Una costumbre habitual, la de las despedidas. Desde la formal, la de todos los días, hasta la que señala una ruptura total. La despedida es el ritual del incesante movimiento que nos traslada sin descanso a diversos lugares a lo largo de la existencia. Adán y Eva, nos dicen, fueron los primeros en despedirse de un lugar idílico debido a su desobediencia. A partir de ese momento, la vida se convirtió en un continuo peregrinar en busca de un lugar estable. Gracias a esa transgresión, los seres humanos andamos en pos de paraísos pasajeros y cargamos la ansiedad de encontrar un lugar que se asemeje a lo absoluto, a pesar de nuestra condición viandante.
La despedida entraña el fin de un estado, el comienzo de la incertidumbre y la esperanza. Abandonar un lugar, una familia, casi siempre con el anhelo del retorno y con la esperanza de hallar el alivio en otro lugar. Por supuesto que hay despedidas formales, nos vemos mañana, hasta pronto. En estos casos, se tiene la certeza de volver, de reiniciar la costumbre de todos los días.
La despedida es como el renuevo de un árbol, la floración nueva. Se parte con el corazón dolido y se actúa con la esperanza. Así le sucede a los migrantes en busca de mejores tiempos. Aquí queda su corazón; allá, el desasosiego y la ilusión. Nos despedimos pensando en el retorno, muchas veces; otras, sabemos que no hay retorno posible. La despedida es el comienzo de la muda, del cambio de piel, de la incorporación de nuevos rasgos que nos hacen otros.
La muerte también comporta la despedida de los que quedan. Se despide el recuerdo del que fue. De sus múltiples rostros. El dolor profundo por el que nos abandona para siempre. Cuando alguien muere, se produce el vacío, ese estado en el que la memoria echa mano de lo que fue.
Despedirse es un alivio cuando las cosas no van bien. La pareja que cambió la dulzura de los encuentros por la agresión constante, el fin del amor; un día, uno o los dos deciden romper y la despedida sella el fin de un acuerdo amoroso. Se van los hijos y el dolor nos enseña que los polluelos que viven en nuestras mentes son otros, aves maduras en busca de otros confines.
Llega la tormenta, aparece el sol, los árboles se despojan de sus hojas, un día es la primavera.
Hermoso blog Daguito, me hizo lagrimar.😢😢
ResponderEliminarMuchas gracias, me siento feliz por despertar en usted tales emociones.
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