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jueves, 18 de octubre de 2012



 SER NIÑO, SER ADULTO 

Sabido es que los niños descubren los secretos que los adultos intentan resguardar tras las puertas cerradas, los pestillos asegurados, las seguros inviolables. Cuando los padres creen que ya ha cesado el bullicio y los chicos dormitan agotados por el cansancio del juego interminable, dan paso a los juegos amorosos, las charlas secretas, las riñas postergadas hasta la noche. Esa puerta que se cierra y la curiosidad que la abre define la frontera entre la infancia y la adultez.

Son los niños exploradores incansables que a cada paso descubren tesoros encantados, mapas secretos que conducen a regiones en los que reina el misterio. Esa etapa de la vida es como el título de un  poema,  el rayo que no cesa. Deslumbramiento y asombro en cada paso que se da, aprendizajes vitales en los que el maestro es la vida. 

¿Qué tanto de lo que descubrimos y aprendemos en la infancia permanece inalterable? ¿ qué tanto de lo que asumimos en determinado momento como permanente desaparece de nuestras vidas? Ese amigo inseparable de la infancia al cual volvemos a ver al cabo de muchos años, con su carga de adultez de la cual han desaparecido la espontaneidad y la generosidad, aquella tiendita que entonces nos parecía la gloria, aquella chica espontánea con la cual nos bañábamos en el río, la cancha de fútbol. Ah, la edad adulta. Pareciera que fuera un periodo extenso en el cual nos dedicamos a pisotear el cuadro multicolor de la infancia y la adolescencia.

Existen aprendizajes vitales que ocurren en la infancia y la primera adolescencia, revelaciones sobre el amor, el deseo, la solidaridad, el juego, la alegría. De igual forma, la búsqueda incesante de vivencias acerca a los niños y a los chicos a la muerte. Un baño en aquel pozo en el cual estuvimos a punto de ahogarnos, el reto de atravesar un tubo situado muy alto sobre una quebrada, la caída de un árbol, una estrellada en bicicleta, una riña en la que alguien saca una navaja, un disparo dirigido a los robanaranjas.


Creo que el aprendizaje más difícil se da cuando se descubre el mundo de los adultos. Las normas que impiden la libertad absoluta, los regaños por cosas que nos parecen absurdas. Aparece entonces un universo más enredado que el que habita los sueños de los niños: el engaño, la trampa,los celos, la mentira, el deber, la rutina, la envidia,las convenciones sociales, el trabajo, asuntos que definen la irrupción del chico en  el escenario de las tragicomedias adultas.

Ese cuadro descrito semeja  el paso que se da entre la lectura de  Alicia en el País de las maravillasMacbeth. Viene entonces una prueba mas intrincada y peligrosa: aprender a desenvolverse en un territorio lleno de peligros, trampas y zancadillas. Se abandona la magia de la infancia y se entra en la guarida de los ladrones.

El principio de la realidad adulta posee, es verdad, el encanto del viaje por terrenos llenos de cocodrilos.A falta de vuelos en alfombras mágicas, buenas son ideologías. La seguridad que otorgan las creencias nos da valor para sufrir una muerte y mil muertes mas. De puertas para adentro, un reducto donde se aspira a vivir de manera plena los gustos que en público se rechazan.


Al dogmatismo de las creencias hay que añadirle  el consumo, esa invención del capitalismo que nos convierte en seres neuróticos y ansiosos. Comprar es un imperativo moral, la meta suprema que nos convierte en seres integrales.

¿Significa lo anterior que la adultez es una fase basada en el engaño, la codicia  y la simulación? En buena parte, sí. Existe otra  que le otorga aliento y sentido a los seres humanos: el amor por los hijos, la solidaridad con innúmeras causas, la espontaneidad que surge en un encuentro con los amigos,el deseo de ayudar al que lo necesita, la sorpresa que produce un paisaje, un beso apasionado, la emoción ante un gesto amoroso, la unión para resolver un problema de la comunidad, conseguir un lote o la casita, un plato de comida hecho con amor. Es decir, el valor de uso de las interacciones humanas. Añadámosle la mas importante: la duda, el cuestionamiento, la crítica, el no tragar entero.

Ser adulto significa descubrir el lado mas complejo de las cosas, es ponerle el pecho a los avatares de la vida, descubrir que entre tanta maldad es posible la solidaridad y el afecto. A pesar de la prisa sin pausas que demanda la condición adulta, hay tiempo para compartir y vivir momentos plenos, hay raticos para el amor y el juego.En esa jungla que es la vida, el ser humano aporta el caudal generoso de emociones, afectos y solidaridades, el que le permite decir sin ambages que a pesar de todo, la vida es grata.A pesar de todo.





2 comentarios:

  1. ue lindo post. Recordé algunos pensamientos del Principito sobre lo que a su juicio eran los adultos, frases como “Todas las personas mayores primero fueron niños. (Aunque pocas de ellas lo recuerdan).”, “Las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.”, A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: “¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?” Pero en cambio preguntan: “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?” Solamente con estos detalles creen conocerle”… y en mi oficina viendo por la ventana un aguacero torrencial y frente a mi celular (al que tuve que acudir para leer este post porque en el computador del trabajo están bloqueadas las páginas Webs de blogs -otra invención de los adultos-) recordé con nostalgia aquellos días en los que, como decía la canción “cuando llueve, no hay clase en el colegio”, recordé las “manzanitas de amor” que íbamos a recoger con mi hermano a la casa de una vecina, recordé mi insistencia en las preguntas sobre el mundo, “capacidad de asombro de los niños” según Jostein Gaarder y mi corazón se emocionó porque fui niña y cual si fuera poco…lo recordé.

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  2. Lic., éste posteo me ha gustado mucho, y me hace recordar a Saint Exúpery, y a E. M. Ciorán; tan atados de un modo u otro a su niñez.

    Paola

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