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viernes, 22 de enero de 2010


MIS VECINOS

MIGUEL

Miguel se levantaba temprano. A las cinco, se encontraba con sus amigos e iniciaban un recorrido por las calles de Guaduas. Era su hora de ejercicio, que incluía las paradas en tienditas humildes. Allí, sentados en butacas, iniciaban el ritual sagrado: -Vecina, sírvanos lo de siempre- . Y la señora, hacendosa, servía copas de aguardiente a estos atletas tempraneros. Una o dos copas para cada uno, matizadas con esencia de lenguas viperinas. Risas, chanzas, otro recorrido breve y de nuevo el ritual:- Vecina, lo de siempre-.

PEPE

Coca cola y mojicón, la fórmula infalible para crear historias que fluían como un riachuelo desbocado. Bustrofedón local, poeta de la cotidianidad, notario de acontecimientos esparcidos a lo largo del tiempo. Su memoria formidable le permitía derrumbar las vanidades personales, con un humor tan eficaz como un tiro en la cabeza. Terror de las familias que se consideraban de mejor familia que los demás mortales-familias de azucar- decía Pepe, en oposición a las familias de panela- los de abajo-.

MI VECINA

Dicen que llegó de Honda. Instaló un hotel frente a mi casa, con la expectativa de alojar a los conductores de tractomulas que transportan petróleo. Las mujeres de mis amigos andan molestas con mi vecina. Su sonrisa abierta, , la coquetería generosa de una mujer madura que conoce muy bien a los hombres, y una alegría que le permite rumbear a toda hora, han causado desconcierto y admiración en la cuadra. Yo la miro, curioso, y ella no me devuelve la mirada. ¿Pensará que la censuro? Algún día espero hacerle un reconocimiento a sus servicios prestados en favor de la construcción de una sociedad libertaria, la que considera que más importante que el trabajo es el ocio, que más revolucionario que la fe es el humor y que no existe nada mejor que el intercambio libre de deseos, de sonrisas y afectos. !Viva la revolución!!

Invito a los blogueros a participar con relatos de vecinos.











2 comentarios:

  1. no conozco a mis vecinos. A veces, cuando estoy en algún lugar de mi apartamento, los escucho. Conozco más sus voces que sus figuras, no se cómo son sus caras. Pero intento imaginármelos. En ocasiones una mujer grita a su marido que es lo peor que le ha pasado, que se vaya de una vez, y llora y llora... A él no le conozco la voz, pero creo que le pega de vez en cuando. A ella me la imagino como una mujer flaca, triste, resignada, con cabello negro largo, vestida con una túnica blanca, como de otra época. ¿Por qué me la imagino así? No conozco a nadie así, sería difícil encontrarlo. Cuando me encuentro con alguien en la puerta del edificio me es imposible pensar que lo he escuchado. No logro conectar las voces con las caras. Afuera todos somos tan normales... "buenos días". Tal vez no sean buenos para esa persona, tal vez no sean buenos para mí, tal vez pudo pensar: "qué tienen de buenos". Basta entrar a las cuatro paredes para ser el otro, el temido otro, el que se quita la máscara. Las vidas de mis vecinos me llegan por partes: que se quemó el arroz, que se desmayó el niño, que hay un traqueteo en el dormitorio de arriba, que alguien toca el timbre. Mis vecinos me cuentan parte de la historia, el resto y lo anterior me lo imagino. Conozco tantas cosas pequeñas de mis vecinos, ellos conocen tantas cosas pequeñas de mí... La cercanía nos ha alejado para siempre.

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  2. En Guaduas tengo una vecina que es todo un personaje. Es un policía frustrado, siempre avisa a la autoridad municipal la presencia de eventos extraordinarios: Que un camión pasó muy cerca de una casa y quebró dos tejas, que llovió oro inexplicablemente del cielo, que vio a dos "sujetos" merodeando por la acera con cara de malicia, que hay un misterioso carro parqueado por varias horas al frente de la casa del lado (Que resultó no ser un carro bomba, sino una bomba de chisme, dado que el dueño de aquel auto era el amante de otra vecina).
    Además de sus habilidades de Sherlock Holmes, mi vecina también tiene una capacidad asombrosa para memorizar y narrar chistes, le encanta encontrar interlocutores a quienes pueda contarles sus cuentos, pícaros, morbosos y atrevidos, sin importar si ese interlocutor resulta ser el propio sacerdote del pueblo. Qué tristes serían los vecindarios sin esos personajes,que llenan de chispas luminosas el ébano de la monotonía ¿Seremos el personaje extraño de algún vecino o vecina?

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