UN REGALO PRIMAVERAL
Hace cien años, Japón le regaló a la ciudad de Washington un buen número de árboles de cerezo que fueron sembrados en Tidal Basin. A lo largo de un siglo, los cerezos han ofrecido a los habitantes de la capital estadounidense sus más bellas floraciones, para deleite de los paseantes y habitantes de esta zona.
Los árboles de cerezo alcanzan un periodo de vida de cincuenta años en Norteamérica, por lo que muchos de los cerezos donados han muerto. Sin embargo, sobreviven unas cuantas docenas y a pesar del desgaste natural que les ha ocasionado el paso de los años, se aprestan a lucir sus mejores galas en la celebración de su centenario: Cerezos en la noche/ si más me alejo/ más vuelvo a mirarlos (tomiyasu Fusel).
Imagino a un buen número de personas acudiendo alborozadas a apreciar los cerezos en flor, que contra todo pronóstico continúan ofreciendo un espectáculo que reconforta los ojos y el corazón:
A la sombra de los cerezos en flor/ personas del todo extrañas/ no hay ya (Issa).
Por estos días se celebra en Japón una fiesta de la contemplación:miles de japoneses acuden a los parques y avenidas a observar los cerezos en flor que exhiben sus tocados delicados y nos recuerdan la maravilla que entraña la brevedad de las cosas y la magia de la eternidad en cada momento.
En Colombia existe una tradición bellísima, la de los jardines en el patio de la casa. Hablo por supuesto de lugares donde todavía es posible contar con buenos espacios para destinarlos al disfrute visual de sus moradores y de los que visitan estas casas. En Guaduas, la señorita Lúa posee un jardín muy particular, en el que se mezclan las flores con árboles frondosos, en arreglos y disposiciones nacidas del gusto que otorga el contacto diario y amoroso con la vegetación. Tan hermoso como éste, el de la familia Ávila, en el Vallado, vía a San Joaquín. Y otros y otros.
Declaro mi amor sin límites por los jardines antioqueños, o dicho de otra manera, del gusto de los antioqueños para convertir, por ejemplo, el frente de una casa en jardín. Si no me creen, ahí están Guatapé y El Jardín, dos pueblos que siembran belleza en sus casas, en las paredes, los balcones, en los patios. Donde sea.
De Bogotá digo que el clima y la tierra conspiran para producir las flores más coloridas y sorprendentes de Colombia. Dos ejemplos: los jardines de la Universidad Externado de Colombia y la Casa Museo Chicó, pero olvidé mencionar ....
En la literatura, Nezahualcoyotl(1402-1469), el poeta náhuatl, expresó:
Nos ataviamos, nos enriquecemos con flores, con cantos: ésas son las flores de la primavera: ¡con ellas nos adornamos aquí en la tierra! Hasta ahora es feliz mi corazón: oigo ese canto, veo una flor. ¡Qué jamás se marchiten en la tierra!
Las flores no logran ocultar el temor por aquello que parece llegar de lejanas tierras. La belleza es apenas un tinte ligero que oculta el horror de la invasión. Flores rotas, el imperio ha sido derrotado.
Brotes primaverales, explosión de colores en el trópico, la vida que bulle atrevida a cada momento- y el encanto del placer: Entonces uno s versos del vate chileno Gonzalo Rojas:
Cítara mía, hermosa muchacha tantas veces gozada en mis festines carnales y frutales, cantemos hoy para los ángeles, toquemos para Dios este arrebato velocísimo, desnudémonos ya, metámonos adentro del beso más furioso, porque el cielo nos mira y se complace en nuestra libertad de animales desnudos.
Imagino a un buen número de personas acudiendo alborozadas a apreciar los cerezos en flor, que contra todo pronóstico continúan ofreciendo un espectáculo que reconforta los ojos y el corazón:
A la sombra de los cerezos en flor/ personas del todo extrañas/ no hay ya (Issa).
Por estos días se celebra en Japón una fiesta de la contemplación:miles de japoneses acuden a los parques y avenidas a observar los cerezos en flor que exhiben sus tocados delicados y nos recuerdan la maravilla que entraña la brevedad de las cosas y la magia de la eternidad en cada momento.
En Colombia existe una tradición bellísima, la de los jardines en el patio de la casa. Hablo por supuesto de lugares donde todavía es posible contar con buenos espacios para destinarlos al disfrute visual de sus moradores y de los que visitan estas casas. En Guaduas, la señorita Lúa posee un jardín muy particular, en el que se mezclan las flores con árboles frondosos, en arreglos y disposiciones nacidas del gusto que otorga el contacto diario y amoroso con la vegetación. Tan hermoso como éste, el de la familia Ávila, en el Vallado, vía a San Joaquín. Y otros y otros.
Declaro mi amor sin límites por los jardines antioqueños, o dicho de otra manera, del gusto de los antioqueños para convertir, por ejemplo, el frente de una casa en jardín. Si no me creen, ahí están Guatapé y El Jardín, dos pueblos que siembran belleza en sus casas, en las paredes, los balcones, en los patios. Donde sea.
De Bogotá digo que el clima y la tierra conspiran para producir las flores más coloridas y sorprendentes de Colombia. Dos ejemplos: los jardines de la Universidad Externado de Colombia y la Casa Museo Chicó, pero olvidé mencionar ....
En la literatura, Nezahualcoyotl(1402-1469), el poeta náhuatl, expresó:
Nos ataviamos, nos enriquecemos con flores, con cantos: ésas son las flores de la primavera: ¡con ellas nos adornamos aquí en la tierra! Hasta ahora es feliz mi corazón: oigo ese canto, veo una flor. ¡Qué jamás se marchiten en la tierra!
Las flores no logran ocultar el temor por aquello que parece llegar de lejanas tierras. La belleza es apenas un tinte ligero que oculta el horror de la invasión. Flores rotas, el imperio ha sido derrotado.
Brotes primaverales, explosión de colores en el trópico, la vida que bulle atrevida a cada momento- y el encanto del placer: Entonces uno s versos del vate chileno Gonzalo Rojas:
Cítara mía, hermosa muchacha tantas veces gozada en mis festines carnales y frutales, cantemos hoy para los ángeles, toquemos para Dios este arrebato velocísimo, desnudémonos ya, metámonos adentro del beso más furioso, porque el cielo nos mira y se complace en nuestra libertad de animales desnudos.
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