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martes, 15 de marzo de 2011




DE PEQUEÑAS Y GRANDES COSAS



En el pasado " post" aludí a la paradoja de los grandes pensamientos que pretenden explicar y abarcar los confines del universo y la secreta relación que los mismos guardan con las "pequeñas cosas" del diario vivir. Es en el ejercicio cotidiano de los conflictos donde de verdad se muestra en toda su dimensión el ser humano. Es en el día a día donde aquellas elucubraciones son cubiertas por la luz cansada de una autopista a la madrugada. Es el escritor decadente, jugándosela toda a un libro que es un refrito de su producción, en contubernio con la editorial siempre ambiciosa y atenta a las oportunidades del mercado. Es el filósofo que en un arrebato asesina al ser que ama. En fin.

En varias ocasiones he aludido a la tremenda desazón que produce ver aquellas grandes obras-materiables o intangilbes- al cabo del tiempo. Esa pátina pertinaz que envejece los recuerdos, ese color sepia que convierte lo que en su día fue novedad en anacronismo viviente.Como el baúl de los recuerdos, lleno de objetos inútiles que se convierten en objetos inexplicables cuando su poseedor fallece. Bucles cortados para el amado, pañuelos perfumados, cartas en las que se jugó a tiro de tinta el destino de un hombre o de una mujer.

Creo que la aceptación de lo transitorio de las cosas humanas nos conduce a la aceptación gozosa del momento. Y no obstante, nos aferramos a la humareda que se eleva caprichosa hacia el cielo. Esa permanente ansia de eternidad, ese deseo de dejar huella en la tierra hacen de nuestras acciones una búsqueda incansable de lo trascendente.

En la novela de Coetzee, el señor C escribe sobre numerosos temas. La lectura que realizan Anya y Alan-especialmente este último- problematiza una tradición de pensamiento académica que se considera clásica. Para Alan, los planteamientos de C desconocen la realidad contemporánea, la que se construye sin ataduras al pasado y posee una enorme carga de pragmatismo. Dinero, poder, movimientos estratégicos para desestabilizar un producto, dominar un mercado.

Esa contradicción encubre una cuestión sutil. Las ideas del viejo seducen a Alan, al punto de espiar y leer los manuscritos De C. Tampoco entiende cómo un viejo logra tal grado de atención de su novia. Anya, a pesar de reconocer que el señor C posee un alto nivel de reflexión, no influye en su manera de comprender el mundo:

En cierto modo me ha abierto usted los ojos, eso lo admito. Me ha mostrado que existe otra manera de vivir, teniendo ideas, expresándolas claramente y esas cosas.

Y el señor C encuentra que a partir del descubrimiento de Anya, lo que escribe pasa por ella, sus pensamientos se impregnan de su belleza y de su agudeza. Catedral y vivienda, autopista y atajo. Ni más ni menos.

En ciertos momentos de nuestras vidas, descubrimos que a la hora de la verdad los asuntos fundamentales, los de cada uno, se definen de la manera menos reflexiva posible. Una mirada, un insulto, el tedio de una tarde de domingo son motivos suficientes para torcer destinos El castillo que hemos construido con la suma de los imperativos sociales se derrumba de manera inexorable frente a los ventarrones inesperados que nos asaltan a cada momento.

DIARIO DE UN MAL AÑO, la novela de J.M. Coetzee, me dio la oportunidad de adentrarme en estos tremedales con la única convicción de desear salir a campo abierto, con las heridas que produce el monte enmarañado y la alegría de entender que

ESTE MUNDO DE ROCÍO
MUNDO, COMO ES, DE ROCÍO
Y, CON TODO...

(ISSA)




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