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lunes, 24 de enero de 2011





CAMBIO CLIMÁTICO Y COTORRAS

-Mira la luna-, me dice mi hija Laura. Estamos en la Plaza de Guaduas a las 7 de la noche, junto al puesto de arepas de la Negrita, una cordobesa que se vino a estas tierras hace ya varios años y logró acreditar su negocio callejero gracias a la sabiduría que sus manos imprimen al maíz molido. Miro la luna redonda, opaca, que hacía ratos no se asomaba por estas tierras. Es hermosa y provoca mirarla sin descanso.

El invierno largo y calamitoso que ha azotado a Colombia modificó sin permiso los climas .En mi caso, hube de armarme de un saco de lana para las noches de temperaturas bajas que han hecho de Guaduas una réplica calentana de los pueblos de tierra fría. En verdad, se duerme sabroso y las cobijas de lana han dejado de ocupar el rincón más recóndito de los armarios para mostrarse ostentosas en las camas.

A propósito de los cambios climáticos, me llevé una sorpresa agradable cuando visité la revista virtual FRONTERA D y y encontré un artículo de Ken Harrington sobre el trabajo de dos artistas británicos, Robert Graves y Didier Madoc-Jones. Ellos decidieron preguntarse cómo sería Londres con cambios climáticos extremos. El resultado, las imágenes que aparecen arriba : "...El que alguna vez fuera el imperio británico condensado en una imagen de arrozales junto al parlamento; arrabales bien delinedos amontonados a una distancia obediente del Palacio de Buckingham; la época dorada de Venecia recreada por los edificios del Parlamento, parcialmente sumergidos en medio del atardecer...; Y sombras de patinadores reflejadas sobre el hielo de un Támesis congelado..."

En la misma revista, un artículo de Eduardo Jordá, en el que describe una batalla aérea entre un milano y unas cotorras de Kramer. A pesar de su tamaño, el milano es incapaz de atraparlas, gracias a la velocidad y estrategia de combate de aquellas.

"Desde hace unos 5 años han empezado a colonizar los parques de Sevilla y ahora ya están en todas partes... También han llegado a América del Norte. En Ravelstein, que fue su última novela, Saul Bellow contaba que las cotorras de Kramer habían llegado a Chicago y se habían adaptado muy bien al frío de invierno...Cuando entro a mi estudio, pienso que acabo de contemplar una hermosa metáfora de lo que los periodistas llaman el nuevo orden mundial...El milano y las cotorras de Kramer: la vieja Europa y los nuevos países emergentes".

Ha mostrado de nuevo su rostro el sol de Guaduas, luego de un periodo largo de lluvias. El aire, transparente, nos ofrece los matices variados que la luz radiante provoca. Los campos verdes, los toques azulados de las montañas, las calles y casas que reflejan la claridad meridiana del día, la provocación de los jardines y un calor suave que crece a medida que avanzan las horas. Parece como si no hubiera sucedido nada extraordinario y la vida continuara sin sobresaltos...Miro a las montañas y me parece ver, a lo lejos, una bandada de cotorras Kramer.


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