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sábado, 23 de septiembre de 2017

                   



 EL TERCER LUGAR:NI CASA NI TRABAJO


Buena parte de la vida de los seres humanos ocurre en la casa y en el lugar de trabajo o de estudio. El tercer lugar es "un lugar intermedio, donde uno puede existir en paz y socializar con otros"(Pablo Helguera, Arcadia). 


A lo largo de muchos siglos, la humanidad ha diseñado y vuelto a diseñar los espacios de interacción social. Los del trabajo, durante mucho tiempo fueron casi todo. Seres metidos en espacios incómodos, laborando día y noche, día tras día. Con la conquista de las 8 horas de trabajo, apareciò  un lapso en el que fue posible realizar actividades centradas en el ocio y el placer. Hoy, para nuestra desgracia, hemos vuelto a épocas aciagas en la que la jornada laboral termina tarde en la noche, para honra y prez de los patrones.


Cada escenario posee sus peculiaridades, y las interacciones comunicativas adoptan los registros linguisticos  surgidos de la clase de actividad. El tercer lugar es como la nube. Etèreo, colorido, mas cercano a la poesìa  que al ensayo, mas visceral y menos prudente. 

Uno de mis placeres cuando viajo consiste en observar sin prisa a las personas en las ciudades. Ritmos acelerados, vista al frente. Los viernes en la noche y el sábado  sucede una transformación, un cambio de velocidad, y las risas se extienden por calles y avenidas.  Toda la energía concentrada se expande en bares, discotecas, restaurantes, salas de cine y de teatro, moteles, parques, reservas, museos. La rigidez de la semana da paso al relajo del cuerpo y el deseo aflora complaciente.


El tercer lugar es el reino del homo ludens. Imagino a un grupo de seres primitivos alrededor de una fogata, celebrando la pieza de caza conseguida con mucho esfuerzo. Las chispas de la pira se elevan y los gritos alborozados añaden un nuevo canto al bosque misterioso.

Reivindico el derecho inalienable al ocio, al juego, al placer. Que se vayan al diablo los predicadores del trabajo incesante, los falsos profetas del estoicismo y la soledad. La verdadera revolución proclama menos horas de trabajo y muchas mas de encuentros, de juego, de travesías, de naturaleza. Rindo culto al negrito del batey, quien, sabio como todos los ociosos,  sentenciò: el trabajo lo hizo Dios como castigo.




Que vengan en hordas los robots a reemplazarnos en nuestros puestos de trabajo. Nosotros los mortales, sujetos al error y la fatiga, dedicaremos nuestros mejores esfuerzos a contemplar arreboles. Y que viva el tercer lugar.






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