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jueves, 28 de octubre de 2010




DE HALLOWEEN Y DISFRACES


Pasado el bullicio del HALLOWEEN, sólo queda mirar con curiosidad lo que dejó el festín brujeril. De una celebración que comenzó siendo infantil, hemos pasado a toda una rumba carnavalesca, en la que disfrazarse constituye un imperativo ciudadano; atrás quedó la exhibición exclusiva de trajes infantiles, con chavos, supermanes, Shreks, mujeres maravillas, Toys, japonesas, conejos, princesitas. Hoy, toda joven que se respete exhibe prendas provocativas: enfermeras generadoras de infarto, colegialas pecadoras, cancanes que incitan al desenfreno. Los jóvenes,-y los no tanto- , acuden a referentes como Freddy Krugger, piratas, Superman, Batman. Y los lugares de encuentro se decoran con motivos de brujas y no dan abasto al sinfín de clientes anhelantes de disfrutar la noche, en aquelarres etílicos y sexuales en los que seguramente tienen buena aceptación los demonios que los Celtas pretendían ahuyentar con fuego.

-Satánico- gritan a voz en cuello las personas discretas y pudorosas que asocian esta celebración con prácticas demoníacas. -La tradición, la tradición- reclaman ofendidos a voz en cuello, y los intentos de convertir el HALLOWEEN en Fiesta de Los Niños- se estrellan ante la fuerza de una nueva tradición, más sofisticada y ostentosa en el consumo, que posibilita esa experiencia juvenil irremplazable del reconocimiento social.

-Profe, lo invito a la fiesta de disfraces- me dice un jovencito y me muestra una boleta. -Vale $300 pesos la entrada-. -Muy barato- le digo. -¿Y de qué se va a disfrazar?-me pregunta. Pienso y no encuentro respuesta. -tal vez seré un samurai- replico, no muy convencido. -Chévere, esos carros son una chimba- comenta, y me extiende la boleta. La agarro y me escabullo, presuroso. Como un samurai...sin frenos.


Desprovisto de connotaciones mitológicas antiguas, recargado con nuevas mitologías urbanas y plenamente festivo, el HALLOWEEN es propiciador de la rumba, ocasión especial para modelar aquellas prendas que exaltan los imaginarios colectivos juveniles y conectados con una tradición global, la que se genera alrededor del consumo. Los encuentros asignan los atributos de la fiesta: el juego, la seducción y la liviandad.

En relación con los niños, la curia intentó oponerse al HALLOWEEN, con el argumento de que esa tradición no correpondía a las tradiciones católicas de nuestro país. Y se devanaron los sesos las monjitas intentando torcerle el cuello al cisne neocolonizador, ora imponiendo disfraces basados en la tradición colombiana- Pombo en trance de salvador de la nacionalidad-, ora prohibiendo y arrancando los símbolos de una tradición "con visos diabólicos". Vano intento. Los niños, con sus padres convertidos en diseñadores espontáneos, azotan las calles con el estribillo conocido, pidiendo y devorando los dulces que causarán más tarde un buen dolor de barriga. Cada año, suben y bajan las acciones de personajes tomados principalmente de la televisión y del cine,- mineros y Polas- y hasta las profesoras se visten de ratoncitas, conejitas-castas, virtuosas-, en un festín que altera la cotidianidad, endulza el paladar de los niños y estimula la libido de jóvenes y adultos, para honra y prez de la nación.

La caverna contemporánea se halla en Los Angeles. Desde allí se extiende a casi todos los rincones del planeta. El Siliwood Valley del encantamiento, cantera inagotable de ídolos efímeros y perennes, tan modeladores del gusto contemporáneo. A su lado emergen los personajes de los animados japoneses, tan vanguardia, peterpanizados en sus figuras y en sus problemas. En vez de sombras, las luces multicolores proyectan las figuras de millones de personajes disfrazados que imprimen nuevas ceremonias al ritual eterno de la simulación y el juego.



























1 comentario:

  1. Observando a mi hijo y sus amigos, tratando de transformarse a través del maquillaje y sus trajes especiales, descubrí en la fiesta de halloween una nueva faceta, la del arte. El esmero que pusieron especialmente las niñas para maquillar a sus compañeros y darle a su grupo un ambiente de carnaval, me llamó la atención,no les interesó el tiempo, al que usted hace referencia en otro de sus textos, tampoco las veces del hacer y deshacer, lo importante para ellos era causar sensación cuando salieran a la calle donde estaba todo el pueblo reunido, entonces pude ver que los jóvenes ven este fiesta, de una forma muy diferente al pensamiento popular que despierta tanta alarma entre los grupos religiosos y algunos grupos moralistas de nuestra sociedad, que ven maldad donde no la hay.

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