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domingo, 10 de junio de 2012


LA RESERVA DE CHIPAUTÁ Y LA ARMONÍA



La Vorágine tiene como personaje  principal no a Arturo Cova sino a la selva, que en el relato emerge  como un fenómeno viviente, un monstruo  que devora a los seres humanos que se atreven a profanarla. Allá, en los más profundo de sus confines, quedan para siempre los huesos de personajes cuyo atrevimiento los conduce a la locura y a la muerte.

Hace poco vi algunas fotos de la Amazonia brasileña. Entre la inmensa arboleda se observan huellas de heridas  causadas por el hombre. Carreteras que convierten santuarios naturales en áridas mesetas, potreros que albergan el ganado, construcciones de viviendas, dragas que hunden sus dientes poderosos en la tierra, ríos contaminados. El dios de la selva ha sido derrotado por el hombre. Atrás quedó la visión idílica de Rivera . Hoy se decide el destino de la amazonia en las oficinas de multinacionales poderosas que anhelan explorar el subsuelo para extraer metales, en la haciendas que crecen al amparo de un estado que apuesta a un modelo de desarrollo  capitalista expoliador.


Recorro la Reserva natural de CHIPAUTÁ y me extasio ante la variedad de árboles  y plantas que la conforman. Dos quebradas que la atraviesan aportan el 70% del caudal del río San Francisco. Me cuentan que allí es posible observar un ave de cinco colores. Mariposas multicolores nos sorprenden en el recorrido. Y una enorme variedad de animales la convierten en zona de interés para investigadores que desean establecer en este lugar un centro de investigación. 

Converso con Roger. Alto, rubio, es el prototipo del norteamericano WASP. -Debe haber razones muy poderosas para derribar un árbol - me dice. Luego se suelta a describir la diversidad del bosque circundante. Nombres, prácticas culturales y  usos de la tierra. Pasamos junto a un árbol. Enorme, de hojas abundantes, nos cuenta  el guía que algunas personas sufren el abrazo picante de sus hojas. La rasquiña aparece a los pocos días. Y molesta y causa malestar. Prudente, me alejo de su área de influencia.


Graznidos y dulces cantos nos acompañan en el recorrido. El aire es limpio, la luz del sol, generosa. observo a las personas que me acompañan. Todas sienten un respeto profundo por el bosque.Cierro los ojos y recuerdo que la mejor manera de mantener la armonia con la naturaleza es convertirnos por un momento en flor, en planta, en ave. Al mirar tanta belleza, nosotros somos la belleza. Así lo expresó Onitsura:

El ruiseñor
posado en el ciruelo
desde tan antiguo. 






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