COMUNICACIÓN ELECTRÓNICA Y AFECTOS

Cuenta David Brooks que " el académico Walter Ong describió la manera en que,  hace siglos, un  cambio de la cultura oral a la cultura escrita transformó la conciencia humana. Alguna vez, la narrativa era una experiencia compartida, con énfasis en las parábolas y los mitos. Con el inicio de la prensa se convirtió en una experiencia mas privada, y el contenido de esa narrativa, mas realista y lineal"(Cuando los troles y los acosadores chilletas dominan la tierra, El Espectador).

Alguna vez en cada hogar se transmitieron los relatos de terror y de magia que componían el arsenal de historias generadoras de cohesión social en ambientes en los que la palabra era el acicate para la construcción de relatos unificadores-¿recuerdas las historias de miedo que en la noche los mayores solían contar?-. La dimensión de las experiencias cabía en el breve espacio de un pueblo, de una vereda, en el barrio y siempre en la casa como su nido.

Y continúa Brooks: "Como lo argumenta L. M. Sacasas, el cambio de la comunicación impresa a la electrónica  está demostrando ser trascendental de manera parecida. Yo diría que la gran diferencia  es esta: la atención y el afecto han pasado  de ser vínculos privados a productos públicamente comerciables".

Del círculo familiar y de los amigos, se pasó a una comunicación virtual y en red. "la comunicación en sí, que alguna vez fue en gran medida colaborativa,  ahora es a menudo competitiva, con pujas para obtener afecto y atención". 

Como nada regresa y todo está sujeto al cambio, miro estos desafíos en perspectiva: ¿hacia dónde nos dirigimos los seres humanos en términos comunicativos? ¿cómo crear ambientes favorables al afecto y la solidaridad en situaciones nuevas como las que señala Brooks?

Sin duda alguna, los procesos de la comunicación contemporánea privilegian los encuentros virtuales, con interacciones impensadas que ponen a las personas a interactuar sin el contacto físico, desde la comodidad del cuarto o de la oficina, con los aditivos tentadores de videos, mensajes de voz instantáneos, al punto de borrar la presencia del otro como requisito para iniciar una conversación.



Imagino una sociedad totalmente inmersa en la red, con dispositivos que acercan y ponen a disposición de las personas  un universo de experiencias coloridas, con chips injertados en la piel, gafas de realidad virtual y reglas de interacción basadas en códigos virtuales. Y  una red de cámaras vigilantes, atentas a todo lo que ocurre a su alrededor.




Ignoro qué cambios nuevos sucederán en las sociedades contemporáneas, tan sometidas a los retos de empresas tecnológicas ansiosas de controlar y convertir a los ciudadanos en consumidores pasivos. Tal vez las emociones perderán su carácter íntimo y privado y serán manifestaciones neuróticas en escenarios virtuales. En lo profundo de nuestra psiquis, las motivaciones primitivas reclaman su espacio y las pulsiones luchan para mantener el sitial de honor, en contextos que multiplican sus posibilidades de expresión. Al fin de cuentas, somos una especie mas, sofisticada y poderosa, y que , como la serpiente de los mitos egipcios y griegos, se muerde la  cola.

El reto para la convivencia humana exige reconsiderar nuestras relaciones con el medio y con la sociedad. De la vanidad  de los likes a los afectos basados en la solidaridad por todas las especies, por el mundo como totalidad.