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sábado, 25 de septiembre de 2021

 


 LA EXISTENCIA HUMANA Y EL EQUILIBRIO DEL PLANETA

¿Cómo comprender mejor nuestro ser? ¿Por medio de la búsqueda interior? ¿o acaso es mejor develar el conjunto de las interacciones de un individuo para acercarse a su ser? Kim Ki Duk, el director de cine coreano nos mostró en la película "las 4 estaciones" el proceso vivido por un niño y un monje en una casa flotante a lo largo de la sucesión de las estaciones de la vida de los personajes. Se trata de descubrir la esencia que late en nuestra interioridad. Dijo Lao Tse: quien domina a los demás es poderoso; quien se domina a sí mismo, es invencible.  Así que la confianza y la seguridad son el resultado de  la introspección. 


Juan Luis Cebrián en su reseña del libro "Rico en conocimiento, pobre en filosofía" , de Joan Carles Mélich en El País señala:

Heredero intelectual de ­NietzscheHeidegger y Wittgenstein, considera-Joan -Carles Mélich- que la existencia es estructuralmente relacional. Frente al viaje interior que cualquier ideología mística predica como el mejor camino para descubrir el propio ser, para Mèlich existir es “salirse de uno mismo, lanzarse a una aventura en tierra extraña” repleta de incertidumbres. A fin de poder desenvolvernos con acierto en ese lugar siempre inhóspito contamos con herramientas heredadas, a comenzar por la gramática, que no es solo la lengua, sino un universo de símbolos y normas que diseñan un horizonte moral, una especie de reglas de decencia, sin observar las cuales sería imposible habitar el mundo. Gracias a la tradición literaria, muy viva en el razonamiento del autor, la memoria, tanto personal como colectiva, forma parte inevitable de ese universo ritual y simbólico que nos ayuda a componer el relato: una forma de descubrir la verdadera existencia más lúcida que la lógica o la argumentación.

La búsqueda sobre el ser se nutre de lo íntimo y lo externo, en un juego de equilibrios y desequilibrios propios de una especie dominante en la tierra. Contamos con un cerebro especializado, una herencia genética, una organización social sofisticada y una experiencia que, sumadas, nos permiten disponer sin sonrojarnos de los ecosistemas que albergan a otras especies, en franco detrimento para aquellas. El bumerang se devuelve y nos golpea de tal forma que por primera vez en la existencia de la humanidad aparece el temor de desaparecer de la faz de la tierra. 

Comprender nuestro ser significa,  ante esta perspectiva posible, considerar una nueva aproximación a nuestro papel en la red de interacciones con el medio y en particular con lo que ha significado la noción de progreso humano. Una cuestión simple: el consumo de carne significa la potrerización de vastas zonas boscosas, la producción elevada de CO2 y el maltrato a otras especies. Así que desde asuntos cotidianos como la alimentación, urge replantear nociones como bienestar,  gusto y comodidad.  


Sea que nos  lancemos  a una aventura en tierra extraña como que nos sumerjamos  en las profundidades de nuestra intimidad, no hay ruta posible distinta de repensarnos como especie. De nada sirve sentirnos motivados por los logros personales y colectivos si ello implica la destrucción del medio y la explotación desaforada de los llamados recursos naturales. Escribe Alejandro Gaviria:

Pareciera, como dijo alguien, que vamos rumbo al abismo y seguimos apretando el acelerador con la esperanza cobarde de que, por una suerte de milagro irónico, se acabe la gasolina antes de llegar al precipicio (En defensa del Humanismo).


Este panorama oscuro reclama la intervención de todos. Si bien es cierto que los intereses económicos se imponen, también es cierto que existe en nuestra condición humana  y la cultura la solidaridad y la acción consciente para generar cambios profundos en la vida social. 

Mas hermoso que creernos los reyes de la creación es sentirnos parte de un planeta diverso en el que coexisten numerosas especies, en escenarios distintos y con una finalidad mayor: modelos de vida basados en el respeto por el ambiente, pensados con amor, compasión y solidaridad. Es decir, que descubrir nuestro ser implica desprendernos de las pompas otorgadas por nuestra condición de especie sofisticada para ponernos en el mismo nivel de las demás especies.

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