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sábado, 27 de marzo de 2021

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EL MUNDO RURAL

Un titular de  la edición del 18 de septiembre de 2019 del New York Times,  me llamó la atención:"Something Special is happening in rural America"(algo especial está pasando en la  América rural", escrito por Sarah Samarsh:

Durante más de un siglo después de la Revolución Industrial, la gente de las zonas rurales y de los pueblos pequeños abandonó su hogar para sobrevivir en las mecas comerciales. Según la historia estadounidense, los que prosperaron en los centros urbanos "lo lograron": un triunfo capitalista para el individuo, una pérdida perjudicial para el lugar que dejó. A menudo nos referimos a esto como "fuga de cerebros" del interior, lo que implica que aquellos que se quedan carecen del mérito o de la capacidad de "salir".

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Sin embargo, las dos ciudades emblemáticas del desarrollo urbano, Nueva York y Los Ángeles,  muestran un descenso en su población debido a factores  asociados con la asequibilidad. Señala Samrash que en una encuesta reciente, habitantes de zonas rurales manifestaron sentirse conformes con sus vidas y un 40% consideran que poseen un estado de bienestar superior al de sus padres y esperan que sus hijos alcancen uno mayor que el de ellos.

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Colombia muestra una tendencia similar en las regiones de mayor desarrollo económico y los procesos de urbanización transforman zonas rurales y semirrurales en lugares donde se ofrece vivienda lujosa y costosa para personas provenientes de las ciudades y que desean tranquilidad y bienestar. En regiones alejadas del interior, se vive un conflicto social por cuenta del narcotráfico y la lucha por por la tierra, lo que favorece la existencia de grupos criminales al servicio de terratenientes y carteles de la droga.

El atafago, las prisas, la inseguridad y las distancias estimulan el deseo de vivir en lugares pequeños, donde las distancias se recorran a pie o en bicicleta, la tranquilidad sea la norma y haya tiempo para la familia y para uno mismo.

El eterno retorno parece ser una constante en la vida de los seres humanos. En un primer momento, partir significa dejar el terruño para buscar bienestar y aventuras. Pasado el tiempo, se va incubando el deseo de volver. Así, se inicia el regreso a la patria chica o a un lugar tranquilo, suerte de paraíso que se añora en  la distancia.


Ahora que somos tantos, el afán por volver a las raíces semeja un tren atestado de pasajeros. La búsqueda de lugares sosegados, pacíficos se torna tarea cada vez mas ardua. Igual que una playa atractiva, carrera décima de Bogotá con mar, se pueblan todos los paraísos bucólicos y la voracidad de los urbanizadores coloniza los espacios placenteros para servicio de los privilegiados.

Tocará practicar la inmersión profunda en nuestros pensamientos, yoga  para practicar durante los desplazamientos en vehículos de transporte público, meditación semiprofunda por las calles citadinas y aislamiento programado en reuniones interminables y sosas.

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