Son los matices el modo mas placentero de disfrutar la variedad y la belleza del mundo. Al identificar los matices se descubren los colores ocultos por la rutina y el dogma. Acercarse al paisaje con una actitud abierta permite surcar cielos nuevos, aires desconocidos.
¿Qué tal una escuela cuya finalidad sea dotar a sus estudiantes de la curiosidad y la generosidad para explorar hasta el cansancio los matices en la naturaleza, en la cotidianidad, en las creencias? Hoy, cuando el sectarismo y los dogmatismos imponen su ley, qué valioso resulta desprenderse de fanatismos. Al fin y al cabo, navegamos en un mar cambiante, siempre dispuesto a torcer los rumbos establecidos.
Ante las afirmaciones totalizantes, vale la pena ejercer la duda. Toda afirmación es dable de mirarse con ojos críticos. Los matices son la fórmula eficaz para comprender, para alejarse de los marcos estrechos de los dogmas.
Leo en "la belleza del universo", el valioso libro de Stefan Klein:
En una ocasión preguntaron al gran físico estadounidense Richard Feynman si un científico no destrozaba la belleza de una rosa al investigarla. Feynman respondió que, sin duda alguna, apreciaba la belleza de la rosa tanto como un artista, pero que además era capaz de detectar una belleza mas profunda, la que solo el conocimiento es capaz de revelar: el hecho de que, durante la evolución, las flores adquirieran color para atraer a los insectos, por ejemplo. Cuando aprendemos algo así, se nos plantean nuevas preguntas, como si los insectos experimentan algo parecido a la estética. Conociendo mas a fondo una flor, por tanto, no le restamos belleza, sino mas bien todo lo contrario: sumamos a su atractiva estética el encanto de verla como algo impresionante y misterioso(editorial Seix Barral).
Y Mario Satz escribe en "Pequeños paraísos. El espíritu de los jardines":
Si las rosas no existieran, si el mismo lenguaje del amor no pudiese expresar sus sentimientos, los poetas la habrían inventado para colmar y calmar los ánimos de nuestra especie. La lista de quienes le consagraron versos es casi tan extensa y variada como los híbridos de la misma rosa que pueblan nuestros jardines. Destaquemos a uno que las amó y cantó con singular maestría, Juan Ramón Jiménez. Refiriéndose al contacto entre dos bocas humanas el poeta anotó:
En aquel beso, tu boca
en mi boca sembró
el rosal cuyas raíces
se comen el corazón.
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