidad de los hijos".

Y esos momentos se vuelven recuerdos, ligera pintura que se adhiere a las capas sucesivas que nuestra vida recrea. Lo dice Idea Villarino, la poeta uruguaya, en su poema "el amor":

Hoy el único rastro es un pañuelo /que alguien guarda olvidado/ un pañuelo con sangre semen lágrimas/ que se ha vuelto amarillo


Alguna vez vi a una mujer llorando de amor, adolorida. Recordé los versos de Paloma negra: YA ME CANSO DE LLORAR/Y NO AMANECE/YO NO SÉ SI MALDECIRTE/ O POR TI REZAR...

Las lágrimas se secaron y el tiempo, insaciable, se tragó esa pena. Igual que el álbum de fotos, hoy pálido y ajado. ¿Adónde fueron los suspiros, los requiebros? ¿Dónde la dulzura de unos labios rojos de pasión? ¿Qué quedó de aquellos gestos y palabras emotivas?

Vivimos aprisionados por nuestro esfuerzo en conservar y mantener los momentos que nos parecen irrepetibles y la levedad de la vida, tan indiferente, tan pasajera. Tan bandida, que dan ganas de decir, como en LA MARTINIANA: mi niña, cuando yo muera/no llores sobre mi tumba/ cántame un lindo son, ay mamá/no me llores, no, no me llores, no/ porque si lloras yo peno/en cambio si tú me cantas/ yo siempre vivo y nunca muero/

viernes, 28 de enero de 2011



TRES ATAÚDES BLANCOS


Hace muchos años existió en Colombia una línea férrea denominada Expreso del Sol, que cubría la ruta entre Bogotá y Santa Marta. Tuve la suerte de realizar dos veces este recorrido: el primero, cuando ya se comenzaba a notar el deterioro de los trenes; y el segundo, en plena decadencia. Del último viaje recuerdo la jornada extenuante desde La Dorada hasta Santa Marta y viceversa, 24 y 25 horas metido en un tren cuyos pitidos parecían el grito lastimero de una bestia a punto de fallecer.

Metido en el tren, que alcanzaba su mayor velocidad a los 30 k/h, soportaba con estoicismo ese ritmo lento y cansado del vehículo, tirado por una locomotora que pujaba sin aliento, y parecía por momentos que ante la más ligera cuesta, rodaría indefectiblemente cuesta abajo. Puedo decir con tristeza que asistí al fin de un medio de transporte que atravesaba una región, o regiones de tierra caliente, donde buena parte de su historia se ha escrito con sangre.

Cuando leí Los Ejércitos, de Evelio Rosero, me pareció que el ritmo de la historia semejaba el de esos trenes anacrónicos. Cierto aire a El Coronel no Tiene Quién le Escriba, a sopor de tarde de tierra caliente, y un intento por contar aspectos de nuestra historia contemporánea desde la mirada de un viejo , aproximación tímida a la violencia omnipresente de nuestro país. La novela, hermosa, asume el tema de la violencia en una apartada región de Colombia, con la perspectiva del ramalazo de agua que golpea la ribera.

Cierto día leí una entrevista a Alvaro Ungar, autor de Tres Ataúdes. Irónico y crítico frente a lo que sucede en nuestro país, habló de su libro. Decidí entonces embarcarme en su lectura.

Me pareció al comienzo otro libro en el que el escritor quiere parecer muy contemporáneo, con giros y juegos alrededor del narrador autor:

Acabadas las tres primeras partes de este Prólogo con Papá, la historia se acerca por fin al punto de quiebre o momento de tensión o punto de fuga. al gran evento, quiero decir. al por ahora inexplicado. y también a todas sus consecuencias, que irán cayendo sobre los personajes(presentados o desconocidos).

Tentado estuve a dejarlo en las primeras páginas. Decidí continuar y a medida que la historia avanzaba, me sentí amarrado a ella, así que en dos días lo terminé. !Ah libro bueno! , pensé.

Tres ataúdes sucede en la república de Miranda, donde un presidente, Tomás Del Pito, pretende mantenerse en el poder. Un candidato de oposición, Pedro Akira, es el único contendor capaz de derrotarlo, por lo que es baleado en un restaurante. Gracias a su parecido con Akira, José Cantoná lo suplanta y se inicia una historia fascinante de intriga, persecuciones, traición, asesinatos y amor.

A diferencia del libro de Rosero, éste aborda directamente el tema de la corrupción y la violencia en un país ficticio, aunque por las cosas que suceden parece uno estar haciendo un repaso de situaciones y personajes locales: reelección, grupos ilegales, asesinatos, manipulación mediática, corrupción, en fin, todas las cosas que en nuestro país son pan de todos los días. Para ello el narrador asume de forma paródica la historia, con humor ácido y en ritmo veloz.

Invito a los blogueros a leer este libro.





lunes, 24 de enero de 2011





CAMBIO CLIMÁTICO Y COTORRAS

-Mira la luna-, me dice mi hija Laura. Estamos en la Plaza de Guaduas a las 7 de la noche, junto al puesto de arepas de la Negrita, una cordobesa que se vino a estas tierras hace ya varios años y logró acreditar su negocio callejero gracias a la sabiduría que sus manos imprimen al maíz molido. Miro la luna redonda, opaca, que hacía ratos no se asomaba por estas tierras. Es hermosa y provoca mirarla sin descanso.

El invierno largo y calamitoso que ha azotado a Colombia modificó sin permiso los climas .En mi caso, hube de armarme de un saco de lana para las noches de temperaturas bajas que han hecho de Guaduas una réplica calentana de los pueblos de tierra fría. En verdad, se duerme sabroso y las cobijas de lana han dejado de ocupar el rincón más recóndito de los armarios para mostrarse ostentosas en las camas.

A propósito de los cambios climáticos, me llevé una sorpresa agradable cuando visité la revista virtual FRONTERA D y y encontré un artículo de Ken Harrington sobre el trabajo de dos artistas británicos, Robert Graves y Didier Madoc-Jones. Ellos decidieron preguntarse cómo sería Londres con cambios climáticos extremos. El resultado, las imágenes que aparecen arriba : "...El que alguna vez fuera el imperio británico condensado en una imagen de arrozales junto al parlamento; arrabales bien delinedos amontonados a una distancia obediente del Palacio de Buckingham; la época dorada de Venecia recreada por los edificios del Parlamento, parcialmente sumergidos en medio del atardecer...; Y sombras de patinadores reflejadas sobre el hielo de un Támesis congelado..."

En la misma revista, un artículo de Eduardo Jordá, en el que describe una batalla aérea entre un milano y unas cotorras de Kramer. A pesar de su tamaño, el milano es incapaz de atraparlas, gracias a la velocidad y estrategia de combate de aquellas.

"Desde hace unos 5 años han empezado a colonizar los parques de Sevilla y ahora ya están en todas partes... También han llegado a América del Norte. En Ravelstein, que fue su última novela, Saul Bellow contaba que las cotorras de Kramer habían llegado a Chicago y se habían adaptado muy bien al frío de invierno...Cuando entro a mi estudio, pienso que acabo de contemplar una hermosa metáfora de lo que los periodistas llaman el nuevo orden mundial...El milano y las cotorras de Kramer: la vieja Europa y los nuevos países emergentes".

Ha mostrado de nuevo su rostro el sol de Guaduas, luego de un periodo largo de lluvias. El aire, transparente, nos ofrece los matices variados que la luz radiante provoca. Los campos verdes, los toques azulados de las montañas, las calles y casas que reflejan la claridad meridiana del día, la provocación de los jardines y un calor suave que crece a medida que avanzan las horas. Parece como si no hubiera sucedido nada extraordinario y la vida continuara sin sobresaltos...Miro a las montañas y me parece ver, a lo lejos, una bandada de cotorras Kramer.


martes, 18 de enero de 2011



EN EL LUGAR EQUIVOCADO

"El club Rotario de Guaduas tiene el gusto de invitarlo a pertenecer a nuestro grupo, por lo que lo invitamos a una reunión el próximo...". Leí tres veces la nota. ¿El club Rotario? ¿A mí?. Debe ser una equivocación, pensé. Deposité la nota en mi mesa de noche y me acosté a leer una revista. !!!Ring!!!. -¿Aló? - contesté. -¿Profesor Dagoberto?- dijeron al otro lado de la línea.-Sí, a sus órdenes- respondí. -El Club Rotario tiene el gusto...-

Al sábado siguiente me dirigí a la fundación Romero. -Buenos días- dije y al unísono respondieron los presentes:-bienvenido, profesor-. El presidente tocó una campana y se inició la sesión, uno de cuyos temas era la presentación y estudio de mi hoja de vida. Cuando llegamos a este punto, yo estaba un poco nervioso. . En esa reunión se encontraba lo más granado de la sociedad guaduense: dueños de haciendas y quintas, empresarios prósperos que venían cada ocho días a Guaduas en plan de descanso, comerciantes exitosos, gerentes de bancos. Luego de la presentación de mi hoja de vida por un socio del Club, ingresé en el grupo con todas las de la ley.

-"Tenemos"- dijo el presidente,- una tarea sinigual. La recepción que daremos al presidente de Rotary Internacional, el doctor.... de Australia, etc, etc y cada socio debe dar una cuota de $$ para su atención"-. La cantidad mencionada me produjo un pequeño mareo que se manifestó en piquiña al lado de mi bolsillo derecho. -Alguien levantó la mano: -Creo que es muy pequeño el aporte, por lo que propongo que lo aumentemos a la suma de $$$-. El mareo casi se me convierte en desmayo. -Aprobado- dijeron los presentes.

Luego, la conversación giró hacia temas cotidianos.-Almorcé ayer con el presidente de la compañía..., filial de la multinacional...-dijo un socio; Otro, con aire indiferente anotó que había tenido un fin de semana agotador, pues había jugado golf con el senador....,;Aguien contó sobre su fin de semana en Miami. No sé por qué me acordé de que no había pagado la cuota del crédito bancario. Así se fueron sucediendo relatos deslumbrantes que parecían una versión en vivo y en directo de un programa televisivo norteamericano sobre familias poderosas(Dallas). Yo preferí mantenerme callado y no mencionar la jugarreta de tejo el fin de semana anterior, con aguardiente incluido.

-Alejandra, creo que me metí en el lugar equivocado- y le expliqué lo de la cuota. -¿Y para que asistió a esa reunión?- me respondió de manera socarrona mi mujer. -Además- musité, con el aire escaseándome, -debemos asistir en traje elegante- . Ella me miró con ojos de verdugo. Luego me soltó una frase la pidaria:- Ser importante cuesta -.

El día esperado llegó. Como pude logré conseguir traje y corbata(Alejandra estrenaba vestido). -Después de todo, no resultó tan difícil- dije. -¿Ya pagaste la cuota? -me preguntó Alejandra, con tono de anunciante de aeropuerto. Preferí evitar líos, así que simulé que limpiaba mis zapatos.

-¿Y en qué vamos a ir al Hotel Tacuará?-dijo Alejandra. - Voy a pedir un carro de los de servicio público- respondí.-¿Los que hacen acarreos al campo?- me preguntó con tono entre airado e irónico Alejandra. -No hay más- le contesté con sorna.

Cuando arribamos al Hotel, tenía la secreta esperanza de ser el primero en llegar, pues me avergonzaba que los invitados vieran al profesor y a su flamante esposa descender de un Carpati, con tal mala suerte que los rotarios habían comenzado a hacer una calle de honor para recibir al presidente internacional. Las caras de burla y peplejidad sólo cambiaron cuando arribó el presidente .Un nudo humano se formó a su alrededor y yo quedé con Alejandra al fondo del grupo. -Bienvenido- gritaban alborozados los rotarios y las palabras de elogio parecían el zumbido de un nido de abejas alborotadas. Los más cosmopolitas utilizaron expresiones como "welcome" y "good morning". Luego nos dirigimos al salón de recepciones del hotel y por supuesto, ocupé el lugar más distante de la mesa principal.

Sentados a la mesa, los principales intentaron dialogar con el presidente internacional, pero, horror de horrores, él no sabía una palabra de español. Avergonzados, miraban a lado y lado, musitaban palabras en inglés, pero de comunicación muy poco. El secretario de Rotary Guaduas se acercó a mi mesa:-profesor, lo invitamos con su señora a la mesa principal-. Alejandra abrió sus hermosos ojos verdes. Sentado al lado del presidente internacional, dialogamos de lo divino y humano( Un hombre encantador el australiano, bonachón, divertido, que hasta ganas me dieron de invitarlo a jugar un chico de tejo). En las mesas aledañas, mis compañeros, resignados, comían en silencio.

Afuera, majestuoso, nos esperaba, a Alejandra y a mí, el Carpati.


sábado, 15 de enero de 2011




MARÍA ELENA WALSH

Joan Manuel Serrat y Mercedes Sosa musicalizaron algunos de sus temas. Exiliada, cantó en París, a dúo, con Leda Valladares y recibieron el premio Le Chant du Monde. "Fue criada en un gran caserón, con patios, gallinero, limoneros, naranjo y una higuera", leo en una de sus biografías. Poeta, compositora musical, cantautora, autora de libros para niños y crítica beligerante de los regímenes militares.

María Elena Walsh nació en el barrio Ramos Mejía de Buenos Aires, el 1 de febrero de 1930. Desde muy niña desarrolló un gusto especial por la escritura y a sus 15 años publicó su primer poema en la revista "Hojas". A los 17, publicó su primer libro,"Otoño imperdonable". Sus canciones infantiles forman parte del tesoro musical de América Latina y personajes como Manuelita la tortuga, Tutú marambá, entre otros alimentan la imaginación de los niños argentinos (En youtube se pueden ver videos con sus canciones).


"Recuerdo mi adolescencia como una larga etapa poblada por músicas anglosajonas. Externas.Me horrorizaba todo lo castizo, y de lo hispano solamente me atraían los folklores indígenas. Hasta que un día escuché una voz especial. Algo que me sonaba a eso tan inexplicable que es el afecto. A nana. A cultura oral. A pasillo de mi casa. A pan recién amasado.. A lo que debía haber conocido desde siempre, pero que me era completamente nuevo".

Hoy, cuando las músicas se homogenizan por la fuerza de los circuitos musicales globales que se imponen desde las metrópolis, las palabras de Maria Elena Walsh son viento fresco que invita a abordar con sentido contemporáneo los ritmos nacidos del mestizaje en nuestra América.
Para terminar, deseo compartir con ustedes la letra de una de sus canciones:

EL 45

Te acordás hermana qué tiempos aquellos,
la vida nos daba la misma lección.
en la primavera del cuarenta y cinco
tenías quince años lo mismo que yo.

Te acordás hermana de aquellos cadetes,
el primer bolero y el té en el Galeón
cuando los domingos la lluvia traía
la voz de Bing Crosby y un verso de amor.

Te acordás de la Plaza de Mayo
cuando "el que te dije" salía al balcón.
Tanto cambió todo que el sol de la infancia
de golpe y porrazo se nos alunó.

Te acordás hermana qué tiempos de seca
cuando un pobre peso daba un estirón
y al pagarnos toda una edad de rabonas
valía más vida que un millón de hoy.

Te acordás hermana que desde muy lejos
un olor a espanto nos enloqueció:
era de Hiroshima donde tantas chicas
tenían quince años como voz y yo.

Te acordás que más tarde la vida
vino en tacos altos y nos separó.
Ya no compartimos el mismo tranvía,
sólo nos reúne la buena de Dios.


María Elena Walsh murió el pasado 10 de enero de 2011 a los 80 años.

viernes, 7 de enero de 2011



EL CIELO ES AZUL, LA TIERRA BLANCA

El sake, la cerveza, la comida, los paseos, el bar, las palabras medidas y el silencio constituyen el fermento de una relación amorosa entre un hombre viejo,Harutsuna Matsumoto y Tsukiki, una mujer cercana a los 38 años. Como la corriente silenciosa que se va filtrando sin permiso, así el amor se apodera de dos seres solitarios, cuyo punto de encuentro es el bar de Satoru, donde se bebe y se come.

Con el telón de fondo de una gran ciudad-¿Tokio?-la historia transcurre en el bar, la casa del profesor y escenarios rurales y provincianos. El bullicio citadino no se percibe en la relación, pues los lugares son serenos, tranquilos, como si fuese una historia de pueblo. Las estaciones de buses o de trenes son los referentes de las citas, punto de despegue para experiencias como recoger setas en la montaña de Tochigi. Y el bar, espacio reinante de la relación, donde a ratos se conversa y siempre se bebe, de manera desaforada. Allí se encuentran los dos personajes, solitarios, sin amigos frecuentes. Y se despliega un pentagrama de notas diversas en las cuales el silencio define las emociones.

Tsukiko trabaja en una oficina y en las noches bebe, solitaria, hasta que se un día descubre que ella y el maestro tienen los mismos gustos gastronómicos y etílicos. Jamás se habla en el libro sobre su apariencia física. Ella se reconoce como una mujer que bebe, pasea y realiza sus actividades sola. El maestro, igual. Recordé lo que dice un personaje de un relato de Marguerte Yourcenar, Cecchino del Bracchi, : "Amamos porque no somos capaces de soportar la soledad".

Al maestro su mujer lo dejó por otro, tuvo varios romances hasta que muere en una isla. Allí acuden los dos por invitación del maestro un día. Y en su relación con Tsukiko, actúa como profesor: pregunta, corrige, regaña. Aunque no hay posesión ni celos. Por periodos los dos se distancian- ella sale algunas veces con un antiguo compañero de colegio-, a veces se encuentran en el bar y no se dirigen la palabra. Y el sexo sólo se menciona al final del libro:

-Sólo me preocupaba una cosa.

El maestro y yo todavía no habíamos hecho el amor. Era un tema que me inquietaba tanto como la amenaza de una menopausia, o los resultados de los análisis hepáticos que me hacían en las revisiones médicas. El cuerpo gira en torno a tres ejes: las glándulas, las vísceras y los órganos genitales. Lo había aprendido gracias al maestro.

E
lla cree que esto no es importante, pero el profesor insiste a pesar de que hace mucho tiempo no ha hecho el amor.

Un día sucede: sin mediar palabra, nos dejamos caer en el futón. Hicimos el amor por primera vez, apasionadamente. Pasé la noche en casa del maestro y dormí a su lado. Al día siguiente, cuando abrí la ventana, los frutos de la aucuba brillaban bajo el sol de la mañana. Los ruiseñores se acercaban a picotearlos y trinaban en el jardín. El maestro y yo contemplábamos los pájaros desde la ventana, codo con codo.

Es todo. No hay escenas eróticas y los dos amantes sólo se manifiestan su amor mutuo cerca del final de la historia. Y cuando el maestro muere, le lega a Tsukiko su maletín, el que siempre lo acompañó en sus viajes.

Suelo llamarlo en voz baja:"¡Maestro!" De vez en cuando oigo su voz que me responde desde algún lugar del cielo.:"¡Tsukiko!". Preparo el tofú hervido como él, con bacalao y crisantemo. "Algún día volveremos a vernos" le digo, y el maestro me responde desde el cielo. "No tengo la menor duda". En noches como ésta, abro el maletín del maestro. En su interior no hay nada, sólo un vacío que se extiende. Un enorme vacío que crece sin parar.

Hermosa historia de amor, contenida, en la que la naturaleza despliega la belleza necesaria para dotar de sentido los encuentros, el silencio esparce la savia que enriquece las vidas y el alcohol y la comida alimentan el alma. La soledad como forma de vida, la libertad que acerca, los mutismos que son más elocuentes que las palabras, la sencillez de unas vidas que nos recuerdan el haiku de Tomiyasu Fusel:
cerezos en la noche:
Si más me alejo
más vuelvo a mirarlos

martes, 4 de enero de 2011



EL CIELO ES AZUL, LA TIERRA BLANCA


Atún con soja fermentada, raíz de loto salteada y chalota salada, pedidos casi al mismo tiempo en un bar por Harutsuna Marumoto, profesor retirado de japonés y Tsukiki Omachi, su antigua alumna, son el abrebocas de una relación amorosa que explora un mundo donde la comida, el sake y la naturaleza constituyen los ingredientes de una historia de amor entre un hombre viejo y una mujer que se aproxima a los 38 años. Tsukiki llama a Harutsuna, maestro. "Puesto que no fue mi tutor ni me entusiasmaban sus clases, no conservaba ningún recuerdo significativo suyo. No había vuelto a verlo desde cuando me gradué".

El primer capítulo, "la luna y las pilas" nos muestra a la pareja entablando una relación donde el sake constituye el punto de encuentro. En cierta ocasión el maestro la invita a su casa. Conversan de la casa, el jardín y la mujer del maestro, quien ha fallecido. Con el acompañamiento del sake, el maestro le muestra varias teteras que compraba en las estaciones del tren, una de las cuales la compró en su viaje de luna de miel. Luego, le muestra un montón de pilas viejas.

"Le daba lástima desprenderse sin más de unas pilas que tan buen servicio le habían prestado. Habían alumbrado sus noches de verano, habían hecho sonar su radiocaste y habían hecho funcionar otros aparatos. No le parecía justo tirarlas cuando ya no servían".

Tsukiki husmea por la casa y descubre entre otras cosas, un medidor de carga de pilas. Prueban las pilas y algunas todavía conservan un poco de energía:

-Todavía les queda un poco de vida-comenté. El asintió con la cabeza. -Pero tarde o temprano todas morirán-dijo sin alterarse.

La luna está radiante y el maestro declama a su desaplicada alumna un poema :

"A través de los sauces/reluce el resplandor ceniciento,/el humo se levanta más allá de las praderas/".

ATsukiko le parece un mantra budista y el maestro la corrige:

-Tsukiko, veo que no prestabas atención en clase-... Es un poema de Seihaku Irako-aclaró el maestro con tono didáctico. Y continúa:


"El humo se levanta más allá de la pradera,/ una flauta suena dulcemente/y ablanda el corazón del caminante/"

Tsukiko es la flauta y el maestro el caminante.

Es este el preludio de una relación en la que los dos personajes se encuentran en ocasiones, beben siempre, a ratos conversan, otras veces visitan lugares como el mercado y un día se apartan porque Tsukiko no comparte el gusto del maestro por los Giants. Luego, el reencuentro, mediado siempre por los pasabocas y los platos, la libertad de los dos, un pequeño flirteo de la mujer con un antiguo compañero del colegio y una relación que se fortalece con el recuerdo del otro hasta que establecen una "relación oficial" que dura tres años, hasta la muerte de Harutsuna Matsumoto.

Hiromi Kawakami(1954), la autora de este libro, estudió Ciencias naturales y luego fue profesora de Biología hasta cuando se publica su primera novela en 1994.

En el próximo blog hablaré de la belleza y la fineza de esta novela, capaz de descubrirnos el amor en papel de seda adornado con flores de cerezo.

domingo, 2 de enero de 2011



TARDE DE SOL

-Todavía me quedan esquirlas en la cara y el cuello- me dice José y me muestra su rostro y el párpado derecho, . -Cuando estalló el proyectil, Marina, mi hermana menor, salía del baño; yo estaba con mi hermano Luis, mi hermana Eliana, su esposo Manuel y sus tres hijos en la sala, mirando televisión. El estallido me arrojó contra el techo, luego reboté contra el marco de la ventana. Como pude me levanté. Debajo de la mesa estaba Luisito, mi sobrino. Parecía muerto. Estaba ensangrentado y el brazo le colgaba, casi desprendido. Vi a mi cuñado en el piso. A Eliana y a las dos niñas no les pasó nada. Oí a Marina, que se quejaba y pedía auxilio.

Fue un 7 de agosto, en la primera posesión del presidente Uribe. Las FARC dispararon varios rockets, uno de los cuales atravesó una ventana de la casa de la familia Sánchez en Bogotá. Marina murió, Luis quedó inválido, José sufrió la fractura de su pierna izquierda y heridas graves en su rostro y cuello. Manuel por poco pierde su pierna derecha, pues una esquirla le abrió en dos el pie. -Casi me muero- dice José, con quien converso en el patio de la casa familiar en Guaduas. La vivienda, sencilla, , fue construida por Pastoral Social para los damnificados de Armero.

Eliana me ha invitado al bautizo de su niña, Angélica. Sentados en el patio junto a un mandarino tomamos cerveza y admiramos el día soleado del 2 de enero. El cielo, azul y sin adornos. -El doctor me dijo que no había nada qué hacer. Me iba a quedar ciego-. Miro a José, bonachón, alegre. -Me mantuve varios meses a punta de calmantes. Casi me vuelvo loco-.

De esto hace ya ocho años. La familia, hasta el momento, no ha recibido ninguna compensación del estado. Han debido luchar y sufrir sin descanso. Soy testigo de las dificultades que han sobrellevado con dignidad y entereza.- Como no había nada qué hacer con mis ojos, me preparé para soportar esta nueva desgracia-, comenta José. No hay rencor en su voz . -Un amigo me dijo que el doctor José Gregorio Hernández me podría curar. Así que un día me fui a un consultorio en el Sur-. Y continúa:-Tiene que rezar el rosario, me dijo el señor que me atendió. Yo le dije, no me ponga en esas, yo rezo una oración. Y cuando llegó el día, me metieron en una habitación blanca, las sábanas blancas, sobre la mesa alcohol, espadadrapo, tijeras,algodón, agua-.

-¿Sabe qué, profe? - me dice José. -Cuando me volvió a ver el médico, tenía visión 20/20. Él no lo podía creer. Y aquí estoy, vivito y coleando, y haciéndole a la vida con verraquera-. Afuera, juegan los niños. Me tomo un sorbo de cerveza y observo a los miembros de la familia, cada uno en su cuento, repartiendo el ponqué, posando para las fotos, asando la carne, haciendo bromas.

La tarde avanza y aparecen las primeras sombras de la noche. El cielo ha adquirido un color opaco y una ligera brisa acaricia las flores del patio. Raudos, pasan los niños tras un globo.