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miércoles, 15 de febrero de 2012






LA CONVERSACIÓN Y LAS AFINIDADES

Hace poco estuve en una reunión de amigos y la conversación no fluyó libremente. Intenté conducir el diálogo hacia diversos temas, pero el resultado fue un iceberg gigantesco que congeló el encuentro. Movimientos incómodos, silencios eternos y un afán de salir como pepa de guama. Metido en mi cama me interrogué por la razón del fracaso de una reunión que pintaba para buenas cosas.Me pareció intuir que roces antiguos entre algunos de los participantes, poca confianza para desplegar ciertos temas, divisiones partidistas pesaron mucho en el ambiente y lo enrarecieron hasta convertir una tertulia que pintaba bien en una carga pesada .


Muchas veces sucede que las creencias y compromisos de cualquier índole echan al traste el juego de la conversación espontánea, olvidando un precepto básico: todas las construcciones intelectuales poseen la propiedad de ser temporales, efímeras, por lo que vale la pena atender desprevenidamente al interlocutor. Concluyo que el diálogo abierto no sucede con todo interlocutor y que una buena conversación está circunscrita a ciertas personas, a ciertos ambientes y ocasiones

En los encuentros sucede siempre que con ciertas personas hallamos la veta inacable del diálogo fresco y creativo. Dice Hitchens a propósito: afirmo con osadía, de hecho creo que lo sé, que muchas amistades y relaciones dependen de una especie de argot compartido. No necesariamente diseñado para excluir a los demás, puede establecer cierta reciprocidad e, incluso tras una larga ausencia, restablecerla en un segundo.

Sandor Marai escribió una novela, "El último encuentro" en la que dos amigos se encuentran a dialogar después de varias décadas. En el fondo de la conversación está una mujer. Ella, esposa de uno de los dos, ha tenido una aventura con el otro. La conversación discurre sobre este hecho. La venganza parece alzarse como la salida inevitable de la traición. Y como las cosas nunca son como parecen y siempre hay un factor desconocido, lo que se planeó durante tantos años discurre por senderos inesperados.

La conversación es un ejercicio complejo, lleno de aristas, recurrente en sus temas, inesperado a veces. Cuando logramos abrirnos al diálogo sincero, espontáneo y juguetón se produce una experiencia inolvidable. Todos hemos vivido estas situaciones placenteras. Y hemos sufrido la experiencia desastrosa de conversaciones rígidas, pesadas. Afortunadamente, existe el silencio.














1 comentario:

  1. Cuánta razón tienes aquí, Daguito. Muchas veces me he encontrado en esa situación en que la conversación tropieza contra los inconvenientes que nombras, pero por fortuna también he tenido la oportunidad de disfrutar con todo el gran placer, por ejemplo, de atesorar la fluidez y desenfado de las que hemos tenido entre nosotros. Otro abrazo, hermano.

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