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domingo, 6 de marzo de 2011



RUMOR DE POESÍA



Ni por nada del mundo me perdería la conferencia del célebre poeta costeño afincado en Bogotá por varias décadas, José Pedro.., que dictaría en la Universidad Incca, una noche de un jueves de septiembre de1998. Siempre había anhelado conocer a un poeta de primera línea y gracias a la información de otro poeta menos famoso, Armando..., militante de la JUCO, supe que además estaría un filósofo cubano, hablando sobre ciencia y política. -No sabes cuánto anhelo estar allí- le dije a Lucía, mi novia, estudiante de filología e Idiomas, y dueña de la sonrisa más esplendorosa de la tierra. - Te acompaño- me dijo y sus pecas titilaron radiantes, pues ella también amaba la poesía.

Ese jueves, muy a las 6:30 p.m., Lucía y yo, parados a la entrada de la universidad, en la carrera 13, esperábamos a que abrieran las puertas del auditorio. A las 7:30 se presentó mi amigo el poeta, con su saco desgastado, boina, pipa y en una de sus manos, un libro de poesía. Pasó junto a mí sin prestarme atención, hasta que notó la presencia de Lucía. -Amigo- me dijo extendiéndome su mano. Y galante, besó la mano de Lucía. -Saludo a la más bella del jardín-dijo el poeta. -Me llamo Armando y le pido que me permita navegar en sus ojos- remató con breve venia.

Sentados en primera fila, Lucía, el poeta y yo, en ese orden, escuchamos la charla del filósofo cubano, aunque me pareció notar que el poeta estaba-supongo- más atento a comentar al oído de mi chica los intríngulis de la charla sobre la superioridad del socialismo. En un breve intervalo, sacó de su saco una botella de whisky, que bebió deleitosamente y luego extendió a Lucía. Ella rechazo la oferta; A mí ni siquiera se dignó ofrecerme un trago.

En el intervalo y antes de la charla del poeta invitado observé cómo dos amigos del poeta me encerraban con el pretexto de ofrecerme unos libros mimeografiados de sus poemas, mientras Armando empujaba a mi chica hacia el extremo del salón. Inquieto, me escabullí y llegué en el momento en que Armando hablaba de una escapada hacia el "lugar sin límites"(así dijo el cretino). Cual Chapulín colorado, tomé del brazo a Lucía y la conduje a otra parte del salón.-Es todo un caballero" - me dijo arrobada mientras miraba el libro mimeografiado del poeta con su firma y una dedicatoria que intenté leer, pero no hubo tiempo pues el poeta invitado, J.J., se acercó a Lucía y la invitó a acompañarlo a la mesa principal. Armando y yo ,solidarizados por el rapto descarado del poeta mayor, trotamos tras ellos pero ya era tarde: Lucía, sentada junto al gran poeta, saludaba con la mano al público.

La charla, adobada con citas de autores de todo el universo, arrancó aplausos de los presentes. Luego vino la tertulia y observé cómo José Pedro sacaba de un bolsillo de su saco una botella de vodka, consumida hasta la mitad. El duelo entre Armando y el poeta mayor por llamar la atención de Lucía derivó hacia un debate sobre el compromiso de la poesía, mojado con aguardiente y los restos de las botellas de los dos poetas. Lucía, sabiéndose la fuente de inspiración de estos dos aedas transformados en gladiadores implacables decidió intervenir señalando que el verso más bello de la vida lo había inventado José de Espronceda, cuando escribió: "Volverán las oscuras golondrinas...". Avergonzado intenté remdiar la metida de pata de mi amada, pero para mi sorpresa los elogios y halagos por partida doble me obligaron a callarme. Lucía me manifestó en un murmullo, sentirse la mujer más feliz de la vida, pue nunca había conocido a seres más sensibles y refinados. El poeta mayor, con los bolsillos de su saco al revés, miró triste la botella vacía. - Se agotó el néctar, camarada Armando-. Uno de sus cómplices , victorioso, mostró una botella de aguardiente, lo cual arrancó aplausos del respetable público.

Del fondo del salón irrumpió el sonido alegre de un son cubano y en instantes se prendió la fiesta. Lucía era la reina indiscutida , la elegida del Parnaso. Armando bailaba con estilo de pulpo y sus manos parecían multiplicarse en la espalda de Lucía. El poeta mayor me pareció en cambio un a sabandija, pegado a la humanidad de mi chica. Yo estaba a punto de reventar, de decirle a todos que eran unos...cuando observé a Lucía que , desesperada, intentaba repeler los abrazos del pulpo, cada vez más envolventes. Como pude, agarré la botella de whisky y se la descargué a Armando en la espalda. Algo crujió en su humanidad. Un grito desesperado desató la reacción en cadena de la cofradía de poetas, que intentaban agarrarme para molerme a patadas. El poeta mayor, borracho, intentó golpearme, con tan mala suerte que cayó sobre una mesa y allí quedó tendido. Lucía llegó a mi lado y agarrándome de la mano arrancó a correr hasta que logramos evadirnos del lugar y de la horda de vates asesinos.

A las dos cuadras nos detuvimos.El cabello de mi angel guardián estaba alborotado. Yo temblaba un poco. Ella me secó el sudor de mi rostro y me besó con ternura. -Eres mi mejor poema- me susurró mientras acariciaba mis cabellos.

Una estrella solitaria asomó en el cielo nocturno.







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