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martes, 16 de agosto de 2011







VIVA MÉXICO!


Cada vez que en un evento popular de Guaduas se invita a un niño a cantar, estoy seguro de que se va a venir con una "mexicana"-ranchera, norteña-. Y si es un adulto, póngale la firma porque seguramente se soltará con una de Vicente Fernández. Yo recuerdo a mi amigo Leandro Pardo, pagador del colegio Miguel Samper, hombre dicharachero y con un sentido muy fino del humor. En muchas reuniones festivas lo escuché interpretar canciones de José Alfredo Jiménez, Pedro Infante, Luis y Antonio Aguilar, Miguel Aceves Mejía y tantos rancheros clásicos. En ocasiones especiales, Leandro se ponía su sombrero negro al estilo de los galanes de los años cincuenta del cine mexicano. Sé que cuando joven solía montar caballos briosos, sobre los cuales-creo- debía imaginarse convertido en un charro de los meros, seduciendo a las mujeres de la época.

El "espíritu mexicano" atraviesa el país de sur a norte, de oriente a occidente. Las notas doloridas de las rancheras modulan la vida de muchos colombianos. " Por`ai dejé la botella donde me bebí tu amor", " de piedra ha de ser la cama, de piedra la cabecera", y una que me gusta por lo fantástica: " me caí de la nube en que andaba, como a veinte mil metros de altura/ por poquito que pierdo la vida/ esa fue mi primera aventura/ por la suerte caí entre los brazos/ de una linda y preciosa criatura/ Me tapó con su lindo vestido...Y no menciono las norteñas, que conozco poco.


¿Qué tiene México que nos gusta tanto? Ese cielo que nos cobija parece mandarnos la misma lluvia con sus penas y alegrías, la devoción a la virgen, el berrinche macho, la soledad, el camino interminable. Muchos colombianos realizan un viaje espiritual al mundo del ranchero, con sus caballos y sus pistolas y por supuesto, siempre presente una linda chamaca causante de alegrías y sinsabores cuyas penas se ahogan en el rincón de una cantina.El otro ladito, el del bolero, con Agustín Lara, Los Panchos y otros grupos que endulzaron el corazón de los latinoamericanos. Pequeñito, emerge la figura de quien García Márquez dijo que es el más grande poeta popular vivo de la lengua española: Armando Manzanero, quien tuvo el don de brindarnos lluvia con sabor a nostalgia: esta tarde vi llover/ vi gente correr/ y no estabas tú.

Ahora se estilan ritmos denominado norteños, cuyo énfasis recae en el mundo narco. Corridos prohibidos, con historias de traquetos en las que corren a la par la sangre, el billete verde y el tequila. La música se acerca a la frontera, cruza el río Bravo o Grande y acompaña a los inmigrantes a través de circuitos comerciales alternativos, impregnando a las tierras del Tío Sam de los dolores y las esperanzas de los de Abajo. Potranquitas y Tigres arman las rumbas deliciosas con coreografías picantes donde las botas lustrosas y los sombreros de los hombres rinden culto a los cuerpos ligeros de ropas de las chicas, ataviadas con minifaldas, chamarras y por supuesto, sombrero y botas.

Ha sido México cantera de mujeres estraordinarias: de Maria Félix a Lila Downs, pasando por Chavela Vargas, Lucha Villa y muchas otras, que dan requetegusto. Una mexicana plasmó el dolor con la sensibilidad precursora de quien intuyó que la pintura alcanza sus más grandes logros cuando devela la riqueza que reposa en las fibras íntimas del ser humano: Frida Khalo. Junto a otro gran mexicano, Diego Rivera, su amor e inspiración, fueron epicentro de la vida cultural y política de México durante buena parte del siglo veinte.


Guardo el mayor aprecio por dos mexicanos que han aportado a la cultura y la sensibilidad contemporáneas obras de largo aliento: Juan Rulfo y Carlos Monsivais. Son ellos paradigmas de manejo excelso de la lengua y del ejercicio crítico del pensamiento. Para mi gusto, Rulfo es el hito más destacado de la lengua española en el siglo veinte. Y Monsivais, el espíritu burlón que derribó mitos, observó con espíritu agudo el movimiento de las culturas contemporáneas, y nos enseñó a descubrir en todas las manifestaciones de la cultura popular la complejidad que habita en las sociedades contemporáneas.

¿Y qué decir de Helena Poniatowska? Esa condesa polaca que afincó en México y nos contó con el ánimo encendido la matanza de Tlatelolco, en la cual asesinaron a estudiantes que pedían mejor educación y más democracia. Hace algún tiempo leí un comentario en un blog sobre la escritora mexicana y en particular sobre su novela "HASTA NO VERTE, JESÚS MÍO" y me puse en la tarea de conseguir el libro hasta que lo encontré en Alejandría Libros, ahí en la 72, cerquita de la Pedagógica.

A su novela me dediqué en las últimas semanas y será el tema de mi próximo post. Esta introducción me resultó del puro amor que siento por un pueblo y una cultura que ha marcado la historia actual de América Latina y que produjo personajes extraordinarios como Pancho Villa y Emiliano Zapata, y que en el presente cuenta con la beligerancia inteligente del comandante Marcos y el Ejército Zapatista de Liberación.













































































































































































































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