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sábado, 23 de septiembre de 2023




 LOS PLACERES CULPOSOS

He aprendido que, pasados los sesenta, vamos tachando de la agenda personal  placeres y rutinas deleitosas y hemos asumido un discurso pletórico de recomendaciones sobre salud, alimentación, ejercicio físico, las que sencillamente implican prohibiciones y adopción de nuevos estilos de vida, a la mar recomendables y jartos. Eso pensé mientras escuchaba el podcast Tercera Vuelta, de Alejandro Gaviria y Ricardo Silva sobre los placeres culposos.

Los placeres culposos son por definición tan gratos que nos producen arrepentimientos, sentimientos de pecado y yerro. Esos postres exhibidos en la vitrina de alguna pastelería, la bandeja paisa repleta de  arsenal gastronómico letal- rellenas, chorizos, fríjoles, plátanos fritos, chicharrones-,   una noche de farra con los amigos en los que, por culpa de un ambiente deleitoso, nos pasamos de guaros. Creo que el castigo mas elaborado se llama  "guayabo", el tormento que faltó  incluir en  la Divina Comedia.

Cuentan Gaviria y Silva  que en muchas ocasiones fueron objeto de burla de sus amigos por declararse hinchas furibundos de Sergio y Estíbaliz y del Binomio de Oro, por leer algún best seller, hecho considerado como una transgresión a los cánones cultos, o por declarar que , a veces, cometían la herejía de ir a un centro comercial, golosina capitalista, palacio del consumo, tienda de vanidades.

Grito a los cuatro vientos y asumo  todas las consecuencias al afirmar  que los placeres culposos son el último fortín de la libertad, el escenario, los actos que nos recuerdan nuestra condición de homo ludens, el hombre que juega. Los apóstoles de la idea del  trabajo  como la condición verdaderamente humana,  mienten de cabo a rabo; esos predicadores revestidos de gesto severo y dedo índice apuntando a tu cara quieren convertirnos en esclavos, robots automatizados sin emociones ni deseos. Que la IA rellene el mundo de máquinas, mientras los mortales nos dedicamos a observar arreboles,  a jugar un picadito, a chismosear, a bañarnos en el río y a perdernos en la ternura de unos ojos coquetos y unos labios tentadores. ¡ Y sin culpa!




2 comentarios:

  1. O con culpa que para eso existe el perdón.

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  2. No hay nada mejor que disfrutar los placeres prohibidos.

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