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miércoles, 7 de octubre de 2009



EL LECTOR

El lector, película dirigida por Stephen Daldry(las horas) reúne a Kate Winslet(Hanna), David Kross (Michael Berg) y Ralph Fiennes (en el papel de Michael Berg adulto). La historia está basada en la novela el lector, de Bernard Schlink.

El encuentro fortuito de un joven, Michael, y una mujer, Hanna, un día de lluvia, marca el comienzo de una relación erótica intelectual en la que se produce un doble descubrimiento: el del sexo, por Michael y el del placer de escuchar obras literarias por Hanna. La primera parte de la película desarrolla estos asuntos, en los que los instintos marcan el ritmo de los encuentros.
Hanna desaparece un día y luego vemos a Michael adulto repasando y reconstruyendo el tramo de la historia que faltaba. Michael, convertido en estudiante de Derecho, asiste al juicio de unas mujeres que han sido causantes de la muerte de unos judíos, a quienes retuvieron en un lugar y les impidieron la salida, razón por la cual mueren quemados. Hanna es una de las personas responsables del crimen.

La segunda parte de la película sitúa a Michael en la incertidumbre y la confusión por tratar de explicar qué razones subyacen a la guerra. Y en determinado momento, la posibilidad de ayudar a Hanna, quien se ha hecho responsable del crimen.

La experiencia amorosa, que constituye cerca de la mitad del relato fílmico, se caracteriza por mostrar una relación en la cual el juego erótico se acompaña de la lectura de fragmentos de textos literarios-la Dama del Perrito, la Iliada- y de las manifestaciones del carácter voluble de Hanna. El proceso de lectura suscita en Hanna estados anímicos que la llevan a las lágrimas y la lectura de los textos se convierte en el preludio del encuentro erótico. Dos procesos de lectura-la del cuerpo, la de los textos literarios- dan sentido a una relación dispareja, pues Hanna tiene 36 años y Michael ,15.

En la segunda parte, el relato se orienta hacia el tema de la guerra, la culpa, la responsabilidad y la perplejidad. Michael se debate entre los cuestionamientos morales, éticos y jurídicos y las preguntas acerca del real significado de Hanna. Ésta, analfabeta, ha asumido su trabajo como empleada de la SS, y actúa igual que en su oficio de empleada del tranvía, sólo cabe cumplir lo que le manden, sin importar que en el cumplimiento del deber un grupo de personas terminen achicharradas por su decisión de no abrirles la puerta. Y ante la presión del juez, decide asumir sola la responsabilidad de la decisión, con tal de no poner en evidencia su analfabetismo.
Michael, maduro, con una hija de su matrimonio con otra mujer, envía, grabados, los relatos que había leído a Hanna, y ésta, se dedica a aprender a escribir. El mundo que había constituido el tiempo del amor se ha vuelto trizas. Sólo queda una realidad más amarga, en la que las culpas, la fragilidad ante un mundo desconocido, extraño para Hanna, la llevan al suicidio.
La última escena, en la que Michael decide contarle a su hija la verdad que había ocultado tanto tiempo, parece decirnos que la revelación de verdades dolorosas es un paso inevitable en la exposición de realidades que han hecho un daño enorme a la humanidad y a las personas y queda el relato de lo que sucedió como un proceso de expiación para que estos hechos no se repitan.

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