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jueves, 14 de marzo de 2013






CALZADO FEMENINO A LA ORDEN

Cuentan que Imelda Marcos, esposa del dictador Ferdinand Marcos, poseía tres mil pares de zapatos, por lo que se adecuó  una habitación especial de su palacio para guardarlos. Los zapatos, esos complementos de nuestros pies, han sido objeto de atracción especial a lo largo de la historia humana.



En la foto superior, aparecen dos mujeres poderosas: Angela Merkel y Cristina Kirchner, mandatarias de Alemania y Argentina respectivamente. La imagen-si no es producto de un montaje- tiene mucha tela de dónde cortar. La germana, representante del país más poderoso de Europa, lleva puestos unos zapatos desgastados y su traje es sencillo. La argentina luce un traje de marca y ni qué decir de los zapatos. Metáfora visual que ilustra bien sobre el estilo de los dignatarios latinoamericanos, siempre a la moda,  ostentosos y con el sello inconfundible de la burguesía excluyente de nuestro continente.¿qué pensará la señora Merkel ?

No hay utensilio  femenino que concite mayor atención que los zapatos. Estos demandan  el cuidado y la dedicación de las mujeres, pues de ellos depende eso que llamamos el porte. Unos tacones altos elevan la estatura de la mujer, le dan estilo y resaltan las prendas.Para muchos hombres, acompañar a una mujer a comprar zapatos es la tortura mayor: medirse varios pares, volver a medírselos, descartar esos, volver a probarse aquellos que se desecharon y finalmente un :No, gracias. ¡y sigue la búsqueda!


Los zapatos femeninos han sido además un objeto de atracción sexual, fetiche poderoso que atrapa hasta al más renuente. Los tacones, que fuerzan al pie a adoptar posiciones incómodas, cumplen con la función de atribuir a la mujer la esbeltez y el ritmo suficientes para seducir y conquistar. Por supuesto, sirven de igual manera como objetos de castigo erótico  a los masoquistas.


Durante varios siglos, las mujeres deformaron sus pies en Japón, pues los pies grandes eran mal vistos por ser considerados como carentes de belleza. Desde niñas, las mujeres se ponían en los pies aparatos  que deformaban su crecimiento normal . Muchas mujeres que los enfundaron en calzados diminutos para solaz de los hombres, terminaron enfermas y sometidas a dolores y malformaciones terribles.¡Ah, hombres!


Confieso sin verguenza-confiese, sinverguenza- que a mí me encanta observar a las mujeres luciendo la enorme variedad de calzado existente hoy: desde zapatillas  hasta zapatos bajos, pasando por sandalias, botas, tenis. La calidad en la confección ha logrado aliviar los malestares de los antiguos zapatos de tacón, añadiendo una plataforma que ubica mejor el pie.  Y los zapatos bajos utilizan materiales flexibles, que  los convierten en guantes.


Extraño hábito el de nosotros los humanos, mediando cada experiencia para  convertirla en fetiche. Los zapatos- cuya función de uso consiste en aliviar las penurias de un pie expuesto a las condiciones duras del terreno- han alcanzado el grado de objetos de veneración, armazones  que adquieren poder por la magia de las marcas prestigiosas.

Una mujer camina por la ribera de un río. Se detiene, se despoja de su calzado e introduce los pies en el agua fresca. Una sensación de libertad le recorre su cuerpo. La caricia suave del agua la convierte por un instante en sirena.








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