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jueves, 18 de abril de 2013






 LOS AGUJEROS NEGROS


La literatura infantil es un universo que se renueva de manera constante, no sólo en sus temáticas sino en la manera de contar las historias. De  reyes y reinas, príncipes, princesas y vasallos que urden tramas en reinos  misteriosos y mágicos,se ha pasado a nuevas peripecias  en las que los lugares que se nombran corresponden a ciudades futuristas, con relatos cargados de personajes tecno, en ambientes en los que se evidencia el deterioro ambiental y los conflictos humanos. Lo interesante radica en que ambos estilos logran impactar la mente de los niños y adultos que se aventuran por las sendas de los relatos infantiles y juveniles.


Yolanda Reyes, bumanguesa nacida en 1959, es una escritora muy conocida en las aulas de primaria y bachillerato de Colombia. El terror de sexto B, uno de sus libros, se ha leído por mucho tiempo, dado el escenario en que transcurre el relato y lo apasionante de la historia. Ella ha sido una infatigable promotora de  la lectura desde el colectivo "Espantapájaros taller". Alfaguara publicó hace algunos años una colección de relatos con el propósito de hablarles a los niños sobre los derechos humanos y Yolanda se encargó de uno de ellos:

El libro surgió hace varios años, dentro de una colección que publicó Alfaguara, en la que se le pidió a autores de diferentes países que escribieran un cuento alrededor de un derecho de los niños. Año 1999, en Bogotá, y mi derecho era: «los niños tienen derecho a ser los primeros en recibir protección y socorro». Todo el mundo me aconsejaba que hablara de una ranita y el perrito al que le pasó tal o cual cosa, y yo me decía: «Yo no sé hablar de perritos ni de ranitas a las que les pasan cosas». Un domingo le dije a mi esposo: «Yo no puedo hacer esto, yo no lo sé escribir, mañana por la mañana le digo a mi editora que contrate a otro escritor». Justo ese día Héctor Abad Faciolince había publicado en las lecturas dominicales del diario El Tiempo una cosa preciosa que se llamaba «Notarios en tiempos de guerra»: hablaba de que crecer en Colombia era una cosa tan loca. Su padre, de izquierda, había sido asesinado por la derecha, seguí leyendo su artículo y decía «y la mano de mi padre en el bosque, caminando por el campo [...] y yo me acuerdo de ese niño de siete años». Esa imagen de esas manos de ese niño y ese padre, esa mano grande y esa mano pequeña, y el niño mirando el mundo con asombro fue lo que me prendió una luz.(Entrevista a Yolanda Reyes por Mónica Kiblansky, en el portal de Ministerio de Educación de Argentina).


Los agujeros negros , así se llama su libro, se publicó en Colombia en 2005 y  el origen de la historia, nos cuenta Yolanda, obedeció a un hecho doloroso:

Y así llegó la historia de Iván. Debe tener ahora unos 8 años, hijo de unos investigadores del CINEP, Mario Calderón y Elsa Alvarado, a quienes mataron por esa época. La noticia había salido en el periódico. Habían entrado en la casa por la noche, un departamento de clase media en Bogotá, como el de cualquiera de nosotros, y habían matado a esa pareja, y el hijo de dos años se había salvado. Me imaginé a esa mamá en el último instante de su vida, ante el estruendo de las balas, poniendo a salvo a su criatura dentro de un armario; como en el cuento «Los siete cabritos». Entonces le dije a mi esposo: «Cambié de opinión, voy a aceptar escribir el cuento», y me preguntó: «¿Qué vas a contar?» y le dije: «La historia de los investigadores del CINEP, a los que los asesinaron los paramilitares». «¿Cómo?», me dijo. «¡Sí!», dije, «le voy a decir a mi editora que esa es la historia que tengo para contar y que si le parece muy fuerte o políticamente incorrecta que consiga a alguien que hable de un sapito». Mi editora me dijo que entonces esa era la historia y así empecé a escribirla, y me salió.(Entrevista...).



¿Cómo contar, a partir de un crimen infame, una historia que logre superar el morbo y el melodrama? Creo que la historia contiene elementos en los que la vida aparece plena, albergando el mundo interior de los personajes, y la relación entre el niño y su abuela nos devela territorios llenos de poesía y esperanza.Como fondo del relato, el Páramo de Sumapaz, fuente de vida por cuyas ladera corren fuentes de agua que Elsa y Mario quisieron defender un día.

Recomiendo de manera especial este libro, tan actual en su temática y tan universal en la manera de contarla.

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