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sábado, 8 de enero de 2022




LA DISTANCIA ENTRE LOS DOS

 Una de las mejores maneras de saber que ya entramos en una etapa de la vida asociada con el invierno consiste en interactuar un rato con jóvenes. Tiempo suficiente para descubrir las enormes distancias que nos separan de las nuevas generaciones. 

En mi caso, confieso que he pasado muchas vergüenzas, sofocos y malestares por pretender posar de actual. Ahora que ha pasado diciembre y apenas se escuchan los últimos ecos de las canciones navideñas, nada mejor que repasar los mensajes de pastor López y compañía. "La porra caimanera", de Policarpo Calle, dice: Ojo con la porra/ mujeres vaciladoras/ yo tengo una porra de matacaimán/...es una porra de puro guayacán/y el que quiera problemas/ yo se la castigo/ con la porra caimanera/ y si me vacila una cienaguera/ yo se la castigo con mi porra caimanera.


Bueno,  me imagino a un tipo con un garrote en una fiesta, dando palazos a diestra y siniestra, cual talibán furioso en una escuela de jovencitas. Los asados, otrora motivo de encuentro y solaz han perdido un poco de lustre pues hoy muchos jóvenes- y no tan jóvenes-  rechazan la carne, así que cuando invite a un evento de esta clase, tenga en cuenta a: los veganos, los vegetarianos, los lactoovovegetarianos, ovovegetarianos, pescovegetarianos, flexiterianos, pollovegetarianos,  los que no consumen gluten, los que consumen frutas, preferiblemente amarillas o rojas. Así que preferible dedicarse a mirar arreboles.

En materia erótica, los sinsabores no tienen límite: un piropo, visto antaño como una manifestación elegante de seducción es considerado acoso sexual; los chistes que tanto nos hacían reír son hogaño formas sexistas, racistas, homófobas y despreciables. Y si los homosexuales constituían el hazmerreír de toda reunión, hoy, con justicia, se respeta la diversidad sexual. Que, ni mas ni menos incluye: gais, lesbianas, bisexuales, transexuales, intersexuales, pansexuales, demisexuales, lithsexuales, autosexuales, antrosexuales, polisexuales, asexuales.


Y qué decir  del baile de pareja que reinó durante tanto tiempo, forma de conquista en la que el hombre era el conductor y la mujer la que seguía el paso, en un cortejo de macho vanidoso. Hoy, la pista es de todos, nadie se acompleja por los pasos que ejecuta y da lo mismo integrarse en un grupo de mujeres y hombres, bailar solo o con otros del mismo sexo. 

En materia de pasatiempos, avemaría: Tik Tok, Instagram, facebok, influencers constituyen los referentes comunicativos de los jóvenes, terreno virgen para quienes peinamos canas. La conversación está mediada por los celulares y la virtualidad constituye el espacio idóneo para el face to face. Las conexiones de amistad, eróticas y amorosas cuentan con plataformas eficaces gracias a los algoritmos que todo lo saben.


Yo celebro las actitudes críticas de los jóvenes en relación con valores, costumbres, creencias consideradas incólumes y puestas en cuestión en la actualidad. La preocupación ambiental, el reconocimiento de las diferencias, la puesta en cuestión de ideologías patriarcales son, a todas luces, un avance en el reconocimiento de los  derechos, no solo humanos, pues los animales y el medio también tienen derechos. Así que solo nos queda reconocer la complejidad del mundo cambiante, los tremores inevitables ante el derrumbe de referentes tradicionales  y la constatación de que nada permanece para siempre.

Me miro y me veo como un ser prehistórico, antediluviano, perdido en una  selva virtual, incapaz de balbucir sonidos ante la avalancha de cambios que me dejan sin aliento. Intento sonreír y descubro que hasta los motivos de la risa han cambiado, por lo que me cubro con mi mano para evitar malentendidos y censuras. 



 Escucho la porra caimanera y me emociona el ritmo contagioso del porro, su cadencia, tan invitadora para bailar y pienso que en vez de una porra el hombre de la canción debería regalarles a las mujeres un ramo de flores.

Perdón, ya no se regalan flores. 


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