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sábado, 31 de octubre de 2020

 


ARMONÍA ESPIRITUAL Y TERRENAL

A lo largo de la vida conocemos personas que dejan una huella indeleble en nuestros corazones. Recuerdo a dos mujeres extraordinarias, la hermana Aura y la hermana Anita, de la comunidad religiosa de las Hermanas de la Presentación. Conocían muy bien mi escasa conexión con la religión católica y con su amistad y comprensión me dieron cariño, ejemplo de vida y   me enseñaron-sin proponérselo,- que en la vida hay infinitas maneras de trascender las vanidades humanas a punta de comprensión y amor. Conecto  esto con algo que dijo Saramago y  que me llevó a preguntarme sobre la validez de mi manera de pensar y sentir la espiritualidad: pensamos en cristiano.

Hoy. a estas alturas de mi recorrido por la vida, sé que no podemos escapar a los condicionamientos de maneras de ver el mundo y lo trascendente, mas fuertes que la razón. Así que reconozco que por mas que se pretenda escapar de condicionamientos tan poderosos, es imposible negar que muchas de nuestras ideas nacen de la convivencia reiterada de años, de siglos, de personas y de generaciones. Y mas que ideas, son sentimientos, emociones y pulsiones definitivas  a la hora de sentir, de comunicarnos, de amar, de odiar. 


Leo en este momento el libro de Wade Davis, "Magdalena, river of dreams", un texto amoroso sobre  el referente cultural mas importante de los colombianos, el río madre, el que ha hecho posible la construcción de una nación. En una parte del texto, Davis dialoga con un mamo arhuaco: 

Cuando un río se encuentra con el mar, estas dos energías se unen, como la coca, las hojas sagradas de hayo, se junta con el poporo, una calabaza de las montañas con cal derivada de las conchas encontradas en el mar. Los ríos son como las personas. Cuando son pequeños, deben ser cuidados, cuando crecen y se reúnen con otras corrientes deben aprender a socializar y llevarse bien, y cuando aumenta su fortaleza deben dar parte a la comunidad mayor, cediendo una parte pero  no toda el agua. A medida que envejecen, alcanzando sus años finales,, a medida que entran los océanos del mundo, buscan retornar a la madre creadora, porque el mar es el útero de todos los orígenes. Nosotros sabemos, concluyó Jaison, mas acerca de la vida que los hermanos menores. Nunca destruimos un río, porque si lo hiciéramos, nos destruiríamos  a nosotros mismos.



En mi diálogo con el catolicismo, encuentro afinidades con otras creencias del mundo, en particular la mas preciosa: la compasión por el prójimo, la voluntad de tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Allí radica la fuente de bondad humana que hermana a las religiones monoteístas. Mi inconformidad resulta de la consideración acerca del lugar que ocupa la especie humana en las prioridades de los credos monoteístas: el ser humano es el rey de la creación, con la capacidad para trascender mas allá de la vida instintiva que caracteriza   a las demás especies. Los humanos basan su sentido de vida en la esperanza de una existencia en el mas allá, un lugar en donde moran las almas, desprendidas de la capa material. 


Siempre he considerado que esta mirada es limitada y apabullante. Dotados de razón, asumimos como especie una voluntad de dominio, ante la cual se subordinan las demás especies. Hoy hablamos de ríos y selvas como sujetos de derecho, una perspectiva inimaginable hace algunos años atrás. Algunas mitologías, como la arhuaca, tienen una perspectiva incluyente que concibe al ser humano como parte del todo, y El Dalai Lama y el papa Francisco han incorporado a su discurso el tema del cambio climático, la protección del medio y el respeto por la naturaleza


Ante la conciencia del fin de nuestra especie si continuamos deteriorando el planeta, me encantaría observar  un giro radical en la visión religiosa de los credos monoteístas: humildad para reconocer que una especie  tan sofisticada inteligente  no nos libra de los riesgos que entrañan formas de vida basadas en la explotación inmisericorde de los recursos naturales; generosidad para entender que no somos superiores a ninguna otra especie; y armonía para conciliar la búsqueda de un sentido trascendente con la plenitud de la existencia en la tierra.  


1 comentario:

  1. Acertada y preciso.
    Me deja pensando un monton de cosas, pero me preocupa como la religión y la política a veces se unen es para ser cómplices de compartir poder y no ser constructivos...por eso los habitantes de La sierra nevada nos dan ejemplo de como estar unidos en la protección de la naturaleza...y no en la explotación...

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