ESPACIO PÚBLICO : A PISOTEAR A LA MUJER

¿Son iguales las condiciones y las características del tránsito  por el espacio público para hombres y mujeres? ¿Caminar es una actividad neutra o esconde discriminaciones, en particular con las mujeres?

"Haber nacido mujer es mi tragedia", escribió en su diario la poeta Sylvia Plath. A sus 19 años, la escritora se lamentaba ya de haber sido "condenada" de por vida a que su radio de acción estuviera restringido por su género. "Mi deseo incontenible de mezclarme con camioneros, marineros, soldados, parroquianos...todo acaba arruinado por el hecho de ser una chica, una mujer siempre en peligro de ser asaltada y agredida". (María Sánchez Díez, el País).

Todos los imaginarios construidos acerca de la mujer en la sociedad se derrumban y este, en particular, cuestiona una actividad aparentemente neutral. Caminar como actividad placentera encubre condicionamientos y actitudes  de género impuestas por tradiciones masculinas.

Como Plath, la mayoría de las mujeres nos enfrentamos a esta revelación temprano en nuestra vida. Nuestro transitar libre por el espacio público está limitado por la amenaza implícita de una violencia sexual con distintas formas y niveles de gravedad: comentarios obscenos, miradas lascivas, tocamientos indeseados y otros incidentes de acoso y hostigamiento (M. S. D. el País).

Las normas sociales establecidas y vividas como normales encubren funciones subordinadas y puestas al servicio del hombre. La escritora sueca Rebecca Solnit plantea en su libro Wanderlust: 

El caminar femenino suele ser entendido como una exhibición mas que como el traslado de un lugar a otro, pues se supone que las mujeres caminan no para ver, sino para ser vistas; no por su propia experiencia, sino para un público masculino (El País).




Es en el escenario público donde afloran las manifestaciones de dominación masculina. De igual manera, en las instituciones se promueven actitudes, percepciones e ideologías de dominación masculina. Los reglamentos escolares están llenos de perlas de esta clase. Y los grupos religiosos erigen como dogma la subordinación de la mujer al hombre.

La calle no es neutral. De espacio placentero a zona de agresión verbal y física.  De jardín multicolor a zona de guerra. El cambio demanda un proceso complejo que pasa por la cultura. Sin paradigmas nuevos, las leyes carecen de eficacia.



Cuánto tenemos que aprender los hombres acerca de los derechos y la dignidad de las mujeres. 

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