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domingo, 13 de enero de 2013




EL LADRÓN DE RECUERDOS

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Luego del ascenso al Alto de la Mona, cuando el bus comienza a descender por una carretera sinuosa hacia Puerto Bogotá-Honda, aparece, majestuoso, el inmenso valle del Magdalena. Una línea amarilla atraviesa, a lo lejos, el valle. El niño abre sus ojos, asombrado. ¡Es el río Magdalena!, piensa y estira su pequeña cabeza para divisarlo. A medida que el bus desciende para alcanzar el plan de Rioseco, el río se muestra con mas intensidad. Esa enorme masa de agua  asusta al niño, que se aferra al brazo del asiento. Al llegar a Puerto Bogotá, la emoción le produce  lágrimas de alegría: cruzar el puente Andrade, pasar por encima de una corriente de agua que atraviesa el país de sur a norte, ver a los pescadores arrojar sus redes, sentir en la piel la caricia ruda  de calor que le golpea las mejillas. Esas imágenes permanecerán  en su memoria a lo largo de su vida.

2
Lo que recuerda de aquella noche son sus ojos, "llenos de chispa al comienzo, luego alternativamente pensativos, vacíos y cansados, con los músicos que tocan  despreocupadamente, brindando sin descanso al gran escritor los vallenatos de su juventud caribeña". Luego, lo volverá a ver de nuevo . Alguien le presenta al escritor. Al aludir al río Magdalena, "El viejo escritor , sentado en el patio de un hotel de lujo, reaccionó a la mención del río, con un sentimiento profundo que  yo no esperaba... Los otros que habían venido conmigo al patio, sorprendidos por la atención que el escritor me prestaba, se fueron acercando, impacientes de conocerlo  ellos mismos. Uno le dijo que sus libros lo habian motivado a iniciar una vida en la literatura; otro se presentó como la persona responsable de la primera traducción al catalán de Cien años de soledad..".Yo recuerdo todo sobre el río, absoultamente todo, me dijo, comportándose como si no hubiera nadie mas en el patio.."los caimanes...los manatíes..."(The robber...). 
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Dos textos, dos memorias de la existencia de un río eterno. Un niño y un ser extraordinario, en el ocaso de su vida. Para el niño, la memoria personal. Para el nobel, memoria convertida en hecho colectivo, asunto de ficción que ha dado la vuelta al mundo. Alguien, en algún remoto de la geografía planetaria, descubre la existencia de ese mundo fascinante. Y decide por su cuenta venir a conocer de primera mano la fuente acuática de la que brota la vida de una nación enclavada en los Andes.

Michael Jacobs publicó en el 2012 el libro The robber of memories.A river journey through Colombia (el ladrón de recuerdos. Un viaje por el río a traves de Colombia),  Granta Books, 2012, y que tuve el privilegio y la fortuna de leer gracias a la complicidad de Diego Andrés, siempre atento a complacerme con
las cosas que amo. A lo largo de un mes recorrí  con fervor sus páginas llenas de provocación, antorcha que avivó mis recuerdos del Magdalena.


Fue la lectura de la obra de García Márquez el detonante de una búsqueda personal, una curiosidad convertida en obsesión: conocer el río por cuyas aguas navegaron el barco de vapor que alojó el amor de Florentino y Fermina,  las canoas, los ferries que han transportado personas y objetos; conocer el río que atraviesa un país y ha servido  de tumba flotante a la multitud de víctimas casi siempre anónimas de las  historias de despojo y violencia; por cuyas aguas han circulado los pianos de cola y los racimos de plátano y yuca,  autopista acuática en la que se tejen y destejen  los sueños de hombres y mujeres humildes, cuya riqueza radica en las vivencias que otorga un paisaje cautivante.

El prólogo es fascinante.Jacobs cuenta cómo a lo largo de varias noches ve  a García Márquez en diferentes lugares, Recuerda su mirada, sus  gestos, la música, sus amigos y familiares,  la gente que desea saludar  al escritor y su encuentro marcado por la mención del río Magdalena, la promesa de un encuentro en la casa de Márquez para continuar la conversación, los comentarios de unos amigos: "obviamente lo encontraste en uno de sus días mas lúcidos...el probablemente habrá olvidado  mañana todo lo que dijo . Ni tendrá idea de quién eres tú".


"Pero yo no olvidé" , dice Jacobs. Y relee  a Cien años de Soledad, y la relectura le ofrece una perspectiva nueva: la obra no es el ejemplo supremo de la capacidad de un pueblo para olvidar su pasado; ahora le parece que es , por el contrario, una muestra de los"extraordinarios poderes de la premonición... Recordé sus ojos como estaban tarde esa noche, cuando se habían convertido en los ojos de un caimán, mirándome de de tal manera que me parecía que nada escapaba a su atención, que podían ver a través de mí y leer mis pensamientos,y que me estaban ofreciendo la bendición para un viaje que había empezado esa noche en mi mente, riberas arriba de un río que era una metáfora de la memoria...".






1 comentario:

  1. Cien años de soledad es fascinante, y lo más interesante es el impacto, y la curiosidad que logra en los lectores. A muchos extranjeros, los ha hecho venir a nuestro país, y enamorarse de nuestros paisajes.
    Paola

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