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sábado, 25 de febrero de 2023




IDENTIDADES 

Solemos regresar con frecuencia a ciertos asuntos de nuestras vidas que nos causaron dolor o placer y los juzgamos con rigor, el que nos aporta el hecho de ser personas con distinta edad, nuevos recorridos. ¿Esa mirada corresponde a lo que en realidad sucedió?  ¿Somos los mismos? ¿Ese joven apasionado, brioso, capaz de saltar las barreras de las convenciones, hoy convertido en un apacible, conservador y rígido personaje, juzga con los mismos ojos de hace 10, 20 años atrás? Hoy, gracias a los aportes de las neurociencias, vamos entendiendo mejor el comportamiento humano a  partir del estudio del cerebro. 

He leído con mucho interés el libro de Mariano Sigman, " El poder de las palabras", un abordaje al diálogo como una fórmula eficaz para superar las diferencias de puntos de vista, con implicaciones para la vida personal y social. Allí se explicitan los resultados de diversos estudios en relación con nuestras decisiones y comportamientos, en un lenguaje comprensible y ameno. Como el asunto de la identidad, el libre albedrío y la libertad son aspectos centrales de nuestras vidas, Sigman nos aporta perspectivas novedosas para entender mejor estos asuntos. Y relata un capítulo de la mitología griega que nos cae al dedo para hablar del ser. Dice así:


 Minos, rey de Creta, enfurecido por el asesinato de sus hijos, condenó a  los atenienses a enviar catorce jóvenes al laberinto del Minotauro. Tras varios viajes, Teseo, príncipe de Atenas, decide unirse a una delegación de jóvenes sacrificados para poner fin a esta condena. apuñala al Minotauro, lo mata y escapa con la ayuda del ovillo de Ariadna, hija de Minos, para regresar en su barco a Atenas. 

Tras el festejo, los atenienses honran el voto que habían hecho a Apolo: viajar cada año al santuario de Delfos en el barco de Teseo.  Con el paso del tiempo y los viajes, algunas tablas del barco se deterioran y los atenienses las remplazan por otras de madera nueva y mas resistente. Años después el barco no conserva ninguna de las tablas originales. Entonces surge la pregunta lógica: ¿es posible seguir honrando el voto?  el barco seguía siendo el barco de Teseo? y si no lo era, ¿en qué momento preciso dejó de serlo? ¿Acaso es verdad , como señalaba Heráclito , que un hombre no puede bañarse  dos veces en el mismo río porque la segunda vez ya no se trata del mismo hombre ni del mismo río? ¿y si se construyese otro barco con todas las tablas originales. ¿cuál de los dos sería el de Teseo? Estas preguntas han servido desde entonces para esbozar los límites borrosos de la identidad y la memoria.

Asumo con timidez que lo que define nuestras identidades depende de la marejada de circunstancias que nos van moldeando con el tiempo. Cada recorrido nos hace distintos y en ese tejido de eventualidades aparece nuestro rostro, surcado por las huellas de la vida. 


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