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sábado, 24 de febrero de 2018

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MORIR FELIZ

Cuenta Alejandro Jadad que en 2011 asistió a un evento médico en Gran Bretaña:


Allí les pedí a los cientos de profesionales de la audiencia que levantaran la mano si les gustaría morir como sus pacientes.  No vi una sola arriba, y mi sorpresa  fue mayúscula. Entonces llegué a una  conclusión tajante : la mayoría de la gente está muriendo mal. Lo que se confirma con muchos estudios.  Y el otro hallazgo fue mas sorprendente: los médicos no mueren de manera diferente a sus pacientes, mueren tan mal como el resto (El Tiempo, La gente debería aprender a morir, entrevista de Carlos F. Fernández a Alejandro Jadad).

La muerte genera cuestionamientos acerca del sentido de la existencia, la insignificancia de lo que hacemos y somos, la frustración ante lo absurdo de nuestros actos y la conciencia de que somos mortales, señala Jadad. En el presente, la medicina ha logrado imponer una perspectiva en " la que se considera a la muerte como una enemiga a la que hay que vencer a toda costa.. y esto acarrea mas sufrimiento para todos los involucrados, por la simple razón de que la muerte no es curable".

En vez de convertir la muerte en un asunto doloroso, que se rechaza y combate, se la debe ver como una amiga. Es decir, como algo "natural e inevitable". Así es posible pensar en una muerte feliz. "Está probado. Cuando la gente entienda que le queda poco tiempo,  decide que la prioridad máxima es buscar la felicidad hasta la muerte. Una muerte humanista  es la que sucede cuando se protege la necesidad de amar y ser felices hasta el final".

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Existen, según Jadad, 10 condiciones fundamentales para morir feliz.  "Morir en el sitio que la gente prefiera", "tener autonomía sobre las decisiones médicas", "tener la posibilidad del suicidio asistido o la eutanasia", "evitar  las medidas artificiales", "controlar el dolor y el sufrimiento emocional", "permitirse el desarrollo de la espiritualidad y las manifestaciones religiosas", "estar al lado de la familia y los amigos", "no ser una carga para las demás personas" y "ser conscientes del significado de lo que está sucediendo".

El decálogo de Jadad demanda una actitud distinta, en la que la muerte se concibe como amiga. La aceptación plena de nuestra finitud, el reconocimiento del  sentido efímero de nuestras vidas. En la realidad, la negación de esta evidencia, el deseo de inmortalidad. Tal vez sea la manera como reaccionamos ante el hecho incuestionable. Tal vez, la suma de expectativas, anhelos, frustraciones reclama el pago por una vida con la cual estamos inconformes, decepcionados, incompletos. Miro documentales de hechos ocurridos hace 50 años y percibo en las imágenes las mismas ansias de vida, los deseos y las tareas que parecen definitivas, todo en blanco y negro o  sepia. Nada queda de eso.

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Asumir la muerte es tarea ardua. Saul Bellow dijo que la muerte es la oscura parte trasera de un espejo que permite que lo miremos con claridad. Y Hamlet la definió como " un país nunca explorado de cuyos límites ningún viajero regresa". Canta, con voz ronca, Chavela Vargas: no hay trago mas amargo que la vida.

Mejor comparto con ustedes una reflexión de Hans Ulrich Gumbrecht: 

Yo prefiero una vida intensa relativamente breve a una vida muy extendida en la que nunca lleguen a existir momentos de riesgo y precariedad existencial que no voy a olvidar, cuando llegue la muerte.

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