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lunes, 1 de octubre de 2012



CARTAS DE AMOR

De Carlos tengo el recuerdo de sus cartas  que depositaba en mis manos-yo, un chico de 10 años- para llevárselas a su enamorada. Por supuesto, la monedita que acompañaba la misiva me alegraba el alma, yo, un chico de 10 años a quien le gustaban los dulces en la tienda de don Clemente y doña Conchita.


Esas cartas de amor, tan furtivas y milagrosas, tenían la virtud de hechizar al destinatario, volaban a ritmo lento y producían cataclismos inenarrables-no siempre, por supuesto-. Abrir una carta, muchas veces perfumada o acompañada de un mechón de cabello, descifrar el enigma y alistarse para escribir la respuesta, constituían el decálogo de la seducción, a ritmo de letra cursiva y buena ortografía- no siempre-.

De las èpocas en que las chicas se volaban con su amado hay que reconocerles (o culparlas) a las cartas, -  que muy seguramente portaban mensajes al estilo de "te espero esta noche en(el lugar convenido)"- su papel de detonador amoroso- pues allí comenzaba una aventura con escapadas, persecuciones y ojalá, finales felices.

Cuántas enfermedades consideradas graves fueron curadas por  el poder de la letra escrita, cuántas veces las penas del corazón se aliviaron con un pedazo de papel; y muchas veces fueron esas cartas las responsables de angustias, llantos e incluso suicidios.

¿Se escriben hoy cartas de amor? Claro que sí, con ligeras variaciones. Un mensaje de texto, un correo electrónico,un instant messaging  son los vehículos contemporáneos que hacen posible la eterna correspondencia amorosa. Lo que ha cambiado es el tamaño. La síntesis domina en la escritura, así que en pocas palabras, se dice mucho. 

Imagino  al chico  o a la chica, celular o cualquier otro  gadget a la mano, el corazón que se desborda y los dedos que digitan ese mensaje esperanzado, elaborando ese antiguo y efectivo filtro de la seducción. Ah, las palabras, escritas o habladas, ah los mensajes que cual tigre agazapado, realizan su ataque avasallador en el momento menos esperado.

Manuelita Sáenz escribió una carta a su marido,  que ha pasado a la historia por el grado de libertad y coraje, en una época de sumisión femenina:


Si algo siento es que no haya sido usted mejor para haberlo dejado. Yo sé muy bien que nada puede unirme a Bolívar bajo los auspicios de lo que usted llama honor. ¿Me cree usted menos honrada por ser él mi amante y no mi esposo? ¡Ah!, yo no vivo de las preocupaciones sociales, inventadas para atormentarse mutuamente.
Déjeme usted en paz, mi querido inglés. Hagamos otra cosa. En el cielo nos volveremos a casar, pero en la tierra no. ¿Cree usted malo este convenio? Entonces diría yo que usted es muy descontentadizo.

Joyce, que comprendió tan bien el carácter sublime, procaz y libidinoso que se esconde en las relaciones amorosas escribió a su  amada:

Nora, mi fiel querida, mi pícara colegiala de ojos dulces, sé mi puta, mi amante, todo lo que quieras (¡mi pequeña pajera amante! ¡mi putita folladora!) eres siempre mi hermosa flor silvestre de los setos, mi flor azul oscuro empapada por la lluvia....


Mi amor por ti me permite rogar al espíritu de la belleza eterna y a la ternura que se refleja en tus ojos o derribarte debajo de mí, sobre tus suaves senos, y tomarte por atrás, como un cerdo que monta a una puerca, glorificado en la sincera peste que asciende de tu trasero, glorificado en la descubierta vergüenza de tu vestido vuelto hacia arriba y en tus bragas blancas de muchacha y en la confusión de tus mejillas sonrosadas y tu cabello revuelto.

Ah, las cosas del deseo.Menos mal que en su època-la de Joyce- no había facebook ni youtube. Porque hoy el oficio de escribir textos amorosos se ha vuelto público, como si necesitáramos de una barra de fervientes seguidores para reclamar nuestra existencia.

(Retomaré  mi blog la semana entrante).

1 comentario:

  1. Qué mal que ahora la monedita se la gana el operador celular o el dueño de la empresa de la red social... No más moneditas para los niños, que tendrán que buscar otras formas de ganar su parte por intermediación.

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