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sábado, 31 de julio de 2010



!UN CAFÉ, POR FAVOR !

Paloma, la jovencita de " la Elegancia del Erizo" descubre el encanto del té: "Té y manga contra café y periódico: la elegancia y el embrujo contra la triste agresividad de los juegos adultos de poder". Su padre, burgués para quien el ritual del tinto constituye su momento especial, lee los periódicos, en especial Le Monde, con un café bien cargado:

Así se construye papá cada día....Así vive su vida un hombre, en nuestro universo: tiene que reconstruir sin cesar su identidad de adulto, ese ensamblaje inestable y efímero, ten frágil, que reviste la deseperanza, y a cada uno, ante el espejo, cuenta la mentira que necesitamos creer .

Aguda reflexión que nos enseña cómo a través de un sorbo de café nos disponemos a ponernos la máscara cotidiana, esa que requiere de una descarga de cafeína para activarse. Golpe frenético, momento sutil que dispone al ser humano para enfrentarse a la vorágine de todos los días.

Existe, sin embargo, otra perspectiva: Cuando la luz del día despunta en el horizonte, y las sombras de la noche se alejan presurosas, el café es la aldaba que toca a la puerta de la realidad. No existe otra bebida capaz de mandar a los confines de nuestra conciencia la esperanza nocturna, aquella que se revela durante nuestros sueños y la duermevela.

El café mañanero suelta la lengua. Cuando el cuerpo se despereza y los rezagos del mundo inconciente buscan refugio en las montañas perdidas de nuestro cerebro, la palabra establece la conexión con el tren que se acerca. Al comienzo imprecisas, balbucean la oración del despertar.

En muchos lugares, existe el ritual del café. Junto a la cocina, en el comedor, al pie del palo de mango, en la calle, en la oficina, en la tienda, el café da aliento al cansancio y a la deseperanza. El sorbo delicado, suave es flecha que da en el blanco. Y congrega a los seres humanos, los integra en un momento de éxtasis. El café humeante, pócima mágica que rehusa la soledad, bebedizo encantador.

Cerrero, suave, montañero, volcánico, el café es árbol que nos cubre con su aroma embriagador.









1 comentario:

  1. Debo decir que a mí no me gusta el café. No es que no lo tome por cosas de salud, de creencias, de nada, es simplemente que no me gusta. Pero sí me gusta el rito del café. En otro post Dago hablaba del palo de mango. Me parece que el café es un palo de mango más universal, porque cumple con la misma función de reunir en torno suyo a la gente. A veces hasta me da envidia de los que toman café, porque ellos pueden darle sorbos a esa sustancia que los hace sentirse plenos, conversadores, profundos... Pienso que el café puede incluso traer seres perdidos de nuestras vidas al presente... el niño que toma como tomó el padre que tomaba como la abuela solía tomar su café en la mañana. El café permanece y los que lo toman se esfuman como su vapor.

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