Buscar en este blog

jueves, 3 de junio de 2010

LA CASA MUNDO

El Jardín Botánico de Nueva York realiza, durante los meses de mayo y junio, una exposición denominada Emily Dickinson's Garden. the Poetry of Flowers. Antonio Muñoz Molina escribió una reseña de esta exposición en BABELIA - PAÍS de España y señaló:

... Emily Dickinson vivió siempre en la misma casa en la que había nacido, y por una extraña virtud de su inteligencia y de su sensibilidad, da la impresión de que no dejó nunca de ver las cosas más comunes con la atención fascinada, con la mirada primitiva de un niño, lo cual no sólo resulta compatible con la madurez, sino quizás es un atributo necesario de la inteligencia.

Amherst, Massachusetts, (1830-1886) fue su morada. Allí vivió y escribió ,y su poesía se conoció luego de su fallecimiento. Entre el jardín y la huerta, entre las paredes de la casa paterna construyó Dickinson un universo apasionado, sensible

Yo jamás he visto un yermo
y el mar nunca llegué a ver
pero he visto los ojos de los brezos
y sé lo que las olas deben ser.

(Certidumbre)


En Colombia, un vate de origen nórdico, León de Greiff, escribió, con marcado acento intelectual y libresco:

NO HE VISTO EL MAR
...
LA CÁNTIGA ONDULOSA DE SU TRÉMULA CURVA
NO HA MECIDO MIS SUEÑOS;
NI OÍ DE SUS SIRENAS LA ERÓTICA QUEJUMBRE;

Los unía a ambos el amor por los libros, aunque sospecho que al colombiano noruego le apasionaba la erudicción, tal vez como resultado de las travesías intelectuales y geográficas de su vida. En cambio Dickinson pensaba que

para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel;
y se viaja mejor en el poema
que en el más rápido y brioso corcel.

(ensueño)


¿Qué relaciones establecía Dickinson en su huerta y en su jardín, que le permitían elaborar con fineza complejas interpretaciones de la vida, de los seres humanos y de la naturaleza? Imagino una manera de aproximarse a las cosas mediada por la belleza evidente del ambiente rural de su casa, con flores que transportaban los secretos ocultos en sus pétalos, y que recogían en la pequeña dimensión de su cuerpo el universo

Es cosa tan pequeña nuestro llanto;
son tan pequeña cosa los suspiros...
Sin embargo, por cosas tan pequeñas
vosotros y nosotras nos morimos

(Pequeñeces)


Soledad, introspección, sensibilidad fueron sus recursos para interpretar el mundo, y un silencio volcánico convirtió sus pensamientos en poemas, pequeños capullos que sólo florecieron después de su muerte. Con su enorme capacidad para percibir relaciones invisibles en las cosas, alcanzó la seguridad que otorga la inteligencia atenta:


Con Dios jamás he hablado
ni lo visité en el cielo,
pero segura estoy de adónde viajo
cual si me hubieran dado el derrotero.






2 comentarios:

  1. Que buen artículo.
    E.D., una de mis poetas favoritas.

    ResponderEliminar
  2. Nunca he leído a Emily Dickinson, pero los fragmentos citados en este texto fueron suficientes para que su escritura me sedujera.

    Me encanta la idea de que entre su jardín, la cocina y la habitación ella encontrara tal riqueza. Sin duda alguna, lo simple o, más aún, lo cotidiano, esconde delicados tesoros que la mayor parte del tiempo pasan inadvertidos.

    ResponderEliminar