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domingo, 16 de septiembre de 2012



GUADUAS Y LA TRADICIÓN  
Sucede que a veces, cuando camino por lugares que he conocido desde hace mucho tiempo, recuerdo que en tal sitio  había una casita, o un potrero y todo ahora es diferente. De aquellos sitios sólo queda la memoria.  También me ha ocurrido que he olvidado que en tal parte existió una vivienda de bahareque, una tienda, un solar. 

De igual manera, pienso en amigos y conocidos ya fallecidos, y su recuerdo, al cabo de los años, es deletéreo. Esa mujer que vendía las empanadas en la plaza, el señor que era cascarrabias y nos dañaba los balones que caían en su patio, la familia generosa que nos brindaba limonada. De ellos no queda nada. Pasa el tiempo y con él se van asuntos que en su momento fueron valiosos.  Apenas la memoria, que, pérfida, redefine el diseño del cuadro, ajusta la perspectiva, añade y quita colores.

Hace algunos años, los talibanes bombardearon estatuas gigantescas de Buda, basados en dos consideraciones: el culto a las imágenes es pecaminoso y lo que ha existido antes de Mahoma carece de valor. En este caso, el pasado es preponderante con respecto a la creencia en un profeta. Es cuestión extendida el rechazo de grupos militantes a asuntos y valores ajenos al Corán.

La historia, de cuya suerte no ha faltado quien la dé por muerta, está vivita y coleando. Sin ella es imposible comprender el nacionalismo, sin ella es imposible imaginar las naciones. En cada país se canta con fervor el himno nacional, se exaltan las guerras y los héroes que contribuyen a la identidad nacional. Ese ejercicio, cuya finalidad consiste en dar por sentado que el pasado no necesita reinventarse, momifica la existencia de los pueblos.

Todas estas cosas nos remiten al tema del pasado como asunto de interés del estado y de instituciones privadas que por medio de leyes y acciones establecen  en museos, en viviendas, en estatuas,en calles y avenidas   la memoria de hechos y personajes de nuestra historia. En Guaduas, patrimonio nacional desde 1962, la nominación de calles y lugares tiene dos vertientes: la religiosa, que da nombre a barrios, plaza de toros y casas; y la patriótica, en  calles, oficinas y museos. 



Existe además una política sistemática para resaltar lo hispánico y que se traduce en la alabanza acrítica de los virreyes y a la Corte-se dice que aquellos personajes encontraban en Guaduas el clima y las condiciones para descansar-. Nada se dice del papel que jugaron como representantes de un imperio, de la represión que ejercieron sobre personas y comunidades. Es decir, se maquilla su imagen con el fin de venderla a los  turistas: "Desconfiamos de los móviles y los sueños del pasado.Si no les podemos agregar formol, debemos neutralizarlos haciéndolos cursis o infiltrándolos analíticamente".

De igual forma se rinde culto incondicional a personajes con abolengos y apellidos, sin ninguna perspectiva crítica. El libro de don Alberto Hincapié, La Villa de Guaduas, es una narración a paso de vencedores de personajes privilegiados. Nada se habla de los de a pie ni se mencionan acontecimientos populares de protesta. En caso de aludir a alguien, se lo hace de manera anecdótica. No obstante, sigue siendo el referente obligado cuando se quiere aprender sobre el devenir de la tierra de Policarpa.

Como todas las situaciones humanas, existe un ángulo positivo. Impedir el deterioro  y el afeamiento de un sector, otorgarle estatus y estilo al municipio, crear un sentido de orgullo por lo local, fortalecer el arraigo por la patria chica. En esto han influido  el Centro de Historia, Jorge David Rubio y Alicia Hincapié.

Asistí a una reunión convocada por la administración municipal y la empresa que instala el gas domiciliario al municipio.  Hasta el momento, el sector histórico del municipio no tiene derecho a este servicio, porque los contadores, que se ubican en la pared del frente de las casas afecta la fachada. Lo lamentable es que el Ministerio de Cultura no plantee una alternativa que nos permita gozar del servicio, y los trámites para obtener el permiso duran de uno a dos años. 

Comparto el afán de conservar la zona histórica de Guaduas por ser de una belleza especial. Sin embargo, lamento la falta de inversión y de iniciativas para mejorarla y hacerla más atractiva a propios y visitantes. Si bien es cierto que en el Plan de Desarrollo- en todos los planes de desarrollo-se  propone el turismo como uno de los ejes de la economía,  no se hace mucho para lograrlo. Y es absurdo impedir que servicios que facilitan la vida de las personas se nieguen por la intransigencia de normas que impiden sintonizar el pasado con el presente.

 En la mirada del pasado como una tradición a la cual se debe rendir culto está el origen de la exclusión social. Sólo ahora se empieza a cuestionar la vigencia de cargas históricas tan ligadas a la dominación y cuyo efecto es la pobreza cultural. La dinámica de las culturas populares, el reconocimiento a sectores y grupos ignorados y repudiados antiguamente, el nexo con culturas de otras latitudes, las culturas urbanas, la lucha de las mujeres por la igualdad,  nos permiten aproximarnos al pasado desde otra perspectiva.

Nada más cierto que las frases que abren el Heike Monogatari:

En el sonido de la campana del monasterio de Gion resuena la caducidad de todas las cosas.  En el color siempre cambiante del arbusto de shara se recuerda la ley terrenal de que toda gloria encuentra su fin.





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