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jueves, 11 de abril de 2013






 EL MUSEO DE LA INOCENCIA

 Los restos del amor se guardan  en un rinconcito del cerebro, y cada cierto tiempo brotan  como las flores de mayo. La pérdida, el abandono son náufragos sin esperanzas. A medida que transcurren los días, la costa se aleja de nuestra visión y las agitadas aguas del presente atacan el frágil bote de la ilusión. Como destellos fugaces, surgen en nuestra memoria la imágenes  de  labios delineados con aquel carmín que tanto nos apasionaba, el bolso de cuero que portaba con tanta elegancia, el gorrito de lana en esas tardes frías, el pocillo donde se bebía el tinto de la mañana, los ojos, esos ojos que durante tanto tiempo fueron el faro seguro para atracar en puerto amor.

¿Y qué tal un museo que albergue todos los objetos que hicieron posible ese amor? Orhan Pamuk, el nobel turco, ha escrito un libro llamado El Museo de la Inocencia, relato pródigo que narra el amor de Kemal, un burgués de Estambul, y Fusun, una pariente pobre. A lo largo de setecientas páginas se desarrolla una historia cuyo hilo conductor son los objetos que Kemal guarda de su amada, la mayoría robados, luego consentidos por la chica y sus padres.


Cierto día, Kemal descubre a Fusún en la boutique Champs Élysées  en Estambul y a partir de ese momento se inicia una pasíón obsesiva por la chica. Apesar de estar comprometido con Sibel, burguesa que posa de liberal,  la atracción por su pariente lo hace romper con el compromiso matrimonial, que a su vez conduce a la desaparcición de la amante. Los escasos meses en los que juntos dieron paso a una pasión encendida en el edificio Compasión bastaron para hacer de Kemal un obseso :

 Poco antes de las cinco, todavía acostado, recordé que tras la muerte de mi abuelo, mi abuela, para soportar el dolor, no solo había cambiado la cama, sino la habitación entera.Haciendo uso de toda la fuerza de mi voluntad pensé que debía deshacerme de aquella cama, de aquella habitación,, de todos aquellos objetos que crepitaban por sí solos  con una agradable veteranía y olían a pefume de amor feliz.Pero lo que me apetecía era justo lo contrario, abrazarlos.

...Al entrar me dirigía a objetos que me recordaran el placer de haber estado junto a ella, la taza de té,el pasador de pelo olvidado, la regla, el peine, el bolígrafo, o buscaba entre las cosas que mi madre había tirado allí por viejas o inútiles aquellas que Fusun había tocado, con las que había jugado, las que se habían impregnado del olor de su mano, y ampliaba mi colección reviviendo ante mí  mirada cada uno de los recuerdos relacionados con ella.


Después de la separación, transcurre un buen tiempo hasta que localiza a Fusun. Se ha casado, vive en casa de sus padres con su marido y a partir de ese momento, acude todas las noches a visitarlos. No cuento mas, porque les daño el placer de descubrir por ustedes mismos una historia fascinante.

El Museo de la Inocencia es, además de un tratado amoroso, el registro de las transformaciones de Estambul, tanto en la arquitectura como en la política, los negocios, el arte, las costumbres. La  tensión entre los modelos occidentales y la tradición musulmana se explicitan en el comportamiento de la clase social de Kemal, ansiosa de mostrarse muy liberal en las costumbres, en un proceso complicado en el que las uñas de los rígidos principios musulmanes asoman a cada rato.



Orhan Pamuk ha organizado un museo en el que aparecen los objetos mencionados en el libro: 

 La colección de objetos que yo había empezado a reunir en torno a esta época sería el vehículo, en el museo, de la historia de las familias y de los amantes apasionados. Por un lado, la novela ofrecería un relato realista de la emocionante historia de los amantes —como la historia de Leyla y Mecnum, la versión otomana de Romeo y Julieta— y, por otro, el museo iba a ser un lugar donde objetos de la vida cotidiana en Estambul en la segunda mitad del siglo XX serían desplegados en una atmósfera especial.(Pamuk, entrevista ).


Para Pamuk, los museos se han encargado de ofrecernos una idea de nación:

  En consonancia con esa misión sancionada por el Estado, y compartida por la escuela, de contarnos la "historia nacional” en la que se supone que debemos creer, estos grandes museos contenían exposiciones autoritarias de objetos diversos cuyo propósito no terminábamos de comprender, y que pertenecían a reyes, sultanes, generales y líderes religiosos cuyas vidas e historias estaban muy alejadas de las nuestras.


De lo que se trata entonces es de convertir los museos en lugares donde la cotidianidad de las comunidades se manifieste por medio de aquellos objetos cotidianos, desprovistos de la retórica oficial, en los que las personas se identifiquen y comprendan el carácter actual y dinámico de sus historias. Un museo se convierte entonces en el escenario propicio para dialogar con el mundo cambiante y sensible.


Idea Vilariño, la poeta uruguaya escribió:
 “Hoy el único rastro es un pañuelo / que alguien guarda olvidado / un pañuelo con sangre semen lágrimas / que se ha vuelto amarillo”(Idea Vilariño)

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