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viernes, 30 de mayo de 2025




 TEMAS FRÍVOLOS I

 LAS TELENOVELAS

De los recuerdos gratos de los años  70 y80, las telenovelas ocupan un sitial privilegiado. Nunca olvidaré un día entre semana, cuando me dirigía al colegio Samper a mis clases. El jaleo cotidiano, el ruido de los vehículos, las voces que se atropellan habían desaparecido y un silencio inquietante se posesionaba de las calles y casas. La razón: se pasaba, a esa hora, creo que era al mediodía, una telenovela brasilera- cuyo nombre olvidé- capaz de alterar el ritmo normal de la vida. Luego, por allá en los años 80, otra causó igual sensación: La Esclava Isaura. Las telenovelas brasileñas marcaron un hito importante en el gusto de la población colombiana y pavimentaron el camino para el despliegue formidable de las telenovelas criollas. 

Muchos colombianos llevamos en nuestros corazones las historias y personajes de telenovelas criollas como Café con Aroma de Mujer, Caballo Viejo, Pero Sigo Siendo el Rey, San Tropel, Los Victorinos,  El Taxista, Betty la Fea, Escalona y tantas otras, cuyo aporte principal fue desprenderse de los relatos llorosos de las telenovelas venezolanas y mexicanas para dar paso a historias donde la región, las historias cargadas de humor y complejidad mostraron un camino para mostrar un país  diverso. 

Hoy, las grandes empresas televisivas impusieron un formato con historias planas, acento mexicano y- otra vez- lágrimas a granel. Un modelo único se impuso en los relatos y regiones tan lejanas como Turquía y Corea del sur han ocupado el lugar que antaño tuvieron las telenovelas colombianas. Y los refritos.

Lo interesante en términos culturales: las telenovelas que menciono nos enseñaron a reconocer la diversidad cultural, regional, étnica, lingüística de nuestro país, forjaron nuestro anecdotario sentimental y proyectaron una imagen de Colombia mas allá de mafiosos y muñecas de la mafia. Y abrieron un escenario para la Constitución del 91, que reconoció la diversidad como la riqueza de un país que sueña con un desarrollo armónico



 EL AGUARDIENTE

Me dijo un amigo extranjero, en una noche de copas, que el aguardiente era una mala bebida. Carente de magia, una copa de alcohol con anís. Nada especial. Me quedé callado, él proviene de una región donde los viñedos endulzan el paisaje y producen vinos de sabores tan ligados al suelo donde se produce la uva.  En silencio, me bebí otra copa de aguardiente.

El guaro, como lo llamamos en Colombia, ha sido una bebida espirituosa tradicional. Compañero inseparable de la jugarreta de tejo, de las fiestas, buen bajante y  barato.  Leo que su consumo ha disminuido en Colombia, pues los jóvenes prefieren otro tipo de bebidas y beben menos. No obstante,  las empresas productoras de bebida han creado nuevas versiones de aguardiente y han mejorado su calidad. 

En mi caso, ha sido el aguardiente un buen compañero de jolgorios, y como toda amistad, algunas veces me jugó  malas pasadas. Inolvidables las jornadas de tejo en las canchas de Luis Acosta, tango y boleros como música de fondo a encuentros reñidos en los que manos, mechas y moñonas definían los torneos espontáneos y la palabra se convertía en ejercicio lúdico. Luego, a sentarnos a disfrutar las últimas tandas de guaro y cerveza, con Julio Jaramillo, Alfredo Jiménez, Pedro Infante, Alci Acosta y todos los trovadores del despecho. Otras, el duelo se escenificaba en las mesas de billar.

En noches como esas, fluyeron las historias de amores y desamores, bromas y una que otra polémica ardorosa. A veces, una mujer, algunas mujeres llegaba a esa guarida de Baco y el aire se tornaba fino, el ambiente adquiría matices de película de comedia y los piropos inundaban cada rincón de la juega de tejo. Descubrí así que son los ambientes los que propician el desborde de la normalidad y nos arrojan en brazos de la locura y el juego.

Pienso en mi amigo y sé que no tiene razón con el guaro. El sabor de una bebida depende de 4 elementos esenciales: un grupo de amigos, una charla alegre, un ambiente de fiesta y el deseo enorme de compartir un momento. Por supuesto, existen bebidas cuya composición ofrece sabores exquisitos- vinos, coñac, etc.-. Pero " a mí denme un aguardiente de caña, de las cañas de mi valle y el anís de mis montañas". Eso sí, en cantidades razonables, para que el espíritu no se desborde. 

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