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sábado, 2 de julio de 2011





ALBERCAS Y BAÑO




Converso con algunos amigos en la cafetería de Marta, mi exalumna, empresaria exitosa que apoya con gusto las actividades culturales de Guaduas. Lleva el nombre de LA TIENDA DE JUAN ESTEBAN, personaje cuyo padre donó los terrenos para la construcción de una recoleta que hoy conocemos como el Convento de la Presentación. El lugar es hermoso. En sus paredes, fotos y textos alusivos al café, diseñados y dispuestos con muy buen gusto. Y una máquina moderna para elaborar capuchinos, diversas variedades de café, algunas de ellas con licores . También ofrecen aromáticas de frutas, que son un deleite para el paladar. Un sitio que poco a poco va ganando clientela, gracias en especial a su tinto(café), que es delicioso, fresco y aromático.

Los temas van y vienen y uno me llama la atención: las albercas, esa construcción antigua en la que se recogía el agua, y era el deleite de los niños, que la convertían en piscina. Era frecuente oír que tal niño se había ahogado en una alberca, por lo que había que extremar las precauciones. Cada fin de semana, las mamás bañaban a los críos con todas las de la ley: estropajo, jabón de tierra y el rejo, pues a los chicos, cuando se trataba de baño en serio, les parecía una tortura.

Víctor Renán Barco, el político caldense-mejor decir el dueño de Caldas- gestor de muchas reformas tributarias, solía bañarse a totumadas, en una alberca que había mandado construir en su casa de La Dorada. Curiosa costumbre la del senador, cuya otro ritual consistía en comprar en la bizcochería El Néctar de Guaduas varias cajas de colaciones para sus amigos doradenses.

Las albercas servían para lavar la ropa, con jabón de bola . Las lavanderas golpeaban sobre el lavadero las prendas y las retorcían con energía, convirtiendo este oficio en la mejor manera de desarrollar un cuerpo vigoroso, suerte de gimnasio obligatorio y popular . Todavía existe esta costumbre en diversas regiones de Colombia, donde la pobreza no permite comprar una lavadora.

Un placer especial consiste en bañarse a totumadas. El golpe del agua, frío, produce una sensación única, corrientazo helado que estimula el cerebro, la caricia del agua recorre el cuerpo y la alegría baña nuestros pensamientos, torrente generoso que nos aproxima al placer. Algo así como morir y nacer. Alguna vez vi a una mujer bañándose en el río Guatapurí a platonados, con los gestos propios de un ritual amoroso. Como una diosa, extendía sus brazos y arrojaba el agua por su cuerpo y la tarde era más hermosa.

El baño a totumadas es jacuzzi popular que alivia los calores de los días y nos devuelve a ese instante en que somos uno y el universo.
Terminado el baño, el ambiente, bonancible, se llena de murmullos ligeros y la brisa acaricia la piel y recordamos las palabras de Basho, el gran poeta japonés:

AL OSCURECERSE EL MAR
LAS VOCES DE LOS PATOS SALVAJES
SON VAGAMENTE BLANCAS.

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