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viernes, 15 de enero de 2010


SEXO, PALABRAS Y SILENCIOS

Chesil Beach es el título de una novela del escritor inglés Ian McEwan.Sus personajes, Florence yEdward, son una pareja de jóvenes que se han casado y han decidido pasar su luna de miel en un hotel en Chesil Beach.Hasta ese momento, no ha habido sexo en la relación. Florence detesta el sexo y sufre al pensar en la penetración. Edward, graduado en historia, desea, por supuesto, dar rienda suelta a un deseo reprimido durante mucho tiempo. Al final, la pareja se separa. Florence no ha logrado superar su "frigidez".

La historia transcurre en un día de julio de 1962, en la alcoba del hotel y en la playa. Y se enmarca en un periodo de transición, en el cual Edward muestra una relación más cercana a la cultura popular:"Su único pasatiempo espiritual serio era oír música, aquellos blues eléctricos con garra que habrían de constituir los auténticos precursores y el motor vital del rock and roll inglés; esta música, opinó toda la vida, era muy superior a las tonadillas visionarias de tre minutos de music-hall que, procedentes de Liverpool, cautivarían al mundo pocos años más tarde". Florence, hija de una pareja de clase media alta y practicante del violín, "...estaba en el otro lado de la ciudad, cerca de Albert Hall, en una gazmoña residencia femenina donde apagaban las luces a las once y las visitas masculinas estaban prohibidas a cualquier hora, y y las chicas salían y entraban constantemente de las habitaciones de las otras. Florence practicaba cinco horas al día e iba a concierto con sus amigas".





La novela dramatiza de manera sensible la contradicción que se establece entre el deseo de Edward y la repulsión al sexo de Florence, mediada por las palabras que afloran y ocultan el deseo(Edward) y el asco(Florence). Palabras velo que cumplen la función de la contención y de lo políticamente correcto en el plano de las relaciones sociales.

El humor aflora de manera constante por las situaciones embarazosas de los personajes (la descripción de los besos, la comida en el hotel) y sus pensamientos que se traducen de manera cómica en palabras fachada, ajenas a lo que ocurre en el interior de cada personaje.

Invito a los lectores del blog a leer esta obra deliciosa de Ian McEwan.









3 comentarios:

  1. Muy buena la reseña, Dago. Yo agregaría algo: hay un momento en el que Florence le propone algo osado a Edward (lo escribo como lo recuerdo): "si tu quieres, si tu deseo es tan fuerte que necesitas acostarte con otras mujeres para estar tranquilo, hazlo. Yo estoy contenta con tenerte a mi lado y poder tocar el violín. No pido más". Edward, muchos años más tarde, cuando ya no es un pecado hablar de sexo y acostarse con una mujer es mucho más fácil, piensa que la propuesta no era tan osada y se arrepiente por no haber aceptado y haberse quedado para siempre sin su amor.

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  2. Diego: creo que interpretas de manera lineal las ideas de Edward. en mi opinión, lo que Edward, maduro, plantea es algo del siguiente tenor: El deseo reprimido, contenido, se agota en su realización, tal vez el deseo verdadero es aquel que se extiende a lo largo del tiempo, es decir, aquel deseo pausado, tranquilo, que no tiene un objeto único para su materialización.Lo que Edward plantea tiene que ver más consigo mismo que con Florence. El recuerdo, la añoranza, permiten la distancia y en ese proceso se descubre una verdad: la pasión se agota con el tiempo y al final otros senderos permiten al ser humano explorar su condición de ser placentero, gozoso.

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  3. Dago, yo creo que yo no estaba interpretando. Puse la escena tal como la recordé, porque precisamente es un punto crucial en la novela. Es el punto en que a uno, como lector, le vienen a la cabeza muchas interpretaciones, como la suya, que me gustó mucho. A mí lo que me planteó fue el problema de la convención. La cuestión es si alguien se atrevería a amar de manera distinta en esa época. Y la respuesta para Edward en ese momento fue un rotundo no. Ganó la convención. Eso me puso a pensar en que la manera en que nos enamoramos, en que vivimos el estar enamorados, es en ocasiones un ajuste al protocolo. Si el amor fuera solo de los enamorados, tal vez no habría problema en aceptar mil y una formas de amar. pero no, el amor es de los enamorados y de quienes conocen a los enamorados que opinan sobre lo que está bien y lo que está mal que hagan ellos. Mi pregunta es si en esta época las cosas siguen igual de etiquetadas. Mi respuesta, viendo los numerosos casos de homicidios pasionales, divorcios, chismes, es que, en general, sí.

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