Leila Guerriero, cronista argentina, laboriosa, meticulosa y dueña de una prosa refinada, leyó en el Festival Malpensante de 2008 un texto titulado "la lección de Homero". En ese documento lúcido sobre el oficio de escribir perfiles, leí con terror el recuento del trabajo que realizó para escribir uno de Pedro Henriquez Ureña, "abogado, filósofo, ensayista, profesor y humanista dominicano que vivió desde 1926 hasta 1946 en Argentina, país donde murió corriendo un tren que iba a llevarlo hasta el colegio donde daba clases". Henriquez Ureña fue autor de un libro memorable en su tiempo:Las Corrientes Literarias en la América Hispana, y junto con Alfonso Reyes, figuras indiscutidas de la crítica literaria de nuestro continente.
Al revisar el material, Leila anota:
" Junté mucho material, pero era un material inerte...Así que hice un listado de de sitios en los que Pedro Henriquez Ureña había vivido y trabajado y y fui a ver qué quedaba. Y descubrí que no quedaba nada....
Cuando le pregunté a una rubia de labios turbios si conocía a un tal Henriquez Ureña y me dijo que Enrique le sonaba, que preguntara en el bar contiguo, , supe que mi trabajo había terminado.
Y que un perfil es, siempre, la historia de algo mucho más devastador, mucho más grande que la historia de uno solo".
Vino a mi memoria la historia de un amigo que había vivido durante mucho tiempo en diversos lugares de Colombia, y que decidió regresar a pasar su vejez a Guaduas. Traía el recuerdo de aquella Guaduas en la que él había sido centro de atención, objeto del deseo de muchas mujeres, e invitado irremplazable en todas las parrandas. Al cabo de unos cuantos meses decidió irse a Bogotá, a morir de soledad y de tristeza. De su mundo no quedaba nada.
Alberto Antonio Verón escribió en el Mapensante, a propósito de Walter Benjamín, un relato del itinerario trágico que lo condujo a su fin en en Portbou, España. "En el momento de su suicidio una familia de Portbou permitió que le enterraran en una de sus tumbas; lamentablemente-paradojas de su mala estrella- a los cinco años la misma familia necesitó del lugar, y los restos de Benjamin fueron a parar a una fosa común ubicada en la parte lateral del cementerio".
El tiempo, que avanza incesante, derriba los sueños de los hombres por doquier. De las dulces palabras musitadas al oído de la amada, de las obras y los libros construidos con amor y tesón, ¿Qué queda al cabo del tiempo? y sin embargo, sólo nos queda decir:
Este mundo de rocío
mundo, como es, de rocío
y, con todo...
mundo, como es, de rocío
y, con todo...
Issa
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