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miércoles, 16 de noviembre de 2011




CUERPO, ENFERMEDADES, METÁFORAS

Miro la foto de Susan Sontag con su melena abundante, la belleza madura que seduce, su sonrisa generosa luego de elogiar el sistema de bibliotecas de Bogotá. De esto hace ya bastante tiempo, el que no ha podido borrarla de mis recuerdos, pues su obra y su posición intelectual contestataria le confieren un carácter perenne, imborrable.

Cuando vino a la capital colombiana, Sontag había superado un cáncer y parecía que su vida había retornado a la senda de la normalidad. Leí luego que la enfermedad había regresado de un corto viaje para instalarse definitivamente en su cuerpo. No le valieron a la intelectual norteamericana las quimioterapias, los remedios alternativos. Incluso fue capaz de acudir a brujos ante el desespero que le produjo el avance del cáncer.

Su libro LA ENFERMEDAD Y SUS METÁFORAS revisa de manera rigurosa los modos como la humanidad ha encarado a las enfermedades, en especial la tuberculosis y el cáncer: "Mi tema no es la enfermedad física en sí, sino el uso que de ella se hace como figura o metáfora". y añade: Aunque la mixtificación de una enfermedad tiene lugar en un marco de esperanzas renovadas, la enfermedad en sí (ayer la tuberculosis, hoy el cáncer) infunde un terror totalmente pasado de moda.Basta ver una enfermedad cualquiera como un misterio, y temerla intensamente, para que se vuelva moralmente, si no literalmente, contagiosa.Así, sorprende el número de enfermos de cáncer cuyos amigos y parientes los evitan, y cuyas familias les aplican medidas de descontaminación,, como si el cáncer, al igual que la tuberculosis, fuera una enfermedad infecciosa".

Solemos considerar a las enfermedades como invasores a los que hay que combatir, con un lenguaje bélico propio de un conflicto entre naciones. Aeronaves de extraterrestres cuya finalidad es el exterminio de la raza humana. Surge entonces un discurso demoledor desde la medicina, con ataques planificados, estrategias de lucha para destruir al extraño que osa profanar nuestros cuerpos. Y si bien es cierto que la medicina ha avanzado de manera impresionante en la prevención y control de las enfermedades, el manejo y la proyección social avanza desde los escritorios de empresas de publicidad, laboratorios y empresas de salud que crean expectativas, ambientes y necesidades de consumo.

Es en las enfermedades donde se manifiesta mejor el carácter primitivo y mítico que pervive en el hombre contemporáneo. Remedios asociados con características de animales-el chulo y la culebra en la cura del cáncer, el caldo de palomo para recuperar a los enfermos-. Existe también una corriente alternativa que aborda la enfermedad desde la mirada natural y antiquímica: frutoterapias, terapias con flores, plantas a las que se les atribuyen propiedades curativas excepcionales-uno de los últimos, el noni-. Hace algunos años asistí a un consultorio de un afamado especialista graduado en Oriente, quien me trató con acupuntura. Al finalizar la sesión me dijo:- ¿Trajo la foto?- Y ante mi asombro me explicó que la requería para continuar el tratamiento a distancia.

Tienen las enfermedades la virtud de acallar el poder de los poderosos. La soberbia revestida de proyecto mesiánico se desploma ante la evidencia del deterioro y la cercanía de la muerte. Ante la enfermedad, No hay Chavez ni Reagans que valgan. La enfermedad transforma al ser humano, lo despoja de sus vanidades y lo aproxima a fronteras desconocidas. El dolor y el deterioro físico se encargan de recordarnos nuestra condición mortal y nos aproximan a las preguntas nunca respondidas, de dónde venimos, hacia dónde vamos. La angustia se llena con la nostalgia y el miedo de perder lo que amamos, en especial nustra vida, y la sofisticación de nuestros motivos se reduce al máximo. Muchos dirigen sus ojos hacia el cielo y esperan el consuelo de un dios todopoderoso.

En un puntito invisible del universo habitamos miles de millones de seres marcados por la única asignatura permanente, la de vivir, hasta el día en que cada uno de nosotros se convierta en polvo. Rueda la esfera indiferente, sublime, bella. Las estrellas hacen guiños en el cielo y de una casa brota el humo del fogón. En un río, los animales abrevan y se oye el canto solitario de un ave en el monte. Muy lejos de allí, el colorido de las luces urbanas en la noche oculta los pesares de una mujer enamorada.

Basho escribió:
Habiendo enfermado en el camino
mis sueños merodean
por páramos yermos.


E Issa, dolorido, dice:
El rocío se desvanece:
en este sucio mundo
nada tengo yo que hacer


Amanece. Como hormigas, nos disponemos a iniciar el nuevo día. La noche, con sus fantasmas, se ha ido. Renacen la esperanza, la ilusión. El sol derrite el rocío y la sinfonía de las labores empieza el concierto. Hasta la noche. En el espacio infinito el puntito invisible gira sin descanso.














1 comentario:

  1. Dago, hoy retorno al blog tras una larga ausencia y me encuentro en primera plana con este hermoso texto. Fue afortunado al poder asistir al encuentro con Susan Sontag. Yo la conocí a través de sus libros y cuando escucho su nombre evoco una época de mi vida, hace más de diez años, cuando apenas era una estudiante de Psicología que soñaba con ser psicoterapeuta. Fue justamente el encuentro con la enfermedad el que introdujo un viraje en mi perspectiva profesional: cuando estaba en décimo semestre hice prácticas clínicas en el Hospital de la Misericordia, en Bogotá. En ése escenario, por primera vez reconocí la vulnerabilidad del ser humano ante la enfermedad, pues a la Misericordia acudían niños de varias regiones del país para recibir tratamiento contra el cáncer.

    Para mí, lo más valioso de esa experiencia fue compartir con niños que pese a la enfermedad, sonreían, jugaban y les escribían cartas a los médicos y a las enfermeras. Muchos de ellos afrontaron con una entereza admirable la muerte. Recuerdo particularmente a un niño que, sabiendo que el tratamiento no lograría curarlo, se dedicó a vivir a plenitud los últimos días de su vida y a ayudar a sus padres a elaborar el duelo.

    Creo que ante la enfermedad surge el carácter primitivo del ser humano porque muchas veces no existe otra salida: ¿cómo explicar que el niño de tres años se enferme de cáncer? A veces el dolor supera los límites y entonces es necesario aferrarse a una esperanza.

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