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domingo, 25 de abril de 2010



DE LA MANO PARTIDA Y OTRAS COSAS

La luz de la bombilla proyecta un ligero brillo al rostro de Alejandra. Me mira, esboza una sonrisa contagiosa y extiende su mano hacia adelante. La mano doblada-partida- se adelanta y ella empieza a hablar. Como una revelaciòn, observo absorto el ligero movimiento de la mano y las palabras se convierten en murmullo que acompaña ese gesto tan presente en todas las épocas, tan femenino y coqueto. Esa mano que se dobla en movimiento espontáneo y que parece un sello indeleble de la condición femenina, dulce diferencia que enreda los argumentos, flor que se abre generosa al abrazo del viento.

hace ya varios años, viví una revelación extraordinaria cuando presencié a una adoslecente japonesa bailar una danza tradicional de su país. Envuelta en un kimono adornado de flores, levitó frente a mis ojos asombrados, acostumbrados a los movimientos sensuales y generosos de las mujeres de mi país. Con un abanico delicado, desenvolvió un poema de sutilezas corporales, gracias a la magia de sus manos y brazos. Sin mover las caderas ni menear los hombros, escribió una oda al cuerpo femenino, mariposa gentil, grácil, etérea.

Confieso mi obsesión por la lectura encubierta de los movimientos femeninos. Ese vaivén de las caderas, el suave balanceo del cuerpo que desequilibra el mundo, los cabellos que flotan irreverentes, mecidos por el viento. El discurso femenino está hecho de cuerpo, piel, olores. Deberíamos añadir a los rigurosos estudios del discurso y la pragmática un capítulo generoso que incluya la semiología del cuerpo, no como un aderezo innecesario sino como la base de la comprensión comunicativa. Hace poco fui testigo de la complejidad de la comunicación humana: un hombre gesticulaba rabioso a una mujer, y disparaba un arsenal de palabras duras. Ella lo miró, se pasó la mano por su cabello, sonrió y se alejó balanceando su cuerpo, de lado a lado, indolente. Fue el final de la batalla. Los allí presentes entendimos que sólo quedaba la claudicación vergonzosa, la rendición sin condiciones.

Alvaro Cunqueiro, el notable escritor gallego, autor de un libro exquisito como pocos, "VIAJES REALES E IMAGINARIOS" cuenta, a proòsito del viento lo siguiente: Volvamos a Tu Lai, y a la inclinación de la tercera caña de bambú. Sopla el viento, y la primera caña se inclina en exceso. La segunda, algo protegida por la primera, se inclina menos. La tercera se inclina un poquillo y se mece. Este es el movimiento supremamente elegante, que deben imitar las mujeres hermosas, las danzarinas y las muchachas cuando van a conocer por primera vez a su futuro marido. En China hubo estas escuelas del viento, para la gracia del andar".

!Que no se acabe esta dulzura del andar y que perviva por siempre la delicadeza de los gestos y movimientos de ellas!!







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