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sábado, 28 de enero de 2023






EL HOMBRE SEMILLA

Con la guerra, la vida de las comunidades se destruye. El tejido social, las conexiones establecidas a lo largo de los años desaparecen y el horror y la miseria campean impunes. La literatura, siempre presta a plasmar las convulsiones sociales,  ha sido referente ineludible para mostrar en profundo los estragos de la guerra. Violette Ailhaud escribió " El Hombre Semilla": "he decidido contar lo que sucedió después del invierno de 1852 porque, por segunda vez, en menos de setenta años, nuestro pueblo acaba de perder a todos sus hombres".

Narración breve escrita  en 1919 a la edad de 84 años. "En su sucesión, apareció  un sobre que no podía ser abierto por el notario antes del verano de 1952.  Una vez abierto, se encontró que su contenido, un manuscrito, debía ser confiado al mayor de sus descendientes, de sexo femenino exclusivamente, que tuviera entre quince y treinta años. Yveline, de veinticuatro años, se encontró en posesión del texto de este libro en julio de 1952".

                               

¿Qué cuenta "El hombre semilla"?  Un hombre se aproxima a un valle de la región provenzal. Un grupo de mujeres lo observa. La ansiedad agita sus corazones. "Nos miramos y cada una se acuerda del juramento. Empuñamos nuestras manos y nuestros dedos se aprietan hasta hacer crujir las articulaciones: nuestro sueño está en marcha, helado de terror y ardiente de deseo". Ellas no han visto un hombre en dos años. La vida normal, de amor, familia, hijos ha desaparecido. 

Ellas acuerdan que cuando llegue un hombre a la aldea, lo harán suyo.  "Ese hombre que avanza lentamente hacia nosotras es entonces el primero...habíamos previsto todo ante la venida de un hombre. Nuestro primer objetivo era su semen, después su capacidad de trabajo, finalmente su presencia".


Relato de emociones cruzadas, de silencios y ansiedades. Si la guerra ha sido la maquinaria devastadora, la llegada del hombre desata las sensibilidades contenidas por años de ausencia masculina. El paisaje, la memoria, la culpa, el desenfado chocan en un escenario en el que se renuevan las costumbres:

La noche transcurre así, llena de lluvia, de hambre de nuestros cuerpos, de grandes momentos de ternura y de  caricias. La vida penetra la tierra y mi cuerpo. Descubro la herramienta maravillosa que son las manos del hombre sobre mí.  Disfruto de su fuerza y su dulzura, su violencia y su cariño. Cuando el amanecer se aclara con la lluvia que se calma, casi no puedo hablar. me duele la garganta de tanto haber gritado.  Sin embargo, le explico la felicidad de mis gritos.  me dice que cuando estalla en risas es para liberar su placer y no para burlarse de mí.  Hablamos y ese intercambio de palabras no nos abandonará jamás.

Recomiendo la lectura de este pequeño libro, tan enorme en su belleza, tan complejo en emociones, tan desgarrador en su reclamo por la paz.


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