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jueves, 8 de abril de 2010


EL TEATRO Y EL ESPECTADOR


Existe una complicidad tácita entre espectador y actores, un acuerdo rara vez violado que hace posible la representación, mundo imaginario que se asume como perfectivo, itinerario breve durante el cual dicho mundo despliega las líneas sutiles de la trama que nos devela la esencia. Eso es el teatro.

En PPP, una obra francesa vista en el el Festival de Teatro Iberoamericano, , el actor monologa corporalmente con un escenario opresivo, frío, en el que caen fragmentos de hielo, y tres refrigeradores rodantes constituyen la rigidez, la convención, el destino. El traje es símbolo del género y la rima constante el sonido monocorde de la obligación. Y el ritmo constante que ratifica la costumbre se quiebra y da paso a la liberación: un cuerpo encerrado en la camisa de fuerza de los géneros se libera y el fuego da paso a la elección libre del otro cuerpo, del otro yo.

A 2.50 LA CUBA LIBRE,la obra venezolana más representada en el mundo, muestra la historia de un grupo de prostitutas que interactúan en un burdel, del cual forman parte los espectadores, acomodados en las mesas del bar, y por razones del guion, actores pasivos de un melodrama telenovelesco, tan del gusto de la cinematografía y el cine de la República Bolivariana. La queja en ritmo de bolero, la ausencia del amor, la soledad, la pérdida del hijo, la esperanza en el ascenso del hombre al que se ama -o se soporta-, un revólver, la droga para calmar esa angustia cotidiana son los componentes de esta historia tan latina, tan nuestra.

Dos obras distintas en su enfoque, y tan cercanas en el reclamo a las càrceles y los estereotipos en que se ha encasillado a la humanidad.

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