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viernes, 9 de febrero de 2018



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EL ARTE DE CAMINAR Y OBSERVAR


Tara Isabella Burton escribió un artículo titulado "Callejear por París", la ciudad en donde "observar a las personas es casi una forma de arte". Placer excelso, en el que la lentitud es condición sine qua non para sacar el mayor provecho al paseo curioso:

"Pocas cosas son mas francesas que el juego del voyerismo y actuación que tiene lugar en los cafés parisinos. En la década de 1800, mientras la industrialización convertía  París en una de las grandes urbes del mundo, el flanerie-palabra que significa callejear sin rumbo ni objetivo, pero fijándose en los transeúntes- se volvió una forma de arte.  Los flaneurs, como el novelista Honoré de Balzac y el poeta Charles Baudelaire se paseaban por los flamantes bulevares  de la Margen derecha de París, donde las anchas aceras y los nacientes cafés ofrecían un punto de observación perfecto".

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Aquí se conjuga la observación con una arquitectura dispuesta para los caminantes. El espacio público como escenario para la contemplación ociosa del movimiento humano, para mirar y  descubrir en los detalles la sicología íntima de paseantes anónimos,  dispuestos a mirar y a ser mirados.

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Dichosos los lugares donde se estila caminar así,  con la intención de mirar y extasiarse ante el gesto glamoroso de la mujer que se acomoda su cabellera, de la pareja que camina sobre nubes, del grupo de  jóvenes  en busca de un lugar para sentarse a conversar.  En Colombia, los espacios públicos dispuestos para caminar son reducidos, incómodos y peligrosos. Ciudades como Bogotá y Medellín privilegian las vías para vehículos, por lo que caminar ociosamente es un acto arriesgado. No obstante, existen sectores urbanos provocativos para pasear y observar, para registrar la marea incesante de la vida urbana, con su riqueza de grupos humanos diversos y arquitecturas ricas en herencias del mundo.

Quedan los pueblos, llenos de arquitecturas diversas y paisajes arrobadores. Algunos conservan la arquitectura colonial, otros son una muestra primorosa de arquitectura de la colonización antioqueña, muchos poseen el encanto natural de sus calles amplias-algunas sin pavimentar- con hileras de árboles que ofrecen abrigo ante la inclemencia  del sol canicular. Los parques concentran la atención de los visitantes, quienes se instalan en las cafeterías, fresquerías, cafés, restaurantes, bares para contagiarse del movimiento colorido de propios y extraños.

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Caminar y observar son  oficios gratos, gratuitos y placenteros. 


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