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sábado, 28 de mayo de 2022

 



HABLAR SABROSO

En el recinto, era el personaje menos notorio. Nadie le prestaba atención. Otras, otros se robaban las miradas. Hasta que comenzó a hablar. Un silencio sacro se apoderó de la sala y como mariposas al vuelo, sus palabras nos transportaron a la montaña sagrada, donde descienden raudas las quebradas y el monte nos abraza, acogedor.

Yo me los he encontrado muchas veces. Su apariencia pasa desapercibida: el gordo enfundado en un traje pasado de moda, con su caminar de toro cansado; la mujer que mira con sus gafas gigantes y combina mal el vestido y la chaqueta; en alguna ocasión le vi a alguno su camiseta agujereada justo en el sobaco. Rara vez armonizan la elocuencia y la presencia. 

Claro que hay excepciones: la pinta encantadora y la palabra soberana. Esas, esos tienen la ventaja inicial de encandilar al público. Pasado un rato, solo quedan las palabras. 


José Antonio Ruiz Gómez solía ubicarse en algún rincón de la sala donde se desarrollaba la fiesta.  Casi nadie lo notaba. Eran otros los que se robaban la atención. Pasado un rato, José se acercaba a un grupo y desplegaba su verbo. Poco a poco iban acercándose otros a escuchar su labia variada, divertida, ingeniosa. En cambio, Pepe serrano era una especie de  Atila al revés: donde ponía sus palabras, crecía la audiencia. Tan pronto arribaba Pepe a algún lugar,  empezaba el sortilegio verbal que atraía a todos, como si fuéramos osos en un panal.  Otro, lord Pedro Hernández,  maestro inigualable a la hora de juntar a sirios y troyanos con la elegancia natural que le otorgan su gentileza y simpatía. 

A mí me encanta el uso ingenioso del verbo. Tantas veces he sido víctima de la celada que me tiende un orador, sentado en el Olimpo, ejerciendo su magisterio verbal. Yo lo escucho embelesado y el tiempo parece no existir. Solo el ritmo cadencioso, el tono preciso, la ingeniería sutil para encadenar las palabras, los giros inesperados, el humor, la riqueza del argumento. ¿Acaso hay placer mas gustoso que una buena conversación donde la imaginación reina de manera absoluta y cada enunciado es caricia y acicate?


Sea en el paraninfo o en el café, en la plaza pública o en el bar, en la casa o en la calle, la riqueza verbal es tesoro preciado que vale la pena cultivar. En tiempos de celulares y virtualidad, bien vale la pena ejercer el sagrado derecho a disfrutar de la palabra hablada.

A veces me sueño que un dios airado me castiga de la manera mas infame: a vivir en Laconia, rodeado de sombras y silencio.


5 comentarios:

  1. ...nos han emboscado la palabra...

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  2. Qué buena reflexión Dagoberto! Comparto ese gusto por quienes tienen esa magia...

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  3. fernando zamora guzmán28 de mayo de 2022, 10:14

    Firmo el anterior comentario...

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  4. La laconia sería una condena terrible para Dago sus amigos conversadores...

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