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lunes, 14 de febrero de 2011






CARAMELO

Cerca de donde vivo funciona un salón de belleza regentado por una pazuna emprendedora, Juanita, quien ha logrado hacer de su local uno de los más apetecidos en Guaduas. Cada vez que paso por allí, hago lo que a Carrasquilla le encantaba: ojear sin descanso el lugar. Me ha parecido que los salones de belleza son espacios donde la mujer realiza un ejercicio extraordinario, doblemente encantador: el cuidado de su figura, deleite sinigual en el que los afeites, tinturas , cremas y demás potajes transforman a las clientas en seres esplendorosos, como salidos de una historia de hadas; Y la suprema dicha, el parloteo desaforado, en medio de la catarsis de espuma, del cual brotan historias fantásticas, crónicas del diario vivir, sazonadas con el picante de la ironía y el dardo- a veces cruel-. Hay en esos lugares un ambiente de sosiego, un júbilo exaltado y la caricia perenne de las palabras que remodelan los universos de quienes los habitan de manera transitoria.

Cuando vi la película CARAMELO, me pareció que las historias que allí se cuentan, en un país , Líbano, y una ciudad, Beirut, reflejan la sensibilidad humana que subyace en cada situación. No importa que se viva en un país con predominio musulmán y minoría cristiana. El deseo, la soledad,la lusión, la vejez, la solidaridad atormentan por igual a unos y a otros. Cuatro mujeres comparten su trabajo en un salón de belleza y los diálogos y los silencios nos aproximan al prontuario personal de cada una de ellas: Layale mantiene una relación con un hombre casado, por lo que sus encuentros se realizan al pie de un puente abandonado; Misrine, musulmana a punto de casarse, sufre porque antes de su futuro marido hubo otro; Rima, lesbiana que un día descubre la afinidad con una mujer casada, dueña de una hermosa cabellera negra y larga; Janale, actriz que se niega a envejecer y pretende hacer creer a los demás que todavía le llega la menstruación. Y una quinta mujer, Rose, modista entrada en años y a cargo de su hermana mayor, Lilie, deschavetada y por la cual decide romper con una relación amorosa a punto de comenzar.


Las vivencias y las palabras que las modelan logran construir un mundo tan rico y complejo, que nos hace pensar que aún en los hechos más simples se viven epopeyas invisibles, muchas veces convertidas en " una sórdida crónica policial"(que dijera Borges). Caramelo es una película delicada, sutil como un encaje, que nos obliga a pensar en nuestras vidas y las de los que nos rodean.

Escucho risas en el local de Juanita. Me detengo junto a una de las ventanas del local y pongo atención a la historia que se narra, tan parecida a alguna de las que se muestran en CARAMELO.

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