Cuenta kepa Amuchastegui en el podcast Claro Oscuro de El Espectador que durante la pandemia creó una técnica para retrasar el olvido: se inventó un canal de YouTube. Así logró reinventarse y mantener comunicación con sus amigos y seguidores. Así logró retrasar el inevitable olvido.
En cierta época del año, muchas regiones de Colombia se visten de amarillo, lila, rojo, gracias al florecimiento de ocobos, chicalás, cámbulos y otros árboles generosos. Es un regalo visual que alegra el espíritu. Tuve la suerte de apreciar una mañana el valle del Magdalena, extendido a mis pies desde la Piedra de Capira, con la visión de la serpiente juguetona que zigzaguea mojada por valles fértiles: el río Magdalena. En un área amplia, cientos de ocobos florecidos pintaban el valle de amarillo. A las pocas semanas volví. Los árboles, desnudos, sin flores. Igual que la vida. Igual que el olvido.
Piensa Amuchastegui en el recuerdo de los otros. En la memoria que establece puentes entre ellos y el yo. Para quien logró hacerse un lugar en la memoria de muchos, llega un día en que se percibe cómo ese recuerdo se va destiñendo, va desapareciendo. De un momento de esplendor al olvido. Entonces, se descubre que la verdadera lucha se libra con uno mismo. Retrasar el olvido de lo que somos. El olvido interior.
En el escenario de lo íntimo merece la pena resignificar el pasado. Es una manera de evitar la añoranza, la melancolía. Revisitar los rincones donde la memoria tramposa acumula sus caprichos. Concebir hechos, circunstancias, personas del pasado con la mirada de quien entiende que toda observación del pasado es una invención del presente. Dejar de un lado los odios, los rencores, las angustias por aquello que ya no es. Una actitud militante para entender que "se hace camino al andar", porque "al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar".
En mi caso, retraso el olvido de diversas maneras y una, especial: los libros. Escribe Álvaro Castillo en El Espectador:
De modo tal que con los años, cada vez que lees, hay un arco voltaico muy abundante que crea una luz interior, cegadora, deslumbrante. Porque el proceso no termina: se crece, se perfila, se madura. Se enriquece, no envejece. No amengua No se deteriora. Al contrario. Adquiere rizomas, echa frondas. y cuando tu vienes a ver tiene un modo vegetativo enorme en el proceso de la lectura. lees como si fueras, no un árbol, sino una arboleda leyendo. Cada uno de los libros que uno lee es una fogata interior.
Un viaje interior que convierte el pasado en fuente inagotable de alegría en el presente. La fogata interior.
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