Un hecho en apariencia simple da pie para reflexionar aspectos centrales de la vida de las personas: ¿Qué significa abandonar el lugar en el que transcurre la infancia? ¿Qué significa perder a la madre, al padre, a los hermanos, a los amigos? ¿Qué ocurre cuando habitamos un lugar nuevo, en el que se es extranjero? ¿Qué papel juega la memoria en la reconstrucción de vidas sometidas a cambios radicales?
Cuenta Postorino que, a pesar de las buenas intenciones con los niños, estos guardan resentimientos por haber sido separados de su familia, amigos y entorno. Lo que significa que el medio en el que se vive, la familia a la que se pertenece y el tejido social con el cual se construye la identidad y se crean los lazos afectivos y culturales son poderosos y difíciles de remplazar.
Cada gesto, cada encuentro, cada experiencia acumulada nutre a la colectividad y le atribuye un sello de identidad imborrable. La vivencia cotidiana semeja al jardín que se cuida de manera laboriosa y que inunda de belleza la vida de los residentes de un lugar.
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